No hay mayor virtud en el hombre, que ser fiel a una mujer, a un amigo y a una nación. Sin embargo, si hoy en Venezuela existiera una cuarta parte de la lealtad que en su tiempo se guardaron mutuamente los dos hombres que vamos a citar, sería una nación que no tendría igual en el mundo. Es sorprendente como el universo hoy avanza en las cosas tecnológicas y científicas, pero también, como ha retrocedido en el comportamiento de los seres humanos. Estimado lector, la intensión de reeditar el texto de las siguientes dos cartas, es para su íntima lectura y más profunda reflexión.
Bogotá, mayo 8 de 1830.
A S.E. el General Bolívar.
Mi General:
Cuando he ido a casa de Vd. para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso esto es un bien, pues me ha evitado el dolor de la más penosa despedida. Ahora mismo, comprimido mi corazón, no sé qué decir a Vd.
Más no son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Vd.; Vd. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa y me lisonjeo que Vd. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en toda circunstancia merecerlo. Adiós, mi General, reciba Vd. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Vd.
Sea Vd. feliz en todas partes, y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo,
Antonio José de Sucre
Turbaco, a 26 de mayo de 1830.
A S.E. el general Sucre.
¡Mi querido general y buen amigo! La apreciable carta de Vd., en que Vd. se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a Vd. le costaba pena escribírmela, ¿qué diré yo?, ¡yo que no tan sólo me separo de mi amigo sino de mi patria! Dice Vd. bien, las palabras explican mal los sentimientos del corazón en circunstancias como éstas; perdone Vd., pues, las falta de ellas y admita Vd. mis más sinceros votos por su prosperidad y por su dicha. Yo me olvidaré de Vd. cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y de Ayacucho. Vd. se complacerá al saber que desde Bogotá hasta aquí he recibido mil testimonios de parte de los pueblos. Este departamento se ha distinguido muy particularmente. El general Montilla se ha portado como un caballero completo.
Saludo cariñosamente a la señora de Vd. y protesto a Vd. que nada es más sincero que el afecto con que me repito de Vd., mi querido amigo,
Bolívar