Una cosa adelante: la famosísima, clásica y vigente mano invisible del mercado burgués es una de las leyes o verdades económicas que más ha trascendido los tiempos comerciales. Sólo podrá violarse cuando el modo capitalista salga del juego de la mano de su relevo y enterrador: el Socialismo marxista y leninista. La mercancía seguiría su curso bajo la justipreciación socialista, y en el comunismo se extinguiría la dualidad del "valor de cambio" con el valor de uso.
Esa ley del mercado burgués es rigurosamente respetada por Carlos Marx[1], aunque muchos marxistas poco la han comprendido. En cuanto a Lenin, él se limitó a oponerle como alternativa socialista la Macroeconomía Planificada en producción y distribución.
Desde luego, ya Marx había adelantado la ley del equilibrio social global que pasa por la rigurosa armonía entre los interflujos de mercancías productivas y m. consuntivas[2], equilibrio permanentemente susceptible de romperse con cada nueva oferta de cada día, con cada modificación en nuestros hábitos de consumo. Esta alternativa de la mano invisible burguesa consagra a Lenin como el súmmum de una cabal comprensión socialista de los ensayos y aportes marxianos.
Digamos que económicamente hablando, Socialismo es sinónimo de economía planificada a fin de evitarse la anarquía[3] del mercado privado que discurre al garete del arbitrio de cada empresario, según su ramo, su capital, sus personalísimos intereses que, de hecho, niegan el interés colectivo porque el suyo llena todos sus apetitos.
El libre mercado, pues, no es un asunto meramente capitalista; es propio de toda sociedad que opere bajo propiedad privada o de un Estado que no planifique la producción y su correspondiente oferta.
[1] Véase Carlos Marx, El Capital, Libro tercero, íntegro. Manuel C. Martínez M., PRAXIS de EL CAPITAL.
[2] Es famosa la ecuación: c2 = v1 + pl1, creada, diseñada, formulada y manejada en la obra citada, mismo lugar. En ella se plantea como condición sine qua non para el equilibrio del mercado, según precios al valor, que el valor de los medios de producción (c) lanzados al mercado durante el año (un ciclo) debe ser igual al valor del consumo familiar de todos los asalariados más las ganancias del mismo sector productor de dichos medios (v +pl ). Los desajustes en esa igualdad algebraica son las deviaciones propias de los anárquicos precios de mercado como resultado de discrepancias arbitrarias y desordenadas tanto en la oferta como en la demanda de empresas autónomas y familias, todas atomizadas y carentes de organización colectivas. De la competencia interfábrica e intrademanda surgen los precios de mercado, siempre cambiantes, siempre azarosos, guiados por una suerte de mano macroeconómica o invisible desde la reducida óptica de cada empresario, de cada demandante. Desde el Libro Primero de la obra citada, Marx calificó el valor de cambio tan inaprehensible como la "viuda Vivaz", personaje dramático shakespeariano. A esa inaprehensión súmese, pues, el carácter zigzagueante de todos los valores en el mercado; son como si no existieran, valga el oxímoron, puesto que terminan reemplazados por precios de producción transformables finalmente en precios de mercado, y
[3] Esta anarquía se amplifica bajo condiciones políticas e "irrespetuosas" de la "mano" que nos ocupa.