La cabra de Josefita Camacho, "es mocha de los cachos, el rabo y las dos orejas".
Es parte de la letra de una gaita zuliana que se oye mucho en navidad y, en efecto, en su letra se hace alusión a las fiestas de fin de año. La letra no explica convincentemente por qué Josefita Camacho, dueña de la cabra, no acepta que la "agarren los muchachos", pues pareciera, según la letra, que sólo porque es mocha. De donde uno podría concluir que es loca, lo que siendo mocha por los cuatro costados, sería como algo normal. Es distinta a todas las demás y usualmente los "distintos, diferentes", son calificados de locos. Pero también parece lógico pensar, que por ser la cabra como es, los muchachos suelen cogerla de guachafita y eso la volvería loca y empezar a tirar cornadas imaginarias a diestra y siniestra, lo que hace una cabra loca. ¡Hay que ver lo que enloquece a cualquiera con esa muchachera atrás!
José Mujica, a quien por estos lares y desde el gobierno de manera especial se le ha tenido como compañero de ruta, revolucionario a carta cabal, quien a su estilo, como poéticamente, desdeñó a Almagro por su impertinente intromisión en los asuntos de Venezuela, diciéndole sólo "adiós", se le ha ocurrido la "locura" de calificar de "cabra loca" a Maduro y a los "demás", en referencia al sector opositor, por todo "lo que se dicen" mutuamente.
Digo "locura" de Mujica, porque se salió de su habitual estilo de filósofo y poeta que acostumbra calificar con arte y elabora sus discursos cual delicado orfebre. Tanto que le dice cosas muy serias e hirientes al capitalismo y sus líderes sin permitir que ellos sientan siquiera una puntada. Pero ahora no, olvidó los poetas barrocos, modernistas y los filósofos que hablan únicamente para ellos, las élites, y se vino por la calle del medio y llamó "cabra loca" a Maduro, los miembros del gobierno y hasta la misma oposición.
Si uno se atreve a interpretar literalmente a Mujica, diríamos que acusa a ambos bandos de andar tirando cornadas y pescozones sin orden ni concierto; o lo que es lo mismo, no saben qué dicen ni para dónde van.
Pero la "locura" de Mujica no llegó hasta allí. Sino que después de haberle dicho "adiós que te vaya bien", en el apropiado estilo gaucho, a Almagro, ahora censura a Maduro por haber calificado de traidor al Sec. General de la OEA, sustituto en el cabal sentido de la palabra de Insulza. Al defenderlo del presidente venezolano Mujica dice más o menos que "Almagro no es traidor sino agarrado estrictamente al derecho". Diré "sin teorizar mucho", pero prefiero "sin hablar pendejadas", que Mujica se volvió loco y loco dejó a uno, pues no se entiende otra cosa que salió negando la actitud injerencista de Almagro y su sintonía con el interés y el discurso gringo. Si antes a su modo le censuró. A menos que Mujica ironice, cosa que con frecuencia hace muy bien.
Pero Maduro, quien suele hablar mucho y en un tono que Oscar Schemell llama "epopéyico", por sus referencias persistentes a la historia, cuando la gente está pendiente de asuntos pedestres como el precio del pollo, azúcar, carne y arroz y nosotros le juzgamos como muy dado a acudir a la historia romántica al estilo Eduardo Blanco, lo que es la misma cosa, esta vez, al responder a Mujica, optó por el estilo de las novelas radiofónicas, también románticas y expresó:
-"Si, estoy loco de amor por Venezuela".
Al leer eso, uno lo menos que pudo decir para no ser juzgado de irónico y procaz, es que me pareció leer un fragmento de aquella excelente novela de Vargas Llosa, "La tía Julia y el escribidor". Nada de Félix B. Caignet o Corín Tellado, por balurdos.
Por ese impase o tanteo, tomando en cuenta que Mujica piensa bien lo que dice, por estos lares se desataron unos locos que ya comenzaron a contar historias que hablan mal de Mujica y la pertinencia de su liderazgo. Conducta por cierto nada extraña entre la parranda de locos que en Venezuela hacen de la política su habitual ocupación.
De todo esto, lo que puede ocurrir es que nos volvamos locos todos y la OEA, en lugar de aplicarnos la Carta Interamericana que diligencia Almagro ahora con esa alocada, si no es irónica referencia de Mujica, opte con la anuencia de UNASUR y CELAC, pues lo que es igual no es trampa, tirar una cerca a lo largo de las fronteras nuestras para encerrarnos. Es decir, declarar a Venezuela un manicomio. Como una vez Gómez sugirió hacer con el pueblo sucrense de Río Caribe.
En el caso venezolano todo haríamos lo mismo si tenemos como bueno el diagnóstico de Mujica. Además, lo que aquí se vive, es como para volver loco a cualquiera o "al más pintao".
Pero Mujica a quien siempre hemos respetado y aquí se le ha tenido como un oráculo, quizás de segunda, porque el de primera, aquel con respuestas a todo, menos para los problemas que hubo de enfrentar, con la referencia a Maduro y Almagro parece haber perdido la chaveta si no la brújula. Aunque Uruguay y sus gobiernos del Frente Amplio, sin que uno sueñe con pajaritas preñadas, sufra de desenfrenos y crea que las peras están bajitas, siempre culipandean más de lo debido. Esto lo dice quién sabe bien de los disparates y los cabezazos, cual cabras locas, de quienes creen que el socialismo está allí a la vuelta esperando que uno, disparado en carrera loca, le alcance. Alguien quien observa cómo, no por hacer, ojalá así fuese, sino por el exceso e innecesario verbalismo, gobernantes se ganan enemigos y abren frentes innecesarios. Alguien que está lo suficientemente loco para decir que el socialismo no es una mercancía que se compra, esconde la gente de Polar, ni se alcanza repartiendo sin cesar y sin nada a cambio. Como también que socialismo ni nada digno y vital se logra con un empresariado que no crea, invierte, arriesga sino quiere chulear al estado, engullirse el ingreso nacional y el producto del trabajo de todos. Tampoco clonando a cualquiera agarrado a lazo en empresario o gerente de empresa del Estado.
Después de todo aquel zafarrancho, Elías Jaua, quien no ha podido proteger a Miranda ni meterle a Capriles las cabras en el corral, pese las altas inversiones, viajó a Montevideo a intentar hacérselo a Mujica. Logró de este un saludo y la expresión de "nadie debe meterse en los asuntos de Venezuela y todos somos hermanos" que no es un discurrir de loco, sino un bien calculado saludo a la bandera.
La loquera, pienso yo, pareciera ser colectiva. Son locos de atar, peor que una simple cabra loca, quienes no entienden como el gran capital y sus capitanes, no sólo hacen lo posible por someternos, se ganan de adeptos a hijos de estas patrias que deberían unirse. Es loco quien en medio de una carencia de lo más elemental, como producto de políticas inadecuadas, en lugar de diseñar formas que unan para garantizar el futuro, nos meten en disputas con consignas que nada tiene que ver con la realidad y los problemas de las gentes. Loco es quien piensa que al pueblo se le satisface con lecos vacíos, desenfrenos emotivos y actos vanguardistas cargados de violencia. Tengo el socialismo como meta para la permanencia de la especie; y él, debe resultar de la unidad de nuestros pueblos. Pero no como excusa para dar vueltas en el canódromo tras de una presa que nunca alcanzaré pero me mantendrá ocupado y libre de preocupaciones. ¡Vuelto loco!
El lector sabrá excusarme, pero estoy en el centro del manicomio, no de visitante, sino porque esa vaina se pega.
Entiendo por qué Josefita Camacho le preocupa que a su "Cabra mocha", no la agarren de trapo sucio y la vuelvan más loca de lo que ya está, sin rabo, cachos y las dos orejas. ¡Y esa muchachera atrás!
Nota final: En mi artículo anterior, los duendes de los cuales hablaban los viejos linotipistas, pusieron la palabra "envasarse", en lugar de "embasarse", lo que motivó a José Agustín Piña, advertirme del error. Le doy mis gracias por este medio.