La revolución bolivariana y la exploración de nuevos modelos de interpretación de la realidad

Gran parte de la oposición en Venezuela suele considerar a los sectores populares (quienes son, al fin y al cabo, en una significativa proporción, seguidores y sustentadores del proyecto revolucionario bolivariano) como una masa abstracta, inculta, despreciable, manipulable e incapaz de entender y de protagonizar el más sencillo avance en la construcción de un nuevo modelo democrático en el país. Según su apreciación, manifestada a través de las diferentes redes sociales a su alcance, los sectores populares no serían personas y carecerían de derechos, aún los más elementales, haciendo gala así de un exacerbado racismo (muchas veces, sin tomar en cuenta su propio origen étnico y/o social), por lo que las opiniones, las aspiraciones y la existencia de estos últimos no contarían para nada, siendo apenas visibilizados en su discurso aparentemente democrático.

Para los sectores de la derecha, las nuevas realidades históricas, sociales, políticas, jurídicas, ideológicas, educativas, religiosas, ecológicas, étnicas y culturales que han tenido lugar en América Latina y el Caribe recientemente, con su carga subversiva, antiimperialista y anticapitalista, resultan totalmente inaceptables y a-históricas. Desconocen abiertamente que éstas son el resultado de las dominantes relaciones capitalistas de producción que se instauraron en nuestro continente prácticamente desde el momento mismo en que sus naciones proclamaran su independencia del imperio español. A ello se une su alienación y cultura colonizada que les hace ver como ideales el sistema político, social y económico de Estados Unidos. En su colmo, hasta han demandado la intervención militar directa estadounidense para, según su mezquino deseo, acabar con la rochela o el bochinche de sus inferiores, los sectores populares.

Esta realidad, para algunos inusitada en el país, para otros exagerada, nos sitúa ante dos grandes bloques antagónicos (con sus matices, sin ser completamente homogéneos) en relación al control del poder y la construcción y fortalecimiento de una nueva visión de lo que debiera ser la sociedad venezolana en el futuro. De hecho, el antagonismo entre ambos suele atribuírselo la oposición al discurso de Hugo Chávez; sin embargo, los hechos históricos de abril de 2002 y de los últimos tres años de mandato de Nicolás Maduro dan cuenta de las acciones violentas, discriminatorias y antidemocráticas (aparte de subordinadas a los dictados e intereses extranjeros) de quienes pretenden presentarse como seres superiores, cristianos devotos y verdaderos demócratas, es decir, los únicos capacitados para ejercer el poder y de manejar la renta petrolera, según sus intereses particulares y su libre albedrío.

Ello contrasta palmariamente con las reivindicaciones largamente postergadas y los deseos de los sectores populares de ejercer la democracia directamente, haciendo obsoleta la representatividad acostumbrada, y de acceder a un mejor nivel material de vida. Algo que vienen demandando desde el primer momento que se instaurara en 1959 el pacto de élites de Punto Fijo. Sin embargo, hay que hacer notar que, a pesar de hablarse de revolución y de socialismo, no se ha producido todavía un viraje ideológico y político, significativo y profundo, que dé cuenta de un avance definitivo en esta dirección, lo que ha constituido desde hace mucho tiempo una debilidad entre los sectores populares. No obstante, es posible que la nueva coyuntura presente del país (independientemente de cuáles sean los resultados de las medidas auspiciadas por el gobierno de Nicolás Maduro para superar la situación crítica de la economía venezolana) termine por impulsarlos a una definición del papel fundamental que les toca representar para que la Revolución Bolivariana sea entonces una realidad, redefiniendo las relaciones de poder y las estructuras y funcionamiento del Estado burgués-liberal vigente, así como la moralización del ejercicio político mediante la designación de voceros que respondan, verdaderamente, a la voluntad popular y no a intereses grupales y/o individuales. Los grupos opositores ven en todo esto una grave amenaza y habría que entenderlos, ya que ello supondría eventualmente la pérdida de sus privilegios habituales, especialmente los de tipo económicos, dado su parasitismo, extrayendo del Estado los recursos que requieren para mantener su status.

De ahí que sea inevitable la exploración de nuevos modelos de interpretación de la realidad nacional, de la adopción y experimentación de nuevas formas organizativas que privilegien el ejercicio sin coacción de la democracia directa, y una toma de conciencia respecto a la necesidad de la Revolución Bolivariana por parte de las amplias mayorías de proletarios y demás colectivos sociales para combatir y derrotar la barbarie capitalista en cualquiera de sus expresiones, nacionales e internacionales. Al hacerlo posible, el pueblo organizado y consciente hará efectiva su soberanía, asumiendo un carácter constituyente vinculante y permanente.-



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Homar Garcés


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