El Libertador Simón Bolívar. Siempre el gigante Bolívar (5/6)

Insistimos en recomendar a quien trate de escribir algo de la historia patria, que debe tomar muy en cuenta la situación socio-económica en que vivía la gran mayoría de la población venezolana, volviendo a recordar de las contradicciones en ese aspecto que existía entre Bolívar y los mantuanos, criollos propietarios de tierras, peones y esclavos. Nuestro esfuerzo ha sido el de realizar una interpretación de la vida, pensamiento y obra de Bolívar, no repitiendo lo dicho o escrito al respecto por algunos avezados de la historia suya, sino con el estudio de los archivos de él mismo, de Sucre, de Páez, de Santander, y las narraciones de quienes fueron actores en el desarrollo de la independencia: Urdaneta, O’Leary y otros. Quien trate de escribir una verdadera historia de los libertadores, a de revisar muchos textos y saber o tratar de reconocer los escritos contaminados por la labor pérfidas de algunos escritores. Durante siglos hemos tenido historias de hombres, mujeres, acontecimientos y países, escritas por los colonialistas y sus seguidores criollos, por gente de origen nacional pero que sin lugar a equivocarnos podríamos calificar en ese aspecto de cipayos. La historia venezolana y de toda sur América y el Caribe no escapa de cualquier manipulación.

Piense el lector sobre cual fue el papel de los esclavos en la gran contienda política de la independencia. Dese cuenta que las decisiones de Bolívar en favor de ellos le trajo inconvenientes con los mantuanos, gente de su clase social. ¿Es qué Bolívar entraría alguna vez en contradicción con los sectores que lo eligieron repetidamente como conductor? ¿Es que sería Bolívar un sacrificado por su clase después de haberlo empleado, o simplemente hubiera podido imponer sus puntos de vista después de adquirida la independencia de las naciones liberadas en la lucha que él condujo? Sobre algunas de estas cuestiones verá el lector respuestas, algunas más detalladas, otras sólo muy superficiales. Obsérvese como en esta exposición hemos procurado no contagiarnos con los adjetivos usados por los historiadores a favor o en contra de Bolívar, de sus generales y eruditos de la emancipación, de las batallas y de las acciones jurídicas de esos personajes eminentes. Sin duda que son útiles los adjetivos, pero no hemos querido emplearlos con la utilidad que los avezados escritores buscan comúnmente. A los cultores ciegos del Libertador portadores de intenciones, conscientes o inconscientes, de usarlo para perturbar la comprensión de la historia, los adjetivos sirven para orientar a los lectores, para inculcarles valores de apreciación o sentimientos de aversión. Para ellos todos los libertadores son dignos de los mayores encomios y los españoles, siempre malvados, criminales o crueles; los patriotas, justos, responsables y comedidos y los adversarios, asaltantes, violadores, incendiarios. Estos adjetivos muchas veces evita comprender cómo la lucha por la independencia fue realizada por seres humanos, impulsados por la justicia o injusticia, a veces acertados o equivocados; y a veces llevados a los combates por propia voluntad o a la fuerza.

Las luchas de los colonialistas contra los colonizados adquieren siempre características muy crueles, porque los colonizadores inducen a los colonizados a las mayores violencias, de allí el Decreto de Guerra a Muerte que Bolívar se vio obligado a poner en vigencia en la ciudad de Trujillo el 15 de junio de 1813. No es posible entender la historia de la independencia de América Latina y del Caribe si no se coloca dentro del contexto universal de la lucha contra los colonialismos. El lector observará cómo hemos usado el término "colonialistas" como sinónimo de "realistas", también usado el de "colonizados" por "patriotas". Se trata simplemente de llamar las cosas por su nombre. La mayor parte de los historiadores venezolanos han escrito sobre la guerra de la independencia, olvidando citar que la lucha básicamente fue contra una gran empresa colonial por parte de España. Con mil artificios algunos escritores tratan de probar que se trató de una lucha contra la civilización de la España imperial y no contra la impugnación a la empresa colonial en nombre de la civilización. A propósito, ¡Qué fueron las Leyes de Indias si no unos documentos de dominación colonialista para someter a los indios; y a los africanos trasladados por la fuerza a América! Casi todos nuestros historiadores se eximen de citar a Fray Bartolomé de las Casas, quien no creyó en papeles sino en hechos, no defendió la teoría escrita si no que atacó la explotación realizada, no defendió a los colonialistas armados de espadas, cruces y papeles, sino a los indios asesinados y obligados a trabajar sin descanso en las minas, en las profundidades de las aguas marinas, en los páramos helados y en los llanos altamente cálidos.



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José M. Ameliach N.


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