I
El conflicto político y económico de Venezuela luce atascado. Por más plegarias de José Vicente Rangel donde pide diálogo, diálogo y más diálogo, las cosas no avanzan. Un problema de esta naturaleza y de esta complejidad requiere mucha fuerza de voluntad política, mucha tolerancia, mucha sinceridad y mucho amor por Venezuela. Pareciera que ninguno de estos tributos está en el escenario. Por lo menos no del lado de la derecha. Mientras tanto el pueblo venezolano pide, exige, y reza porque haya un punto de encuentro entre la oposición y el gobierno, para que se logre la paz, la tranquilidad y el soñado clima para que nuestro país se enrumbe hacia un horizonte mejor.
Venezuela merece el mayor esfuerzo de sus hijos para que se pongan de acuerdo y trabajen juntos por un presente y un futuro mejor. Vale la pena cualquier sacrificio con tal de recuperar la confianza perdida, y activar la esperanza por ver, en fecha no muy lejana, un país fuerte, dedicado a trabajar y crear riqueza para sus habitantes. ¿Es eso posible? Claro que sí. Otros países como El Salvador, Suráfrica, encontraron en la voluntad de sus mejores hombres y mujeres para acordar una paz duradera. Colombia, país hermano, está en vías de lograr esa paz tan deseada por los colombianos, así como por los latinoamericanos, gracias a la voluntad de los hombres y mujeres, quienes tienen el peso de llevar hacia delante un proceso de paz, a través de un diálogo sincero y creativo. ¿Eso es posible en nuestro país?
II
Es bueno recordar que ningún presidente de país alguno, ha logrado resolver problemas políticos y económicos, como los que vive Venezuela, actuando solo. El presidente Nicolás Maduro, no puede solo. Por más que sus deseos le permitan actuar en función de la paz y la superación económica, no podrá con tal responsabilidad, sino cuenta con el apoyo de opositores, así como de los responsables de conducir el proceso revolucionario. Nadie podrá negar que media un conflicto de una gran complejidad, donde se requiere, para encontrar la solución, no sólo de la fuerza de voluntad interna, sino que tal vez se necesite la intervención de un tercero, integrado por personalidades respetadas por las partes. Sería lo ideal. Pero sólo es posible en un sueño. Sé porque se los digo.
José Vicente Rangel, insiste en la necesidad de dialogar. Me parece bueno. Coincido con él en que podrán ponerse en ejecución centenares de planes, y efectuar reuniones tras reuniones con este o aquel factor de la producción. Pero mientras persista la tirantez, el enfrentamiento y los peñonazos de un lado y del otro, no habrá solución posible. Eso está más claro que el agua de un tinajero. Y eso es lo que se observa. Para un entendimiento hace falta mucho más que los buenos deseos de algunas personas.
III
Yo no soy tan optimista como lo es José Vicente Rangel. Tengo otra visión de la crisis. En efecto, ahora mismo el gobierno que preside Nicolás Maduro está cediendo. Eso es bueno. Ya que alguien tiene que enviar señales positivas acerca de las acciones que se requieren para salir del problema. Ahora se habla de que revisaran el estatus de todas las empresas expropiadas. ¿Esas acciones satisfarán a la dirigencia de la derecha? Lo dudo. Allí está mi pesimismo. ¿Saben por qué? Porque la derecha y sus aliados externos no dejarán de lado su objetivo principal. Ese objetivo es la salida de Maduro y el aplastamiento del proceso revolucionario, legado de Hugo Chávez Frías.
A estas alturas del juego, la derecha no va a ceder ni un milímetro en el terreno ganado. Ni que Maduro libere a los presos "políticos". Ni que devuelvan las empresas expropiadas a sus antiguos dueños. Ni que Maduro acabe con la corrupción, o encienda mil motores. Ni que Maduro se arrodille y pida perdón. Esa es una decisión tomada desde hace rato. Todo o nada. No hay atajos ni diálogos que valgan, o se rinde o se rinde. Al principio mi artículo parecía tener otra señal, pero por más que mis deseos me empujan, mi raciocino no cede. Pues, truene llueve o relampaguee, no percibo luz al final del túnel. Es muy lamentable para nuestra querida Venezuela, pero lo peor está por venir. ¡Anótenlo!