I
1948
Años después de hacerme marinero, indagué sobre la historia de la Escuela de Grumetes de la Armada Bolivariana, y encontré que había sido creada por decreto el 17 de febrero de 1937. En otras palabras, mi amada Escuela tiene la misma edad mía. Yo nací el 22 de julio de 1937. Funcionó, inicialmente, en un anexo a la Escuela Naval, en un edificio ubicado frente a los baños de Maiquetía. Contó con 53 alumnos, y dado la incomodidad, fue trasladada al ex trasporte "Zamora" en Puerto Cabello, hasta que volvió a su sede ampliada en el anexo a la Escuela Naval. De allí, pasó a lo que es su sede actual, en el Centro de Adiestramiento Naval en Catia La Mar.
En efecto, yo contaba con 11 años de edad. Vivía en Sabana Grande de Orituco, un pueblo olvidado en el mapa del estado Guárico. Ya se había instalado en mi mente un sueño: el sueño de salir del pueblo para estudiar mi primaria, y después que Dios decidiera mi destino. Pero también se había instalado en mi mente mi rebeldía. Una rebeldía no contra mis padres. No, nada que ver. Una rebeldía contra los factores que eran generadores de la pobreza en que me encontraba junto a mi madre y una hermana. Esos factores no los conocía. Pero en mi mente se revolcaban cosas que me decían que había culpables de nuestra pobreza. Era tal que desde los siete años comencé a trabajar como sirviente en una casa de un pudiente. Los maltratos recibidos me hicieron rebelde desde esa edad. Aprendí a leer y a escribir bajo una mata de una frondosa mata de mango, gracias a una mujer que fungió de maestra. Ese aprendizaje me abrió las ganas de estudiar. Así que le hice una carta a mi padre, quien vivía en Ocumare de la Costa, donde le urgía que me mandara a buscar, pues quería estudiar. Quiso Dios que se cumpliera mi petición. Llegué a Ocumare y comencé a estudiar segundo grado en la Escuela D´luyar. Pero al aprobar el cuarto grado me trasladé a Caracas, con el fin de trabajar en el día y estudiar en la noche.
II
Barrio 18 de octubre
Aterricé en una "vivienda" de mi hermano Luis Augusto, en el barrio 18 de Octubre (en conmemoración de la "revolución" del 18 de octubre impulsada por los adecos), en un rancho de tablas ubicado en el cerro arriba, casi cerca del cielo, "calle" Párate bueno, rancho sin numero. Lo de "párate bueno" era porque quien osará transitar por ese cerro tenía que pararse muy bien, si no quería rodar cerro abajo. E imagínese en tiempos de lluvia. Aquello era un tobogán de barro. Se pueden imaginar el por qué ese nombre. Trabajé en todo. Tenía 14 años. Una edad proclive para un desvío peligroso. Pero me mantuve centrado en mis ganas de estudiar. Así llegue a tener 16 años y medio. Y mi desesperación llegó al máximo, ya que no se me abría ninguna puerta para ingresar a alguna institución que me permitiera estudiar. Y salir hacia delante. Hasta que sucedió. Un día caminaba desorientado, rogando a Dios que sucediera algo, que recibiera una señal que cambiara mi destino. De pronto vi a un marinero. Caminaba orgulloso con uniforme blanco, su gorra y su corbatín marinero. Me acerqué a él, y le pedí que me diera información sobre aquello a lo que el pertenecía. Fue cuando oí por primera vez acerca de la Escuela de Grumetes. Me informó cómo tenía que hacer para inscribirme. Le oí con todo mí ser. Nada olvidé. Ni un solo detalle. Días después tenía entre mis manos el folleto prospecto para entrar a la Escuela de Grumetes. Había encontrado, por gracias de Dios, el camino que me conduciría al destino que me tenía guardado el Creador.
III
1954: Escuela de Grumetes
Corrían los meses iniciales de 1954. Contaba para la fecha con 16 años y seis meses. No sé como un día me encontré en el Centro de Adiestramiento Naval, en Catia La Mar, tratando de ingresar a la Escuela de Grumetes. La persona encargada de revisar los documentos, me dijo: "Tienes que esperar cumplir los 17, esa es la edad para entrar". Sentí que el mundo se me venía encima. Pero Dios estaba conmigo. Fue así que le dije a esa persona: "Hermano, me estoy muriendo de hambre, mi madre está muy lejos en un pueblito del estado Guárico. Te voy agradecer toda la vida, si me permites entrar". La persona me dejó pasar. Y fue así como me hice Grumete de la Armada. Mi cuerpo no cabía de tanta dicha y felicidad. Me parecía que estaba dando un paso importante en el cumplimiento de mi sueño. En efecto, el haber entrado a la Escuela de Grumetes mi destino tomó un rumbo inesperado. Mis padres nada sabían de mi decisión. Nadie lo sabía, sólo Dios y mi persona.
Allí, en ese espacio amplio, con amplias calles y un vasto terreno plagado de árboles para ejercicios de toda índole, comenzó la Escuela de Grumetes a transformar a un joven venido del llano, en la búsqueda de una vida y un futuro mejor. Recibe valores morales, como la disciplina y el amor la patria, así como estudios sobre los asuntos relativos a un futuro hombre de mar. Pasaron los meses, y cuando me tuve la transición de Grumete a marinero, me enviaron a Puerto Cabello, a la Corbeta Patria. Dejando atrás las barracas de dormitorio, el timbre a las 5 de la mañana, las formaciones, los castigos y las vivencias de un Centro maravilloso.
IV
Puerto Cabello
Mi vida como marinero tuvo sus comienzos en la Corbeta Patria. Una embarcación vieja y en vísperas de pasar al retiro. Había sido adquirida por nuestro gobierno al gobierno canadiense, junto a otras embarcaciones de su tipo, al terminar la II Guerra Mundial. Tan sólo se movía entre Puerto Cabello y La Guaira. Su capitán era un Tte. de Fragata, de edad madura, con grados retardados. Habían dos corbetas más: la Independencia y la Constitución. Ninguna de las dos podía navegar. Se contaba con el remolcador "Felipe Larrazábal, capitaneado por el Maestre de Primera Guanipa, un hombre curtido por el salitre, oriundo de un pueblecito orientar, según las informaciones. Su remolcador estaba en condiciones de navegar. También existía el viejo ex transporte "Capana", adquirido al gobierno de los Estados Unidos, usado en la II Guerra Mundial, "amarrado" a un muelle en La Guaira, que servía para que los Grumetes lo visitaran como entrenamiento. Mi matrícula era: 10.625, número que jamás he olvidado.
La vida en Puerto Cabello era única para mí. Los marineros llevamos una vida muy poco productiva. ¿Qué se podía hacer en una vieja Corbeta, de la segundo guerra mundial? Mantener su caldera y sus máquinas en las condiciones necesarias para moverse de vez en cuando a La Guaira. Mantener su color gris a fuerza de pintura, y pintar la casa del capitán en la Urbanización Rancho Grande, y mantener su jardín. Salir francos e irnos al burdel "La Barraca" de un viejo matrimonio canario, a las afueras de la ciudad. Donde bailábamos y tomábamos con las putas del lugar. Así pasaban los días y los meses. Hasta que me acerqué a los dos años de servicio. Allí comenzó mi desesperación. El sólo pensar en lo qué iría hacer en la calle, me perturbaba. Por más que era ya un hombre formado, disciplinado y con otra visión del mundo, sin embargo, presentarme ante mi madre y decirle "aquí estoy sin no me han visto", con las manos vacías y el corazón deshecho, desmotivado y sin tener donde agarrarme o a donde ir, era una verdadera tragedia para mí. Había cumplidos los 18 años, más unos meses. Opté por reenganchar por un año. Como era cabo primero, me ascendieron a sargento de segunda. Pero Dios no me había olvidado. Seguí apoyándome. Y sucedió el milagro. Llegó una comunicación a la Corbeta Patria, donde se exhortaban a los marineros que tuvieran sexto grado aprobado a pasar a la Escuela de Sub-Oficiales Profesionales de la Armada, ubicada en el mismo Centro de Entrenamiento, donde había comenzado mi vida como Grumete, luego como marinero. Corrían los meses de 1957. Un año después, me estaba graduando de Maestre de 3ra. Posteriormente me enviaron al Destructor Zulia.
V
El Destructor ARV "ZULIA" D-21
El ARV "ZULIA" D-21, fue adquirido por el gobierno nacional al gobierno inglés, y construido en el astillero británico Vickers Armstrong Company Limited Barrow-in Furness. Fue botado al agua el 29 de junio de 1953, entró en servicio el 14 de febrero d 1956, reparado en el mismo artillero en 1959, y posteriormente hundido, junto a sus hermanos, El Nueva Esparta y El Aragua. Fue en El "Zulia" donde me hice verdaderamente marinero, como integrante del equipo de máquinas. Viajé mucho. Inglaterra, Estados Unidos, Portugal, Puerto Rico, entre otros países. Por cierto, me bautizaron a mí llegada al "Zulia", con esta perla: Estando en mí camarote descansando, oí a fuera una pelea entre dos marineros. Salí, los tranquilicé y le pase una "Nota" al culpable. Dos horas después me llamaron a la cubierta principal. Un Maestre superior me entregó un chicote (una madeja de mecate tejido) y me dijo: "Dale a este carajo, 15 chicotazos como castigo". Esa orden me golpeó en lo más profundo de mí ser. Pegarle a un hombre indefenso, con un chicote, por tan sólo haberle encontrado peleando con otro compañero… No entendía aquello. Me pareció una barbarie. Así que tomé el chicote en mis manos, me lleve al marinero para mi camarote, y le dije: "No te voy a pegar con esta vaina. Sales a la cubierta haciéndote el adolorido, y me guardas el secreto". Así lo hizo. Y así pase mi primera prueba. Nunca lo olvidaría.
VI
La Escuela de Grumetes
Cierro mis reflexiones sobre mí amada Escuela de Grumetes con lo siguiente: Hace 79 años nació esta institución. 18 años después de su creación entré a sus predios. Allí recibí una formación integral, donde se incluyó valores, respeto, conocimientos sobre la labor de un marinero. Aprendí a querer a mi escuela y a mi país. Hoy día su misión es la misma: formar hombres útiles a la patria. El lugar es el mismo, pero las instalaciones son otras, acordes con los adelantos tecnológicos, y con las necesidades de la Armada Bolivariana. Allí se forman los hombres que luego pasan a prestar servicio en las modernas unidades navales, que surcan los mares llevando un mensaje de paz a países hermanos. Hoy, cuando me acercó al cumplimiento de mis 80 años, soy un periodista egresado de la Universidad Central de Venezuela, y oficial de nuestra Armada, gracias al Comandante Supremo de la Revolución, Hugo Rafael Chávez Frías, y a los oficiales superiores de nuestra gloriosa Fuerza Armada Bolivariana. Me siento orgulloso de haber dado mis primeros pasos, en la búsqueda de un sueño, en mí amada Escuela de Grumetes: formadora y forjadora de hombres útiles a la patria. Juro que si retrocediera mi tiempo volvería a ser Grumete…
GRUMETE
Por Teófilo Santaella
¿Qué buscas grumete en el mar?
en el mar profundo de tu ausencia
porque bebes cuando llegas a puerto
y por qué amas con la misma frecuencia.
Me tocó ser grumete siendo joven
mi vida la entregué al navegar
en cada puerto un amor dice el poeta
una estela de lloro sólo al pasar.
Grande el amor que dejo en tu recuerdo
grande la ola que me enviste sin mirar
las estrellas lloran de inmensa tristeza
cuando parto bajo tu profundo soñar.
Grumete eres libre
libre como el viento
libre como las olas del mar
libre como estos versos, y
buscas en el puerto una sirena
y te hundes en su perfume
hasta el amanecer.
Tomas el mar por asalto
en paz y pleno de esperanza
alzas tu mirada al cielo para
Adivinar la intención del tiempo
y su premonitorio antojo.
Te formaron para el mar
Para vadear las olas que te acosan
Pero hoy son parte de tu vida
Y sin ellas no puedes respirar.
Yo soy como tú, soñador empedernido
lobo de mar en mis sueños
amante de la mujer engreída,
que nos despide con tristeza, y
nos recibe con besos en la venida.
Un grumete no tiene límites,
puede surcar los cielos a su antojo,
o sobre volar la superficie del mar
para escrutar la oscura profundidad
que guarda los secretos de los
dioses borrachos de sueños.
Un grumete es un hombre de mundo.
Conoce la geografía sin puntos ni rayas.
Es un águila que vuela alto, o un pez que
nada en un mar sin orillas, sin final.
Un grumete es un hombre de la patria.
Listo para defenderla de las asechanzas
del tiburón.