I
Los niños quedaron huérfanos. Los niños de Guayana. Los niños de Venezuela. Los niños del mundo. Se apagó una luz que les alumbraba el alma. Pero no sólo a los niños y niñas, sino a los adultos que lo conocidos. Larry Salinas: un ser humano especial. Como nadie. Él vivía para sus niños, a quienes le derramaba todos los días aguaceros de amor. ¿Y ahora, Larry, cómo quedan tus niños? Te fuiste antes de tiempo. Ahora era cuando más te necesitaban. Ahora era cuando tu voz les sonaba a concierto de ángeles, a trinos de los pájaros desvalidos, con tristeza en sus alas. En esta tierra guayanesa eras un ángel enviado de Dios. Eras un pilar de la bondad y la caridad. Eras un titán de la esperanza, de la siembra de amor en la tierra fértil de los niños y niñas, sus corazones. ¿Y ahora, qué harán esas criaturas? ¿Qué haremos sin ti?
II
Larry te has ido temprano. Nos has abandonado. Dios no quiso que pasara lo que te pasó. Pero el infortunio anda suelto, y te tocó a ti. A mala hora. Te lloraran tus niños y niñas. Los padres y familiares de esas criaturas. Te lloraremos quienes te conocimos. Pero tu obra quedará impresa en un trozo de mármol, por los tiempos de los tiempos. "Cuando uno asiste a un concierto coral de niños, no debe sorprendernos que miren hacia todos lados, menos al director. Se sonríen, se mueven y se codean unos a otros. Se ponen en puntillas para buscar a los padres entre la audiencia. Cuando los ven, levantan la mano para saludarlos…" Y sonríen enviando amor en sus sonrisas. Podríamos estar hablando de Larry Salina y su coral. Cuando sus niños y niñas cantaban el cielo se ensanchaba, y los ángeles bajaba a la tierra no para verlos, sino para integrarse al coro. Y reían, junto a ellos. Y todos, unidos, como uno solo, miraban a Larry, no como el director, no como el amigo, sino como un Dios. ¡Larry ayuda a tus niños y niñas desde las alturas!