¿Qué nos falta, balas, bolas, votos o gente consciente de sus derechos y deberes?

Un amigo, hombre humilde, del pueblo, un "Juan Bimba", dentro de lo que para Andrés Eloy eso significaba, adeco hasta que lo cautivó Chávez, con frecuencia decía, por su inconformidad, "aquí lo que faltan son bolas". Para él, desde cuando el de Sabaneta, habiendo rendido sus fuerzas, pronunció aquella frase de "por ahora" y asumió la responsabilidad de lo sucedido, el irreverente se le convirtió en ídolo; olvidó sus emocionales orígenes adecos, aquellos de los "cholúos", para convertirse en admirador de quien desafió al gobierno de CAP, que era el de su propio partido. Creyó hallar en Hugo Chávez los valores que añoraba, el hombre con "cuatro bolas". Esa era su expectativa; en eso radicaba el asunto para hacer de Venezuela lo que todos, forjados por eso que el poeta cumanés antes nombrado llamó "vapores de la fantasía, derivados de la historia heroica que escribieron nuestros ascendientes guerreros y la renta petrolera. No es poca cosa que aquí hayan nacido y formados en la guerra y los sueños Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Aquella reacción se correspondía con las aspiraciones de aquel pueblo irredento, mesiánico que siempre ha habido en cualquier lugar.

Un comandante guerrillero de los años sesenta-setenta, allá en lo que llamábamos "la puerta de Economía", en la UCV, antes de irse a las montañas solía pronunciar un discurso parecido.

-"Hablando todos los días aquí, teorizando acerca de la revolución. Diciendo esto y aquello. Citando autores e inventando vainas propias de intelectuales, no hacemos un carajo. Aquí, lo que hay que hacer es echarle bolas al asunto".

Así de fácil sentenciaba sobre todo aquello que cada quien decía. Eso también resultado simple del efecto ecuménico de la revolución cubana. Por cierto, el nunca o pocas veces decía nada distinto a esa rotunda afirmación. Entonces, para quien fue y ha sido hasta célebre jefe guerrillero, como para mi amigo adeco hasta que Chávez se alzó contra su compañero CAP, el cambio también era y es, un asunto de bolas.

Los jefes guerrilleros del período post independentista, militares de la Guerra Federal y hasta los sesenta que bajaron de la sierra andina para "pacificar" un país destruido por guerras incesantes, todos ellos fundamentaron en sus bolas sus proyectos que desembocaron en la larga dictadura de Gómez que, al parecer tuvo más bolas y hasta grillos con bolas que todo los boludos anteriores y todos aquellos que contra él se alzaron.

Porque si analizamos todo lo anterior, podemos constatar que no sólo se han requerido bolas para hacer lo mal hecho; no es testículos solamente lo que hemos reclamado o han reclamado sino que ellos vayan acompañados de las balas. Estas entran y salen en las armas de fuego; pistolas, fusiles y cañones. Ellas, las armas, forman parte del arsenal natural de los militares. De carrera o a la carrera. Bolas enormes sin balas tampoco sirven para mucho.

Si resumimos la historia nacional, por lo menos a partir de 1811, año de la declaración de la independencia, por un largo período las armas de fuego, sus portadores y a quienes estos asesoran o manejan, han impuesto el destino nacional. La guerra ha sido el escenario que ha prevalecido, incluyendo los golpes de Estado; por cierto, en Venezuela, a quienes estos impulsan o dirigen, se les elogia como hombres "con bolas de toro". Claro, quien anda bien armado y acompañado de otros en lo mismo, suele presumir de boludo. Por supuesto, Carmona Estanga es una excepción en la historia nacional; pues si fue un jefe golpista o un simple títere, no olvidemos que tuvo "el coroto" en sus manos por unas horas, en todo caso no entra en esa categoría. No por aquello que la historia la escriben los triunfadores sino por carecer de bolas, balas – estas las tenían los soldados – y gente, entre quienes entran los soldados.

Si lo que ahora vemos, desde una perspectiva u otra, pura calamidad, sin importar de quién es la culpa, pareciera sensato asegurar que no son las bolas, ni las balas las que nos van a sacar de donde ahora estamos. Llegado justo aquí, quiero recordar a quienes en defensa del gobierno del presidente Maduro y proceso bolivariano, acostumbran a decir, aun siendo tan viejos como uno, que harán lo que deben hacer "hasta llegar a las últimas consecuencias", lo dicho con persistencia por Julio Escalona, "ellos – el imperialismo- siempre tendrán más armas que nosotros". "Las últimas consecuencias", probablemente pudieran ser que las cosas se decidan a favor del más y mejor armado.

Lo anterior indica que no son bolas ni balas – lo que de alguna manera se asocia con eso de "las últimas consecuencias – lo que nos va a redimir a los venezolanos. Las únicas cosas que nos hacen falta, dada las disposiciones constitucionales y el marco histórico latinoamericano son suficientes votos para enfrentar cualquier contingencia, fuerza popular para defender en la calle lo que sea defendible. Eso supone también, que la gente se sienta ganada para defender desde la perspectiva del uno, si es la perspectiva de aquel universo, por lo menos mayoritario. Para aquello y esto, quienes dirigen lo que creen defendible deben darle motivos a la gente para que lo sienta suyo. Que lo haga, si no hizo y lo siga haciendo, si antes estaba en eso. Si la cúpula se aísla y cree que el destino nacional está en sus manos, sobre todo en medio de esta borrasca, no tiene futuro. Pero no quiero terminar sin dejar esta vieja idea que sueño retumbe; perder una batalla no es perder la guerra. Sucre ganó la batalla de Ayacucho, que fue ganar la guerra, después de marchas largas y retrocesos, en vista de la superioridad numérica del enemigo. Es importante que las ideas, los sueños, no se apaguen y las fuerzas se mantengan a salvo, siendo así se asegura el futuro y mantiene vivo el combate por lo bello.

Lo que la gente, la determinante mayoría de ella hace, es suyo. Lo defenderá con votos y con bolas; hasta pudiera lograr que las bocas de los cañones se silencien. Pues la conciencia y sentido de pertenencia pueden ser las más poderosas de las armas.

 



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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