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En verdad, verdaíta, que yo no entiendo nada a nuestro gobierno revolucionario. Por un lado se nos presenta fuerte, bravucón y buscador de pleitos, pero por el otro muestra una cara blandengue, yo diría que hasta cobardona. Se le pide apoyo al pueblo. Rodilla en tierra para lo que viene. Pero las soluciones a los problemas no aparecen por ningún lado. Este pueblo es valiente y aguanta callado, pero tanto da el cántaro al agua hasta que se rompe. No se puede abusar de una vanguardia arrecha como la que existe en el PSUV con consignas trilladas, discursos cansones y movilizaciones de un lado para el otro. Mientras tanto el miedo les brota por los ojos a los ministros sean nuevos o viejos. Veamos sólo un botón.
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El gobierno viene hablando de la necesidad del aumento de la gasolina desde hace dos años, por lo menos. Mientras en otros países como México, Brasil o Ecuador, se aumenta a cada rato, aquí se deshoja la margarita para hacerlo, cuando el clamor es general de que se proceda al aumento, o dejen de cobrar esa miseria, y la regalan por completo. Hasta la gente de la oposición está asqueada de dar esa limosna a los muchachos de las estaciones de servicio. Pero el revólver se le engatilló al gobierno. No hay bolas para proceder a ejecutar algo que hasta San Pedro, desde los altos cielos, pide que se aumente la gasolina. Pero el miedo es paralizante. Tanto que se habla de pueblo para allá y para acá, y se le tiene miedo a ese mismo pueblo. ¡Qué paradoja, compadre! No hay palabras ni razones para alargar este artículo. ¡Volveré!