Desde las fábricas más antigobiernistas hasta el bodeguero de la esquina se hallan involucrados ciegamente en esta guerra de precios en alza o guarimba comercial.
El presente caos comercial que ha provocado la burguesía nacional incitada por intereses foráneos es una suerte de caja de pandora. Ingenuo es creer y pensar que un cambio de gobierno cambiaría esta terrible situación.
El país carece por ahora de una distribución competitiva; todos los comerciantes amanecen vendiendo más caro que el día anterior independientemente del precio de compra. Ninguno tira la primera piedra para ver si acapara clientes en lugar de seguir acaparado inventarios.
El gobierno debe improvisar rápidamente una red de pequeños centros de distribución de mercancías mediante la figura del abastecimiento financiado semanalmente, tal como lo vienen haciendo los mismos comerciantes que, ante su incapacidad para albergar tantos clientes en sus pequeños espacios comerciales, se ha venido dotando de tercerizados a quienes les provee de mercancías para que ejerzan como bachaqueros, con los sobreprecios que ya conocemos.
Estas guarimbas comerciales están dejando sin ahorros a las familias venezolanas. Esto supone que el país está mermando su capacidad de crecer económicamente mediante nuevas inversiones por cuanto lo poco que se fabrica en el país desparece sin dejar rastros, sin dejar nada para años venideros.
Estamos formando una sociedad con una economía que ojalá se pudiera mantenerse tan siquiera con una reproducción simple, o sea, del mismo tamaño del año anterior; pero ese no es caso. Sin ahorros de la familia no hay posibilidad de incrementar el aparato productivo industrial.
Encarecer los inventarios viejos al precio de mercado del día ha sido una práctica propia de la Contabilidad Burguesa, y en caso de nuevos precios inferiores, seguir vendiendo al precio superior hasta acabar las existencias compradas a precios superiores.
Pues, para el comerciante de ahorita, vender más caro casi todos los días es práctica generalizada. Lo hace, no porque haya un precio de mercado antes del tomar esa perversa medida, sino porque así lo está decidiendo el intermediario mayor y el fabricante enemigo de este proceso.
Ponerle coto a estas causas no sería ni malo, de la misma manera que se ha expropiado al terrateniente que ni lavaba ni prestaba la batea. Una empresa que juegue contra la estabilidad y tranquilidad del país, cual guarimba comercial; que juegue con la incapacidad del ahorro porque el alto coste de la vida ha dejado sin ahorros al grueso de las familias, es una empresa que no puede seguir gozando de los permisos comerciales otorgados por las Alcaldías. Toda libertad comercial tiene sus límites. Este tipo de política no es nada democrático sino golpista y el golpismo-así lo creemos-es violatorio d e la Constitución, y velar por su restablecimiento es responsabilidad del Alto Gobierno.