Las panaderías-patelerías deben ser reforzadas y especializadas.
La mona, mona se queda, aunque se vista de seda; ese es uno de los prejuicios populares que mejor podría traducir el engaño discriminatorio de los establecimientos de lujo en general, pongamos por caso el hotel 5 estrellas donde en realidad se estrellan muy fuertemente los bolsillos de todo infatuado, de todo ricachón, de todo presuntuoso, y hasta de todo y muy posible reservado en sus sitios hoteleros y afines, pero, particularmente se estrella allí todo aquel que para sí termina creyendo que eso lo hace muy importante, además de sentirse definitivamente desenganchado de la pobreza de donde probablemente vinimos todos, con inclusión de nuestra consanguineidad aristocrática, mantuana o burguesa porque al final de su arbolito genealógico, un ancestro más allá o más acá, tomó indebidamente o por la fuerza[1] lo que le sirvió como fortuna inicial sobre la cual y en lo adelante proclamó como su propiedad privada, diseñó un código judicial que se la protegiera y nombró unos gobernantes para unas instituciones afines que reafirmaran y defendiera esa propiedad, independientemente de su procedencia legal, legítima o usurpada y con un origen sobre la que dejó de averiguarse y que en su crecimiento ilimitado en su evolución muy poco se audita; una propiedad de cuestionable procedencia aunque personalísima y ni siquiera comparte con el Estado que lo alberga y protege, sino que, por el contrario, ese ¨pendejo" Estado se halla bajo su control, con las escasas diferencias que acusa desde hace unos 3 lustros el Estado Bolivariano.
El caso de las panaderías y pastelerías, sirve de ejemplo ya que estos negocios diversifican su oferta con tal de escapar de las regulaciones de precios señalados por un gobierno al que definitivamente no le paran. Los 4 panes que ofrecen a tempranas horas y a levado precio no ni 10% (mal estimado) de la demanda, lo que obliga al consumidor a aceptar como buenos los pasteles y tortas cuando falta el pan. Este es otro proverbio acuñado por esa vieja práctica tomada de la vieja y rancia Europa.
Las alcaldías deberían diversificar los permisos: unos para panaderías, y otros parea pastelerías; unos para farmacias, y otros para dulcerías y otros más para quincallerías.
Si antes no les importó el pueblo, hoy menos cuando equivocadamente creen que este Estado sea su enemigo y que la alta burguesía, a la que sueña con pertenecer, su amiguita del alma.
Una panadería con lujosos mobiliarios no añade una pizca de utilidad nutritiva al pan ofrecido, como tampoco unas herramientas bañadas en oro aportan más utilidad a los bienes con ellas producidas. El salero de oro 24 k utilizado por la burguesa familia de los Buddenbrook, de Thomas Mann, no hacía más sabrosa la sal que contenía, como la perla que usa el ridículo burgués para adornar el vino de su copa tampoco lo embriagaría más.
16/05/2016 08:15:41 a.m.
[1] Carlos Marx, cita a Goethe para señalar que la enseñanza de Dios-recogida en la Biblia- ha sido burlada por los explotadores, sean estos esclavistas, feudales o capitalistas. Es un hecho histórico que la figura de la herencia privada patrimonial ha sido transmitida generacionalmente sin solución de continuidad, con las excepciones impuestas por las masacres o guerras capitalistas mundiales. Toda propiedad privada de la clase explotadora suele crecer, mientras el reducido patrimonio de los proletarios tiende a extinguirse, con ligerísimas excepciones de bajo monto dinerario. Este es el caso, citado en el Libro Primero de El Capital, con algunas adecuaciones mías sólo con fines didácticos: El maestro de escuela pregunta: Dime, pues, apreciado niño, de dónde proviene la fortuna de tu padre rico… El alumno responde: Del abuelo; y el maestro repregunta: ¿y la de este? , a lo que el niño responde: Del bisabuelo. Y el maestro repregunta: Y la de este último? El niño termina diciéndole: La tomó.