Hoy al ver los zapatos rotos de mi hijo, también observé a través del canal del "Estado", al presidente de la República, diciendo al mundo que nuestro país tiene las "reservas" más grandes de petróleo del planeta, mientras millones de venezolanos no pueden encontrar los medicamentos indispensables para sus necesidades de equilibrios neurológicos, orgánicos y biológicos, y observo médicos en huelga de hambre porque protestan la quiebra de los hospitales y sus condiciones de vida, al punto que hasta niños y ancianos han tenido que morir al no encontrar una simple pastilla o contar con sus tratamientos correspondientes.
Hoy al ver los zapatos rotos de mi hijo, fue posible escuchar a la canciller ataviada con ropa y carteras de marcas europeas, decir que Venezuela puede darle de comer a tres países juntos, mientras estoy viviendo un contraste que jamás tal vez imaginé vivir. Sabrá esa ministra que en la nómina del Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE), órgano del Estado que tiene unos 800 mil docentes (activos y jubilados), tengamos los docentes, como la mayoría del país que sobrevivir ganando un salario mínimo, en un país en el cual un tercio de esos ingresos representan el valor de un kilo de carne, el cual a lo sumo durará dos días en la nevera de una familia no mayor de cuatro personas; verbigracia, que millones de venezolanos ni siquiera podamos comer lo más básico y esencial.
Hoy al ver los zapatos rotos de mi hijo, también miraba en una "cadena" presidencial, la elocuencia verbal de sus protagonistas cuando señalaban que tenemos una geografía llena de oro, diamantes, coltán y piedras preciosas, ignorando que esa riqueza está ubicada en la amazonía, es decir, también en el mayor reservorio de flora, fauna y agua del planeta, así como de espectaculares formaciones precámbricas, espacios donde han vivido por siglos grupos indígenas, quienes en lo sucesivo correrán el riesgo de ver contaminados sus ríos con mercurio y pulverizada toda su naturaleza y formas ancestrales de vida, porque el gobierno venderá semejantes reservas de lo que han llamado "arco minero" a consorcios, internacionales, razón por la cual, el gobierno recibirá miles de millones de dólares para llevar adelante su seudo-revolución.
Hoy al ver los zapatos rotos de mi hijo, escuché al ministro de la economía, pidiendo "paciencia" a los venezolanos, quienes desde que Maduro llegó al poder, llevamos tres años en colas buscando alimentos básicos, mientras aumenta la inflación hasta niveles de convertir la moneda nacional en polvo cósmico, es decir, seguir condenando a una población a una perversa humillación, la cual incluso, pretenden manipularla con el hambre y la máxima necesidad, al obligar a los ciudadanos a tener que "censarse", y por consiguiente, que un burócrata decida quien debe y tiene que comer, porque ese gobierno decidió que ya no se venderán los escasos alimentos en supermercados y abastos.
Hoy, pude ver los zapatos rotos de mi hijo, al analizar que a pesar de contar con tres pregrados, una maestría y un doctorado, mis ingresos como profesor son parte de la inmensa mayoría de los venezolanos que nos hemos empobrecido durante el neototalitarismo madurista. Es una situación que no viven ni Maduro, ni Cabello, ni sus panegíricos civiles o militares, porque ellos son la casta privilegiada de un país al cual arrasaron traicionando las conquistas sociales logradas por Hugo Chávez.
Hoy, al ver los zapatos rotos de mi hijo, con mis ínfimos ingresos tengo que decidir entre darle de comer o evitar que ande descalzo. Es la pobreza que nos ha llegado en el decurso del siglo XXI en la Venezuela petrolera y con inmensas riquezas naturales, pero también llena de corruptos y agentes represores sobre una población que agoniza en su condición social, pero cuyos zapatos aunque también estén rotos, puede romper con cualquier vestigio de poder en un momento determinado. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.