Para los apocalípticos de la oposición, a los que se ha sumado cierto número de «chavistas» (afectado por las matrices de opinión emitidas en contra del gobierno de Nicolás Maduro, a propósito del acoso y las irregularidades sufridas por la economía nacional) la situación en Venezuela sería extremadamente inestable, lo que -según sus vaticinios, aupados, además, por Estados Unidos- conduciría a una guerra civil, si no son satisfechos por completo sus intereses políticos y económicos. Ello, por supuesto, es inmediatamente replicado y magnificado interesadamente desde mucho tiempo atrás por las distintas empresas de la información, principalmente extranjeras, estableciendo que las venezolanas y los venezolanos padecen las arbitrariedades de una dictadura inhumana a la cual sería preciso derrocar, sin importar el costo en vidas ni los medios a utilizar, incluyendo entre éstos una agresión militar directa del imperialismo gringo.
Éste podría ser -para muchos- el peor escenario por padecerse en Venezuela; no obstante, habría que advertir, en un sentido aún positivo, que el mismo es relativo, tomando en cuenta el temple mostrado por la población venezolana ante las adversidades inducidas por los grupos antichavistas a través del terrorismo, la violencia y el desabastecimiento sostenido de productos de primera necesidad.
El peor escenario posible sería, entonces, que los sectores populares optaran en lo adelante por abandonar cualquier posibilidad de participación política, repitiendo en algún grado lo observado electoralmente antes de 1998 cuando se registraron grandes porcentajes de abstención en cada uno de los comicios realizados. Esta sería una manera de deslindarse de los dos bandos políticos enfrentados, chavistas y antichavistas, en un gesto de protesta generalizado ante lo que representaría (en la visión popular) una lucha de élites poco diferenciadas en actitudes, ofrecimientos e intereses.
En consecuencia, para los sectores revolucionarios, lo que haga o deje de hacer el chavismo gobernante tendrá, sin duda, serias repercusiones respecto a la idoneidad de los ideales socialistas y la posibilidad de lograr un cambio estructural definitivo en Venezuela; sobre todo, si cunde la decepción y la frustración entre los sectores populares, los mismos que siempre respaldaron al Comandante Hugo Chávez y que enfrentan, por ahora pasivamente, las arremetidas de la derecha. Muchos de ellos entienden que si la gran mayoría del pueblo asume semejante deslinde, se estará perdiendo la oportunidad histórica de hacer la revolución y, con ella, de decidir un destino mejor para todos y todas, lo que podría incidir de un modo u otro en las luchas que libran los pueblos hermanos de Nuestra América.
Al contrario de algunos chavistas, para cualquier revolucionario comprometido esto es lo peor que llegaría a ocurrir en Venezuela, si se produce y evidencia un eventual desgaste de las esperanzas de los sectores populares en relación al gobierno de Nicolás Maduro y la construcción del socialismo, admitiendo así el fracaso difundido por la oposición, lo que contribuiría significativamente a reforzar (y confirmar) la propaganda de siglos en contra de la factibilidad de esta alternativa revolucionaria.-