Generalmente, las conspiraciones son auspiciadas por grupos que, a su entender y conveniencia, se muestran contrarios a las políticas y vigencia de un régimen determinado, sea cual sea su naturaleza. Esto es entendible, predecible y hasta justificable en muchos casos, si el régimen en cuestión es todo lo contrario al régimen de libertades y derechos democráticos al cual todo pueblo aspira. Esto sería aplicable, incluso, a aquellos sectores dominantes que, siendo desplazados del poder por cualquier circunstancia, anidan la esperanza de recuperarlo y usufructuarlo, tanto o más que en el pasado.
Sin embargo, en la historia reciente de la República Bolivariana de Venezuela, en medio de la difícil (mas no imposible) construcción de un singular proyecto de revolución inspirado en el ideario republicano de soberanía popular, igualdad y justicia social de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, pareciera existir otro tipo de conspiración, más velada y, por lo tanto, menos perceptible, esta vez dirigida a impedir que dicho proyecto adquiera forma y suficiente autonomía a manos de los sectores populares. Algunos lo considerarán escandaloso e inverosímil, sin embargo, esto podría verificarse sin necesidad de un análisis demasiado profundo. Bastaría observar sencillamente lo acontecido durante este último periodo de la historia venezolana cuando un considerable porcentaje de burócratas de partido y de gobierno se han dedicado a aprovecharse de la fe popular, enriqueciéndose desvergonzadamente y sin temor alguno a la acción de la justicia, desvirtuando absolutamente la esencia y el significado de lo que debiera ser la Revolución Bolivariana y/o socialista.
En atención a lo anterior, no extraña nada que la desconfianza de los grupos burocratizados esté orientada, principalmente y con mucho empeño, hacia los revolucionarios y los chavistas que cuestionan con argumentos sólidos en mano lo que es su proceder común y se atreven, además, a elaborar y a protagonizar otras alternativas revolucionarias para salir de las diversas situaciones conflictivas y de falta de definiciones por las que atraviesa el país; no sólo desde el momento en que Nicolás Maduro pasa a ejercer la presidencia sino desde mucho antes con Hugo Chávez como presidente.
Tal cosa ha exigido mucha voluntad política y conciencia revolucionaria entre quienes se han situado en contra de los sectores políticos tradicionales, con su apuesta a un pasado de país que pocos anhelarían en su sano juicio, y de aquellos que, manejando el «legado» de Chávez según sus intereses particulares, han terminado por parecerse demasiado a sus opositores. Por supuesto, para estos revolucionarios y chavistas la situación no es, ni ha sido, color de rosa, habida cuenta que no manejan los resortes del poder -con los recursos económicos que facilitan el oportunismo, la demagogia y el clientelismo político- y, muchas veces, el acceso a los diferentes medios de información en igualdad de condiciones con unos y otros, resultando así más dificultoso su accionar y la difusión de sus propuestas revolucionarias. Ellos serían los llamados a desenmascarar y a combatir esta conspiración de primer orden contra la Revolución Bolivariana.-