Para caminar necesitamos echar la mirada, y la orientación, hacia adelante. Necesitamos también un horizonte; de otro modo todo se reduciría a darnos de cabeza contra las cosas. A menudo, nuestra realidad presente se comporta así: como un muro infranqueable, algo que nos impide avanzar. Nos sentimos encerrados, apabullados, sin un antes y un después, como un velero sobre las olas, a merced de cualquier viento.
La esperanza rompe ese cerco. Nos da luz y orientación. Es apertura y transformación del presente, de la realidad opresiva. Es un nuevo amanecer. Con su color y calor. Es el sol que borrará la noche. Podremos caminar hacia una meta, partiendo de un punto seguro.
La esperanza es el centro de la fe cristiana. Ancla que nos da fijeza y seguridad y, al mismo tiempo, imán que nos atrae e impulsa. La esperanza nos llama desde la raíz misma de nuestro ser. No sólo existen cosas esperadas; sino que sabemos que existen. Hoy, más que nunca, el hombre se siente lanzado a una realización ilimitada de sí mismo, se concibe radicalmente abierto al futuro…Si bien el mito del progreso ilimitado - material, tecnológico - está en fase decreciente; es decir, sentimos nuestros límites. Pero el hombre nunca coincide con su existencia concreta: aspira, se desenvuelve, se desarrolla, tiende a ser más.
Aún hoy, parece cierto que nuestro mundo, ahora mismo - momento que se repite cuando surge cualquier nueva crisis - es el de la pérdida de razones que le hagan soñar un futuro mejor que el presente que está padeciendo. Lo cual ha provocado y provoca una crisis de la esperanza, esa a la cual se refieren aquellos que, en el concierto social, tienen la misión de sostener el entusiasmo de los pueblos. El mundo padece un déficit de esperanza. En nuestra América, gracias a Chávez, Néstor Kirchner, Lula, Cristina; Evo, Correa, Daniel, se logro un renacer de la esperanza. Todos parecen haberse puesto de acuerdo: un nuevo mundo es posible en socialismo.
Yo tengo fe de un mundo nuevo de justicia que comienza a despertar. Fe. Que no es otra cosa que el anticipo de lo que se espera, prueba de realidades que no se ven. Es abrirse al futuro de Dios. Al futuro de los hombres. Es practicar las enseñanzas de Jesús. La esperanza, como la fe y el amor, es un don, un regalo. La esperanza proporciona fortaleza y nuevos motivos de apoyo para ejercer nuestras tareas temporales. El futuro de la esperanza de un mundo mejor y socialista no es el horizonte vacío de un esperar indefinido - como esperar un tren que nunca llegó - sino estar seguro que se logrará.
Debemos esperar que mejoren el hombre y la mujer en lo mejor de sí mismo, en el ser, más que en el tener, que todos nos hagamos menos insensibles al padecimiento de los otros; que cada día se nos vaya descubriendo más claramente el destino superior a que estamos llamados. Somos los hijos de Jesús. De Bolívar. De Chávez. La esperanza vive en la realización del próximo paso. La esperanza está en cada uno de nosotros y nos empuja al amor. A vivir con los demás el sueño del Socialismo del siglo XXI.
Por: José Aguiar - @jj_aguiar