Ha muerto – su cuerpo, digo – Don Tomás Montilla, asesinado en Guanare, en su casa, a media noche, en un atraco protagonizado por un infeliz atormentado por la droga y la exclusión social.
La llamada tempranera de Rafaela de Garcés nos dejó pasmados. ¿Quién? ¿Por qué? ¡Matar a Tomás es como matar a un santo! – pensamos - ¡Era increíble!
Después hubo otras llamadas. La de Nacho Orellana, al mediodía, fue redonda: lo mató un hombre enloquecido, reincidente en andanzas malsanas.
Una multitud de amigos asombrados unían congoja e impotencia en la sala fúnebre. Hablamos de justicias y venganzas. Ana María Oviedo atinó a decir: ¿Para qué matar al asesino? ¡Ese miserable tiene siglos muerto!
El día del sepelio salieron espontáneos al ruedo. Inmerecido para la memoria del difunto fue lo dicho por un bardo carroñero: “¡La muerte de Tomás es culpa del RÉGIMEN!”.
Desde la tarde hasta el otro día, con motivo del novenario, fue rendido un homenaje frente a la plaza Bolívar. Freddy García, compositor e intérprete de honda melancolía borró con fuerza la desmedida palabra del vate referido. Y en el recuerdo brillará siempre la asertividad de Ana María: “El desgraciado tiene más de trescientos años muerto”.
Sí. Hombres como Tomás seguirán vivos para siempre. Víctimas de la exclusión social, como el homicida, tienen siglos asesinados por el latifundio, la corrupción, el hambre y el narcotráfico simiesco del capitalismo.
No hay condena para el único “régimen” que no persiguió a Tomás Montilla y que él ayudó a conquistar con su cuatro, su poesía, y el cultivo de la amistad y la militancia revolucionaria. Injusto es quien culpa al gobierno del asesinato. El mismo gobierno que daba pasos para difundir su música y llevarlo con honores por los escenarios de la nueva República como símbolo de libertad. Antonia Muñoz y “Farruco” Sesto tienen la palabra en este gran momento de la vida de Don Tomás Montilla Araujo. Callen los carroñeros que el dolor de un pueblo se respeta. ¡Salud!
Barquisimeto, Mayo de 2006