"La guerra es una masacre entre gente que
no se conoce, para provecho de gente que
si se reconoce pero que no se masacra."
Paul Valéry
Es como muy malo que llegados a viejos, habiendo visto tantas cosas, porque tiene algo de verdad que "más sabe el diablo por viejo que por diablo", digamos las mismas pendejadas que decíamos cuando muchachos. Es también como muy malo que, siendo viejos, ignoremos los sinsabores y crueldades de la guerra. Lo es tanto que se calcula cerca de 250 mil la cifra de niños que en lugar de jugar o estudiar, lo que deben hacer todos los niños del mundo, son sus derechos, están metidos en la guerra como soldados. Y son millones, tantos que no se pueden contar, viviendo la crueldad de la guerra.
Ahora mismo, por las guerras desatadas por el imperialismo, millones de niños y adultos de ambos sexos, están viviendo lo que voy a llamar convencionalmente un calvario; porque lo que uno ve, los viajeros audaces y potencialmente suicidas que atraviesan el mediterráneo y desiertos para llegar donde les tratarán como estorbo y hasta basura, cualquiera de las acepciones de aquella palabra también asociada al cristianismo es indulgente. A quienes promueven la guerra y la destrucción en algunos países, que ya son muchos, bajo los argumentos de defender los derechos humanos, libertad, bienestar y justicia, les incomoda y molesta que la diáspora a sus espacios afecte. Vean lo que ahora acontece en Europa; sus gobiernos no quieren saber nada de quienes buscan refugio.
Nunca olvidaré cuando alguien, quien ahora no se acuerda y tengo certeza que no quiere acordarse, porque merodea alrededor de la MUD, bajando del piso sexto del edificio del rectorado de la UCV, donde se había reunido la Dirección Nacional del MIR, ante una angustiada pregunta de quien esto escribe, respondió como creyéndose un poeta que recitaba su última creación, "nos vamos a la guerra y la guerra es larga". Aquella reunión que duró horas y esa la continuación de otras que duraron más horas que ella, optó por repetir los viejos manuales propagandísticos de la Revolución China. Una cosa pasada y sucedida allá lejos, dentro de otras circunstancias, también diferentes. Quien me dijo aquello y "se fue a la guerra" no tardó mucho en arrepentirse. Afortunadamente la guerra que se quiso prender no pasó a mayores, hubo más caciques que indios o comandantes que soldados, y no se sumió el venezolano de entonces en otra de las tantas guerras que se dieron en este país, sin que de ellas, salvo las independentistas, surgiese algo positivo y significante para las multitudes del área urbana o rural . ¿Acaso, la Guerra Federal, de la cual muchas veces nuestros escritores y maestros en las escuelas de Historia, nos intentaron convencer, por las consignas de Zamora a quien bien temprano sacaron del medio, de ver aquello como algo magnificente, no resultó para los intereses populares y la grandeza del país un rotundo fracaso? ¿Cuántos muertos y miseria prodigó aquella guerra, de la cual se benefició una cúpula, que empatándose con las que vinieron posteriormente por las heridas y rencores que aquello dejó, terminó sirviéndole la mesa a los sesenta, los guerrilleros andinos y finalmente a la larga y bestial dictadura de Juan Vicente Gómez?
Julio Escalona ha estado acertado al sostener que nuestra tarea debe tener como una de sus valiosas metas evitar la guerra. Le escuché una frase que me pareció muy acertada y sugerente, cuando dijo, "ellos siempre tendrán más armas que nosotros". Justamente por eso promueven la guerra; además es su negocio.
El presidente Chávez, en un video que los medios audiovisuales del gobierno recientemente han difundido, por los "avances" de las conversaciones de paz en Colombia, a las cuales ahora se ha incorporado el ELN, hizo las siguientes precisiones, palabras más o menos:
-La lucha guerrillera en América Latina es cosa del pasado; aunque en verdad creo que fue más contundente que eso.
-Justamente, eso, la violencia es lo que quiere el imperio que se imponga entre nosotros.
Habló de la lucha guerrillera en particular y la violencia en general.
Fidel Castro, formado en medio de la guerra, acaba de expresar con contundencia "Nuestro compromiso es con la paz y la fraternidad".
Colombia toda está hastiada de la guerra. Es poco, por no decir nada, que la prolongada confrontación armada que ese país ha soportado, ha aportado a sus nacionales. Al contrario su balance es millones de desplazados, miles de muertos, suma de miseria e irónicamente mayor acumulación de riquezas de parte quienes más han incitado a la guerra. Ha sido excusa, junto al negocio de lo droga, también asociado a la violencia, para que EEUU instalé allí cerca de siete bases militares con fines precisos; no decimos inconfesables porque sería un disparate.
Pero con toda la dificultad que eso implica, pese los antecedentes de los intentos de pacificación, que incluye asesinatos de los crédulos o "inocentes" que en aquellos creyeron o cayeron, la existencia del paramilitarismo intenso en el vecino país, hoy las conversaciones de paz avanzan.
Hemos dicho que el paramilitarismo y el odio acumulado, sobre todo entre quienes se han aprovechado de la guerra para sus negocios y la expansión de sus linderos, son barreras difíciles de tumbar mediante las conversaciones entre gobierno y movimiento guerrillero. Pese a que uno suponga, no a Santos, quien en fin de cuentas es sólo un individuo, sino al Estado, lleno de buena fe y predispuesto a alcanzar la paz y hasta los gringos mismos, quienes se han cuidado que sus bases en Colombia no entren en los convenios, ya eso lo dejó claro John Kerry, ¿quién garantiza que el paramilitarismo, por sus particulares intereses, odios históricos acumulados, propia dinámica, en las calles de ciudades colombianas o cualquier espacio no vuelva a repetir los hechos del pasado, asesinar a quienes se acojan a la pacificación y vuelvan a lo que llamaré convencionalmente "vida ciudadana?". Es difícil, muy complicado y riesgoso. Pero pese eso, los guerrilleros de la Farc y el ELN, que como hubiese dicho mi suegro no son hombres "cogidos a lazo", están asumiendo con valentía y sensatez el reto que significa el diálogo por la paz, que evidentemente, en apariencia, aminora en una enorme medida sus aspiraciones de cuando decidieron irse al monte. Digo "en apariencia", porque ellos han podido comprobar "que la guerra es mala" y que como dijo Julio Escalona, "ellos siempre tendrán más armas que nosotros".
Por todo lo anterior, debemos poner de lado, por demasiado viejo y porque, como dijo Chávez, eso de la guerra y la violencia es lo que quiere el imperio para sus ideales fines, esa argumentación que procura desacreditar, descalificar y demonizar la palabra diálogo y poner como única opción seguir como vamos "hasta las últimas consecuencias", expresiones muy propias de los viejos tiempos de cuando las guerras eran como tribales y con arco y flecha. Argumentos que no son ahora propiedad de un bando en particular, sino que tiene adherentes en los dos.
El inicio de diálogo en Colombia era impensable. Se decía lo mismo que ahora dicen muchos de lado y lado en Venezuela donde, como dice el tantas veces nombrado Julio Escalona, ya estamos en una guerra en otra dimensión o para decirlo de acuerdo al marketing, "de cuarta generación", pero se empezó y está avanzando.
¿Por qué ponderar y hasta pontificar que aquí no hay salida mediante el diálogo, palabra que devalúan y prostituyen, de ambos lados para imponer sus viejas e insensatas tesis guerreristas? ¿Las mismas que el Departamento de Estado nos vende como mercancía nueva y eficiente? ¿Por qué darle la razón y fortalecer las opiniones de quienes en el frente opositor manejan la idea de la guerra para lograr sus fines? ¿Acaso en este espacio, en este mundo, los pobres pueden esperar solución a sus problemas cuándo, volviendo a Escalona, "ellos siempre tendrán más armas que nosotros?".
Que el diálogo, entendiéndose la palabra en su exacta dimensión, sin sesgos, vituperaciones ni demonizaciones, conduzca a la necesidad de cambiar de vez en cuando de interlocutores y hasta de liderazgo, no por eso debe condenársele y negarse para no jugar a la paz sino a la guerra. No hay que asociar el diálogo a la rendición y el arriar las banderas porque eso sería predisponerse para lo peor de todos los escenarios, la guerra.