Quienes fuimos parte del gobierno del presidente Chávez, en mayor o menor medida tenemos algún grado de responsabilidad en lo que hoy sucede. Pero quienes creyeron tener la razón desde la oposición y no lograron convencer a las mayorías también son copartícipes de lo que hoy es nuestra realidad. Aceptemos todos nuestros grados de responsabilidad y salgamos adelante.
Mi responsabilidad ante la historia es no haber sido más crítico de lo que he sido y de lo que soy, y no hacer todo el mayor esfuerzo posible porque las propuestas que defiendo lleguen a todos para el debate público.
Mi responsabilidad ayer fue no haber logrado, a pesar del esfuerzo, que el sector más demócrata y socialista del chavismo y del Psuv se impusiera legítimamente sobre el sector autoritario y stalinista, quizá era muy joven, pero no hay excusas, asumo mi responsabilidad.
Mi responsabilidad hoy es lograr rearticular las fuerzas más progresistas, en comunicación con el sentir popular y ciudadano, y aunque ando en eso, se que podríamos hacerlo más y mejor.
Nuestra culpa será no dejar un país digno para la vida a nuestros hijos y nuestros nietos, y esa culpa, tal como hoy muchos la viven, yo no la quiero vivir, y no pienso irme con ella.
Somos responsables de lo que hacemos y de lo que dejamos de hacer, y hoy pienso ser responsable del mayor esfuerzo por el diálogo entre los sectores más disímiles, serios y honestos de este país para lograr, de manera transparente, buscando puntos mínimos de acuerdo para salir de una crisis que este gobierno indolente y ajeno a las motivaciones que me hicieron ser parte del proceso revolucionario, nos empuja y obliga a vivir.
Chávez tuvo cosas buenas y malas en todo el proceso que acompañó dentro de la revolución a la que fuimos llamados. De las cosas buenas fundamentalmente la repolitización, la democratización de algunos espacios y el humanismo de sus políticas, y de las malas tuvo dos errores fundamentales de los que fue responsable: la permisividad ante la corrupción y la incapacidad de cambiar el modelo económico rentista, pero su responsabilidad no lo hace culpable de lo que hoy, tres años después de su muerte vivimos, los culpables de este desastre están vivos, y se llaman Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Cilia Flores, etc.
Ante todo este desastre, más y mejor democracia es el camino, y eso tampoco está en la MUD. Es por ello que un diálogo por fuera de la polarización (aunque estén personeros de estos dos bandos, los honestos que todavía quedan) de actores que tengan propuestas para salir de la crisis, aunque disímiles y de paradigmas antagónicos, es hoy imprescindible para lograr avanzar antes que el país se nos vaya de las manos.
No midamos responsabilidades de otros, pongamos nuestras culpas por delante y superémoslas para así avanzar en la construcción nacional de un nuevo y mejor camino, con lo bueno del pasado y la superación de todo lo malo, para sí ganarle una al conflicto, aún estamos a tiempo.