La Revolución Bolivariana abrió victoriosa, límpida, esperanzadora, el siglo veintiuno. Única en el mundo. Incidió en las relaciones espaciales, temporales y simbólicas de esta Patria y promovió un nuevo orden geopolítico, vigente aún que ha inquietado a grandes potencias.
Por eso se cambió parte de la simbología patria para armar el discurso necesario para la refundación de una nueva República. Es así como por ejemplo, que el escudo, de cornucopias antes ostentosas repletas de frutas, se hizo más sencillo, austero, para marcar el concepto de cómo debíamos caminar en este nuevo ciclo que se tendría que impulsar. Vino el Primer Plan Socialista con la ética como su principal directriz, el cual se suma a las iniciativas incontables de Chávez para desmontar el Estado burgués.
Quien puede negar el cierto ingreso de Venezuela a la era satelital moderna, al acceso de la población a las nuevas tecnologías desde las escuelas, la contribución de las misiones como mecanismos de inclusión a las políticas públicas.
Todo con el objetivo de lograr la emancipación cultural, política, económica y social del pueblo, para alanzar el altísimo propósito de la máxima felicidad social. Pero en estos momentos, ¿Cómo lograrla ante la crítica situación que pasa la Revolución? ¿Qué pasó? ¿Dónde se rompió la cadena? Parecieran preguntas ingenuas, pero aun así, urgentes para refrescar el análisis objetivo revolucionario, que permita mirar con claridad hacia donde debemos ir.
Cuando Chávez precisaba que"…Está muy claro el mandato: si alguien de la noche a la mañana cambia su modo de vida y de pronto siendo una sencilla y modesta persona se transforma en un acaudalado que hace ostentación de vehículos hummer, relojes cartier, lentes gucci, ropas de marca…" Estaba dando ciertos indicios de la distorsión que funcionarios del gobierno hacían del proceso, que se sumaba a la permanente asechanza opositora nacional e internacional y maniataban la acciones para exorcizar los demonios incubados, que son más dañinos que el imperialismo, como dijera Maduro en estos días.
Y cuanto daño nos han hecho, al pueblo chavista o no chavista, en definitiva pueblo.
Son esos los que en el o-800 salud estaban falsificando récipes y robando las medicinas para bachaquearlas en las calle, tal como denuncio el Presidente esta semana; los detenidos de Abastos Bicentenarios; los altos gerentes de PDVSA incursos en el negocio de la gasolina; los guardias nacionales implicados en el tráfico de drogas…
Y así, otros cientos de casos que no se denuncian considerados como práctica habitual de los funcionarios de gobierno. Por ejemplo, un Director de una Alcaldía que ofrece en venta una puerta o ventana de la Misión Vivienda como si fuese suya; funcionarios que usan bienes públicos para remodelar o hacer viviendas; quiénes utilizan las cajas chicas gubernamentales para compras personales… ¡Cuánto más hay que listar! ¿Para qué? Muchos dirán. Pero si mucha gente no lo hubiera dicho y lo siguiera diciéndolo, ya esto hubiera caído.
Por eso hay que decir e insistir también sobre la ineficiencia de organismos públicos, que a veces se intenta tapar con mentiras publicitarias. Es bien sabida de la pésima gestión de Hidrolago, desde siempre. Desde mucho más allá del noventa y ocho. A parte del calentamiento global actual como elemento que frena la distribución idónea del agua, ¿Por qué muchos barrios no tienen la correcta aducción o carecen de ella? ¿Por qué algunas comunidades les llega el agua 3 horas cada ocho o diez días, que no se corresponde con el modesto cronograma presentado? La verdad como norma de una gestión que se precie socialista debe ir por delante.
Se sabe del proceder honesto muchos funcionarios trabajadores que hacen lo que les toca y más para diezmar la crisis. Al presidente se le ve a todo momento anunciando iniciativas. El último recurso para involucrar al pueblo en la provisión de alimentos, fue la creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAPS) para organizar la distribución directa de alimentos y la tarjeta de abastecimiento seguro.
¿Qué le falta a la Revolución? ¿Un mejor equipo de ministros que acompañe al Presidente? ¿Mejores y más comprometidos gobernadores con la causa? ¿Alcaldes más consustanciados con la población que los eligió y más unidos entre sí para crear verdaderos cogobiernos regionales? ¿O acaso falta más formación política o ya no hay tiempo para eso sino ser probo, dar ejemplo y trabajar?
Estar en la cima de una crisis, debe implicar para la Revolución Bolivariana, encontrarse en un punto de inflexión agudo, un quiebre definitivo con las practicas que nos han conducido a este estado. Supone la reflexión y acción permanente programada pero ya. Pararle al Pensamiento Crítico Propulsor de muchos compañeros que han hecho aportes sobre qué hacer y cómo hacer. Hay que pararles bola.
Hay que evitar que los eslabones de la cadena de la Revolución se sigan corroyendo, se tornen más frágiles y caigan en pedazos ya sin sonidos, en la tierra árida.