De perogrullo, la actual Administración Pública, de carácter socialista incipiente, se halla muy desfasada en materia de mercadeo. Por tal razón, no ha podido combatir en el tiempo, la eficiencia y eficacia deseados que amerita la competencia contra quienes llevan sus buenos siglos diseñando cuanto mecanismo, artimañas y medidas comerciales, fabriles y contables han ido "perfeccionado" a lo largo de su mundializada experiencia en materia de explotación de los trabajadores y consumidores.
Hoy por hoy sus principales soldados y generalatos se nutren con personas que ya no necesitan ser reclutadas ni entrenamiento alguno porque la misma cultura burguesa, individualista, egoísta y apoyada en el criterio de "sálvese quien pueda" o en "ley del más fuerte", ha prendido en la mayoría de los ciudadanos, y lo hace con una sostenida y eficaz preparatoria que arranca desde el propio seno familiar, desde la cuna misma.
Efectivamente, los comerciantes y fabricantes imbuidos de vocabulario, propensiones y mentalidad aburguesados, incluso sin ser burgueses; sus contadores formados empíricamente o graduados y financiados por el Estado b salen preparados para serviles incondicionalmente a fabricantes y comerciantes, so pena de no ser contratados.
Curiosamente, el Estado obliga a esos comerciantes, independientemente de sus avales de probidad comercial, a la contrata de especialistas formados por aquel. No en balde el Estado burgués se ha definido como una Administración al servicio y custodia del patrimonio capitalista y su burguesía.
Las primeras reacciones del gobierno ante la guerra económica que ya lleva más de 10 años fueron el uso de las mismas armas melladas de la burguesía para combatir las arremetidas capitalistas y golpistas; la puesta en marcha de bodegas y bodeguitas, supermercados y afines, todos gerenciados por personal no necesariamente revolucionario ni socialistas, sino todo lo contrario.
Su resultado ha estado a la vista, sólo se han venido incrementando los ataques a este proceso y los explotadores han perfeccionado sus estrategias, las cuales han mutado cada vez que el gobierno implementa sus deficientes e ineficaces medidas chapadas con el sello de la rutina comercial capitalista. Alimentar con ingentes cantidades de dólares baratos a los importadores y fabricantes rentistas de la IV República ha sido una de esas melladas armas.
Es muy escaso el burócrata blindado contra la pegamentosa propensión a la práctica de medidas corruptas, así consideradas por el Estado, pero normales para la cultura burguesa. Esto explica el tremendo fracaso o lentitud demostrada en la defensa del consumidor frente a esa soldadesca de comerciantes inescrupulosos, habituados a ganar dinero maquiavélicamente, en el menor tiempo posible y ante cualesquiera pequeñas oportunidades que les ofrezca el mercado.
Por ejemplo, ciertamente esta oportunidad la brinda el Estado con su noble medida de subsidio a los más necesitados. Esta oferta de bienes baratos subsidiados frente el resto de las mercancías con precios liberados ha sido el apetitoso caldo de cultivo de la nueva gama de intermediarios encadenados que se conoce como "bachaqueros", o sea, comerciantes coyunturales nacionales y extranjeros.
Esperamos que con las nuevas medidas contraloras de la cadena de distribución directa desde Miraflores hasta el consumidor final se pueda saldar este pasivo gubernamental y cubrir este desfasamiento en materia comercial frente a un comercio que no sabe de otras leyes que no sean las de la Economía burguesa, excluyente por antonomasia.