Carta de un niño a Larry Salinas

Querido profesor:

Permítame que hoy lo llame, simplemente Larry. Suena bien que lo llame así, como usted nos dijo varias veces: "Sólo llámenme Larry, sólo Larry. Bueno, le escribo esta carta con dirección al cielo. Espero que se la entreguen rápido. Yo vivo en San Félix, y pertenezco a la Coral que usted tan humanamente dirige en Ciudad Guayana. Como era lógico esperar, estuve en la Iglesia Mormona, el día viernes 11 de marzo, en horas de la tarde. Conmigo estaban mis compañeritos y compañeritas, dispuesto para cantarle, mientras tú dormías en tu ataúd. Debo decirte, Larry, que allí no cabía un alma. Gente apretujada para verte físicamente, por última vez. Personas mayores, adultos, jóvenes, niños y niñas. Hasta pude ver a un grupo de soldados y soldadas que descansaban en el césped de la iglesia.

Larry: No sé cómo te multiplicabas para tanta actividad. A parte de tu trabajo en Edelca, hoy Corpolec, tenías bajo tu dirección, La Coral Infantil Integral Ciudad Guayana, y alguien me dijo que tenías en mente sembrar Corales por todo el país. Y además, nos llevabas en giras para deleitar a la gente con nuestro canto. ¡Qué grandeza, la tuya! ¿Quién sabe si fue Dios que te mandó con esa sagrada misión de hacer felices a niños, niñas y adultos, necesitados, a través de la música? Yo creo que sí. Porque personas tan hermosas como tú no la encontramos por allí, ni en cien años. Yo ingresé a tu Coral, para recuperarme de una grave enfermedad. Recuerdo que le dijiste a mi mamá: "No se preocupe señora, aquí lo haremos feliz, lo llenaremos de pura felicidad. Ese es nuestro objetivo". Mi madre no pudo sostener las lágrimas, cuando oyó aquellas lindas y tiernas palabras.

Larry: Quedamos huérfanos de tu amor. De tu entrega a nosotros. De tu cariño y de tu música encantadora. Jamás pensé que hubiera persona alguna que, a través de la música, pudiera hacer feliz a tantos niños, niñas, y adultos, en situación muy especial. Que pudiera dedicar tanto tiempo a dar felicidad, sin pedir nada. Y de pronto, una bala asesina, te quitó la vida. Una vida que no era tuya, sino de nosotros. ¡Hay, Larry, que haremos sin ti! "Dios se manifiesta en la vida, y ésta, si la metemos en conceptos, nos resulta tan misteriosa como Dios. Sólo podemos conocer la vida viviendo, y a Dios sólo llegamos viviendo y conociéndonos", así lo dice un escritor llamado Anthony De Mello. Pienso, Larry, que tú viviste, viviendo con nosotros, donde nos conociste y nosotros a ti, por lo tanto tú ya estás con Dios. Y es que hablar de la vida, es hablar de Dios. Él nos la da, y otros, hay veces, nos la quitan, sin que hayamos cumplido nuestra misión en la tierra, tal como ha sucedido contigo. Aún te faltaba mucho por darnos. Ese era tu empeño, porque así creíste que era tu misión entre nosotros. ¡Que Dios te tenga a su lado, y desde allí sé que cuidarás de todos nosotros! Amén.

Puerto Ordaz, 11 de marzo de 2016

 


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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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