Si se aceptara desde el chavismo que en todos los años de gobierno de Hugo Chávez y Nicolás Maduro se cumplió una primera etapa de construcción de una propuesta social, política y económica (importante, sin duda) que permitió una redistribución más equitativa de la riqueza generada por la renta petrolera, pero que aún no podría considerarse como algo irrevocable para el establecimiento de un tipo de sociedad nuevo o socialista, habría entonces la posibilidad de emprender nuevas iniciativas revolucionarias que estén orientadas, de modo decidido, a romper con el orden de cosas vigente mediante la acción organizada y consciente de los sectores populares. Para esto será un elemento importante la capacidad que pongan en pleno funcionamiento los revolucionarios para imaginar otras opciones, las cuales tendrían como orientación primordial la transformación estructural del orden establecido. Con ello en agenda, los sectores revolucionarios conseguirían reimpulsar y redefinir con mejores criterios (vista la experiencia acumulada desde 1999 hasta el presente, con sus aciertos y errores) la propuesta inicial que liderara el Presidente Chávez; dándosele el protagonismo debido al poder popular organizado.
Alfredo Serrano Mancilla y Esteban De Gori en su artículo "Consumir política. Dilemas latinoamericanos", expresan que "la mayoría de los proyectos de cambio (Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador) partieron de un pacto social y económico basado en la lógica ganar-ganar. La gobernabilidad fue viable -por un tiempo- para los intereses de todos los actores. El Estado asumió un papel protagónico reapropiándose de los sectores estratégicos, redistribuyendo la riqueza a través de políticas públicas activas. Logró incluir a las mayorías sociales en clave de consumo gracias a la mejora en el empleo y salario. Mayorías y consumidores se articularon y se expresaron al mismo tiempo. Una asociación que no siempre va de la mano, sobre todo, cuando los problemas económicos aparecen y el Estado ya no aparece como "garantizador" del consumo. Ante coyunturas críticas, la figura del consumidor demanda lo mismo (a veces más) sin preocupación por el interés colectivo. Lo general es su enemigo. Emerge un consumidor liberal que no desea discutir sobre lo estatal ni sobre políticas gubernamentales. Lo que busca es seguir consumiendo"
Lo anteriormente señalado explicaría en parte lo sucedido en países que fueran emblemáticos de la reacción anti-neoliberal y antiimperialista producida en las últimas décadas en nuestra América, como Argentina y Venezuela, donde los sectores conservadores han recuperado algunos importantes espacios de poder, viéndose estimulados por las maniobras hechas desde los grandes centros económicos para golpear y reducir la fortaleza adquirida por las economías de estos y otros países. Explica igualmente que no hubo suficiente voluntad política para entender la necesidad perentoria de acceder oportunamente a un nuevo tipo de economía, distinta a la capitalista, en correspondencia con el discurso socialista, anti-neoliberal y antiimperialista utilizado por muchos de sus gobiernos, lo que patentizó el grado de contradicciones existente entre sus protagonistas. Ahora que la situación crítica parece extenderse de forma irreversible, se echa mano a las mismas fórmulas aplicadas desde el ámbito estrictamente capitalista para superarla exitosamente, pero con un toque que pretende ser menos ortodoxo; habiendo olvidado -al parecer- el origen de todos los procesos de cambio promovidos por los pueblos de nuestra América, es decir, la asimetría social y económica derivada del capitalismo.
Esto, indudablemente, antes que una actitud derrotista, debiera estimular en revolucionarios y chavistas la firme convicción de suscitar las condiciones necesarias para que la Revolución Bolivariana sea un hecho inquebrantable, dando paso a novedosas formas de participación popular, al cambio estructural requerido, tanto al nivel económico como político, y a una conciencia realmente emancipada que permita la construcción alternativa de un modelo civilizatorio, capaz de satisfacer todas las demandas igualitarias, democráticas y de amplia justicia social del pueblo. Pero ello exigiría -en un primer lugar- despojarse de la ideología inculcada por los sectores dominantes, cuestionando todo el orden establecido y asumiendo una posición subversiva (nunca ambigua), orientada a hacer realidad la satisfacción de éstas y de otras demandas de los sectores populares mayoritarios.-