Quizás resulte ingenuo, osado y hasta altanero creer que, de uno u otro modo, el gobierno venezolano (en sus diferentes escalas) pueda prestar algún tipo de atención a los análisis, los consejos o las recomendaciones que hacen públicos a diario tanto revolucionarios como chavistas, preocupados por el rumbo seguido por el proceso revolucionario bolivariano en su etapa actual.
Si tal cosa no es posible, le bastaría a los representantes del chavismo en posiciones de gobierno recapitular sus respectivos programas de gestión, sobre todo en lo que respecta al cambio estructural y al poder popular, entendiendo que ambos son factores primordiales para lograr la revolución bolivariana socialista; de manera que esto contribuya a que exista una corresponsabilidad efectiva con las diferentes organizaciones comunitarias y/o populares para impulsar los cambios políticos, económicos, sociales y culturales que definirán esta revolución.
Por lo tanto, resulta incongruente que todavía se continúen solicitando nuevas acciones propositivas, sin antes verificar cuán exactamente se cumplieron, o dejaron de cumplir, aquellas que fueron promovidas bajo el liderazgo de Chávez, al igual que aquellas bajo Maduro, determinándose así cuáles han sido sus debilidades, fortalezas e inconsistencias durante su desarrollo.
Todo esto serviría para superar exitosamente la coyuntura por la que atraviesa el país, teniendo en cuenta que muchas de las iniciativas impulsadas por el Comandante Chávez no fueron abordadas y cumplidas adecuadamente por la gente designada para esta importante responsabilidad, dando lugar, en algunos casos, a hechos de corrupción y de despilfarro de recursos (totalmente condenables desde todo punto de vista) lo que impone dotarlas de una nueva visión y de unos nuevos ejecutores para su total consolidación.
Con esto, tanto chavistas como revolucionarios tendríamos que trabajar en conjunto para romper con la vieja cultura política que aún nos domina, con su secuela de sectarismo y su clientelismo político, heredada de adecos y copeyanos, cosa que se ha revertido en contra del gobierno y del proceso revolucionario bolivariano, resultando favorecida de esta forma la campaña demagógica montada por la oposición para culpar al gobierno de Maduro de todos los males causados por ella misma durante estos últimos tres años.
Por lo tanto, es una obligación moral ineludible que los chavistas y los revolucionarios demostremos una mejor disposición -indiferentemente de si aconsejamos o no a Nicolás Maduro y, junto con él, a toda la dirigencia y militancia chavista, o si los mismos lo soliciten- y nos encaminemos a desmontar realmente esta vieja cultura política, simultáneamente al desmantelamiento que se debe hacer del Estado burgués liberal todavía vigente. Sin ello en vía de concretarse, será una inmoralidad inaceptable que se le siga hablando al pueblo de revolución socialista si no existe ninguna disposición verdadera de llevarla a cabo.-