No hay problema humano que no pueda solucionarse con el diálogo y quizá tampoco lo haya que pueda solucionarse sin él. Dialogar, en resumidas cuentas, no es más que buscar una verdad juntos, ya que la verdad de un problema, incluido el político como "problema", es el resultado de mirar a ese problema desde diversas perspectivas.
No basta querer dialogar, hay que saber dialogar. Yo quisiera cantar, pero no se cantar: total que acabo por no querer cantar. Si no se sabe dialogar, se acaba por no querer dialogar. Para poder y saber dialogar se necesitan 3 condiciones: actitud de diálogo, saber escuchar y saber responder.
Dialogar es buscar una verdad juntos, entonces es claro que la actitud fundamental es la de querer buscar esa verdad sobre todo y ante todo. Lo cual supone que yo todavía no la tengo o si la tengo, no estoy seguro todavía que esa sea la verdad. Como se trata de buscar la verdad juntos, razonar juntos, supone también que el otro puede tener la verdad o parte de la verdad. La primera condición para tener actitud de diálogo, es la de aceptar sinceramente, que yo puedo estar equivocado en todo o en parte y que el otro puede tener la razón en parte o en todo. Pero lo que la gente entiende por dialogar es el exponer su parecer y juicio sobre un problema y que el otro lo acepte por lo menos fundamentalmente, aunque estén dispuestos a dialogar sobre ciertos aspectos, hacer ciertas concesiones y reajustes accidentales.
La gente cuando dice que quiere dialogar sobre un problema, lo que quiere decir es que está dispuesto a cierto regateo en el precio del artículo, que lo hará un poco más barato o un poco más caro y es a este regateo a lo que llama dialogar. No se va, pues, a buscar la verdad, sino a imponer su verdad o, de antemano da por supuesto, que "su" verdad es "la" verdad y por eso para él se identifica el buscar "la" verdad con imponer "su" verdad. Y cuando el diálogo fracasa, él está convencido de que fracasó por culpa del otro, porque el otro no quiso reconocer la verdad que él sigue identificando con su verdad.
¿De dónde nos viene esta convicción que nos parece además sincera de que nosotros tenemos la razón y que el otro es el que está equivocado? Sencillamente de que en el diálogo nos pasamos mirando el mar desde el mismo lado y desde la misma perspectiva. Y naturalmente, si yo miro siempre una montaña desde el mismo lado y la misma perspectiva siempre veré lo mismo y eso es lo que hace que me siga convenciendo de que esa forma de ver la montaña es la verdadera y que por lo tanto estoy en la verdad. Pero para juzgar cómo es una montaña hay que mirarla desde todas partes y entonces puede ser que desde otro lado, la montaña esté llena de vegetación y no sea escarpada, sino de un suave declive. Contrario a mi vista que era árida. Sólo entonces podré llegar a una conclusión más matizada que no es, ni que la montaña es árida y escarpada, ni que es frondosa y de suaves declives, sino que la verdad de la montaña será el resultado de las diversas perspectivas que mutuamente se complementan.
Hay que ir al diálogo con la firme convicción de que la verdad de un problema es el resultado de mirarlo desde varias perspectivas. Yo solo tengo una perspectiva, tengo que completar lo que yo veo con la que ve el otro. "mi" verdad no es "la" verdad. Solo así será posible el diálogo.
Estoy convencido que el diálogo es un hecho revolucionario. Dialogar significa mirar el país desde diferentes visiones que representan a Venezuela. Para ir descubriendo la realidad que nos conduce a la verdad, que no es otra que la voluntad del pueblo expresada con su presencia y voz activa, como bien lo dice nuestra carta magna somos una democracia participativa y protagónica. El diálogo debe ser siempre en el marco del respeto a la constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Dentro de la constitución todo. Fuera de ella nada.