Pasó el carnaval, pero cuanta mascara queda, las de ellos, pero más dolorosas las nuestras, porque dividen, dividen y dividen:
Esa que te hace líder sin serlo…siempre a la sombra del líder por tu habilidad para las sombras, para estar en todas las marchas, para aprender a llamar camarada al ministro y viceversa, para prometer tantos votos …a cambio de…
No hay rostros sino tu manera de estar allí confundiendo, desmovilizando animado por el botín del erario público
La dictadura sobre el rostro para no dejarte mirar allí en lo esencial y terminar confundiendo, a veces con la venia de los que no saben identificar ni mascaras, ni rostros, ni pueblos y congresos.
Careta hipócrita que se impone sobre otros allí en ese nuevo monte de los olivos que construyes desde adentro
Treinta denarios y te conviertes en la verdad ante el poder que se ciega ante tus rictus fariseos de lápiz, de latex, de falsía para darle ventaja al enemigo de la derecha: la eterna mascara.
Rímel de la falsa realidad con la que amasas denarios a cambio de verdades maquilladas con la que hundes a los más nobles. Coleccionista de contratos por tomarle bien el tiempo al alcalde o al gobernador de turno.
Comparsa. Maquinaria para movilizar objetos hacia el voto
Discurso que sabe moverse con la brisa y llegar ligero ante aquel que vive creyéndoles sinceros.
Perfecta. Hipócrita palabra que esconde realidades y permite el escalamiento político de un raro tipo de socialismo construido para el confort de pocos y el dolor de muchos
Rebelión perfecta. Palabras, solo eso como cliché de turno para seguir errando.