Mucha confusión "reina" en el país tanto en algunos líderes de la derecha vulgar, así como en muchísimos de la izquierda teorética.
De entrada, la lucha social es una constante en todos los sistemas clasistas, pero actualmente, con un modo burgués capitalista o decadente a nivel mundial, nuestras contrariedades tienen tiempo que son antagónicas. Este antagonismo deja irremediablemente a un lado todo tipo de conciliaciones, llámense pactos, diálogos o estabilizaciones sociales transitorias porque sencillamente el antagonista no puede digerirlas, se muestra inflexible en esta fase agónica e imperialista de por sí.
Como guerra estructural o económica, valga el pleonasmo, los beligerantes son: el Poder Económico, sus apologistas y sus personalidades ejecutivas como son los fabricantes, intermediarios y banqueros de la clase burguesa, respaldados por la mayoría de los ingenuos, domesticados y alienados proletarios integrantes de la acientífica clase media burguesa.
Sus contrarios, hoy antagónicos pero de baja intensidad, son los líderes del gobierno que asumen tareas propias de los proletarios más conscientes de su papel en la presente revolución parasocialista, y los mismos proletarios que los acompañan y a quienes se suele llamar izquierdistas, y en número que apenas superan a los proletarios carentes de consciencia de clase a quienes se les envuelve indebidamente con el "cognomento" de derechistas.
En consecuencia, ante un tratamiento equivocado al confundirse guerra política, que es convencionalmente la expresión de una lucha de contrarios[1] pre antagónicos, con guerra económica estructural, que es la que sabe hacerle frente directo a los intervencionismos de gobiernos adversos, ante esa confusión, decimos, el Estado viene asumiendo e implementando todo tipo de bienintencionadas estrategias económicas que más bien son estructuralmente políticas, misma medidas que siguen respondiendo al viejo Estado burgués de tiempos de armonía clasista entre explotadores y explotados, entre capitalistas y gobiernos aliados.
Así, pues, el Estado trata de asumir una guerra mediática que sólo palia insuficientemente la poderosa fuerza mediática del poder económico privado. No decimos que no sea útil la mediática gubernamental, pero ella siempre será insuficiente, siempre se hallará en desventaja.
El Estado Implementa instituciones financieras públicas que tampoco logran frenar el poder burgués como lo tiene la banca privada[2]. Por ejemplo, una gruesa suma del gasto público sigue siendo canalizada a través de la banca privada. Los comerciantes siguen gozando de autorización para ejercer el libre comercio al detal, al mayoreo y fabril a pesar de denunciarse insistentemente que algunas empresa están abiertamente comprometidas con estas escaramuzas belicosas de la guerra estructural, tales como el acaparamiento, el desvío de mercancías con fines bachaqueriles, etc., y sin que Fiscalía ni Tribunal alguno pueda, por iniciativa propia, tomar y ejercer los correctivos que correspondan porque sencillamente siguen siendo instituciones que cargan con la impronta "proteccionista" del Derecho Burgués que de hecho y derecho sigue, vigente.
Asimismo, el Estado intenta frenar semejantes ataques belicosos estructurales con los CLAP, por ejemplo, pero no ha logrado improvisar, con la celeridad, extensión e intensidad los cuadros de batalla que no cuenten con infiltrados del numeroso personal proletario que sigue haciendo vida en las instituciones burocráticas del país y hasta de nuestras Embajadas y Consulados.[3]
No puede ni podrá hacerlo mientras no logre deslindar la guerra estructural de la lucha política, esa de dimes y diretes, de tolerar, otro ejemplo: la banca privada, luego de hacer sus correspondientes estudios de rentabilidad optará por suprimir cajeros automáticos. Si por ahora las colas bancarias son inevitables, os obvio que pronto irían que chutan.
Repetimos: Si es Estado no interioriza la identificación de esta guerra como una lucha antagónica, en la base o piso económico, serán más largas las posibles victorias en una guerra "Superestructural" que perfectamente serían vencidas por un contrario antagónico que se halla respaldado por la clase capitalista internacional.
Creemos que la soberanía constitucional permite, dentro de ese marco, tomar medidas más urgentes con las empresas básicas.
Por empresas básicas debemos entender la banca no nacionalista, abiertamente servil al capital internacional, las empresas de alto giro económico, los intermediarios de alto rango comercial. Una empresa es básica no necesariamente es aquella del suministro eléctrico, por ejemplo. Este tipo de empresa sólo se diferencia de aquellas por la contundencia temporal de su mala praxis, pero, por ejemplo, un gran apagón nacional afectaría a todos los trabajadores y no trabajadores-empresarios-por igual, mientras que el control de una empresa de alta importancia económica sólo afectaría puntualmente a sus dueños y mayores accionistas.
[1] Se trata de pactos constitucionales amparados por leyes meramente burguesas administradoras y garantizadoras del patrimonio burgués, de sus liebres actuaciones, etc.
[2] Toda la banca privada se halla permanentemente soportada por la banca transnacional, habida cuenta de que los intereses capitalistas son universales por naturaleza propia, porque ningún banco financiero burgués conoce de lo que el Estado nuestro sigue llamando "Patria".
[3] Uno de los honorable embajadores acaba de abogar para que algunos poderes abiertamente inconstitucionales en su praxis jurídica y legislativa sigan incólumes, tal como lo hizo otrora al poner en libertad plena la misma noche del 13/4/2002 a soldados representantes de ese ejercito propio de la guerra estructural que nos ocupa.