Tal
vez, si el artículo no hubiese sido escrito por un sacerdote, hubiera
pasado desapercibido, porque su contenido es tan parecido a todos los
que se publican venidos de las manos de ideólogos que defienden a capa
y espada el sistema político burgués de democracia representativa y que
nada se les escapa para atacar al gobierno de todos los males habidos y
por haber, y no son tan promocionados como el del padre Ugalde.
El
padre Luis Ugalde opina en política como sacerdote, como político y
como gerente. Está en su pleno derecho y pleno deber. Sin embargo, al
opinar de “pluralismo democrático” para el ejercicio
del gobierno, no debemos olvidar que si alguna institución en el mundo
niega en nivel extremo la representatividad y la participación para
elegir la máxima autoridad de
su Estado es, precisamente, la Iglesia. El Papa es elegido sólo por los
cardenales aptos para el ejercicio del voto; no se permite la
injerencia de nadie en un proceso completamente clandestino a los ojos
del mundo, que sólo éste se entera cuando sale el humo blanco que
anuncia al público el resultado de la decisión secreta; y mil millones
de feligreses quedan al margen del proceso electoral, donde ni siquiera
se acude a la consulta de arzobispos, monseñores u obispos y menos de
sacerdotes. Y, de otra parte, el Papa gobierna (religiosa y
políticamente) hasta su muerte, salvo que antes resulte incapacitado
por alguna lamentable enfermedad que lo deje en vida vegetativa. Para
ningún sacerdote o creyente de la Iglesia, el poder del Papa le resulta
autoritarismo y, mucho menos, una injusticia el lujo en que vive
contrariándose la enseñanza que pregonó Jesús. Los comunistas se han
ocupado de analizar y fijar opinión sobre la religión, pero no se han
dedicado a andar criticando y especulando, por oportunismo u oposición,
ni la forma de elegir al Papa ni la manera de ejercer su gobierno,
porque han respetado el
derecho a la autodeterminación del Estado Vaticano. Sería ridículo que
un comunista planteara que el Papa debería vivir en un rancho debajo de
un puente sólo alimentándose de pan y agua, como igual lo sería que un
religioso planteara que el presidente de un gobierno revolucionario lo
hiciera en una carpa cerca de un botadero de basura, porque así es más
creíble que lucha y gobierna por la igualdad social.
En el artículo, el padre Luis Ugalde, destaca, como condición indispensable para intentar
justificar sus críticas al gobierno venezolano, los valores superiores: la
vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la
democracia, la responsabilidad individual y social, la preeminencia de
los derechos humanos, la ética pública y el pluralismo político.
En
verdad esos son valores superiores (a excepción del burdo pluralismo
democrático) que han sido irrespetados, con alevosía y premeditación,
desde que la propiedad privada de los medios de
producción nació para no reconocérselos a la mayoría de la humanidad.
La misma Iglesia los violó incluyéndolos todos, por lo cual el Papa
Juan Pablo II, con mucha valentía, solicitó al
mundo que se le perdonase por todos los crímenes que, en nombre de Dios
y de la libertad, cometió bajo su terrorífico régimen de la
Inquisición. Sin embargo, no sería justo juzgar a la Iglesia actual por
lo que hizo durante la Inquisición, sino por su pensamiento y obra en
el presente. Aunque, ni el padre Ugalde ni ningún otro, podría negar
que, por lo menos, la alta jerarquía de la Iglesia actual se ha
divorciado de los principios originales que le dieron nacimiento al cristianismo.
Las denuncias y luchas de muchos sacerdotes y unos cuantos obispos
planteando la vuelta de la Iglesia a su comportamiento originario es
una prueba que testimonia el revisionismo predominante a los ideales de
Jesús.
Pero
no es de la Iglesia que debemos ocuparnos para concebir el contendido
del artículo del padre Luis Ugalde como una crítica al gobierno
venezolano, mostrando una parcialidad hacia los sectores que siempre
han negado los valores superiores a los pobres.
Confieso,
me crea o no el padre Ugalde, que este artículo lo he escrito sin nada
que se interprete como una defensa del presidente Chávez, porque no se
trata de un personaje, sino de una concepción de la vida, por un lado,
y, de otro, de un sistema político que debe corresponderse con la
anterior. Un partido o un líder se pueden equivocar en sus políticas,
pero el pensamiento global de una clase permanece intacto en cuanto a
búsqueda de su objetivo final. Hitler se equivocó y erró feamente al
querer hacer rendir a sus pies de raza “pura” el mundo entero, pero la
burguesía alemana jamás ha modificado la esencia de su pensamiento en
creer que la propiedad privada es la única manera que permanezca el
predominio del capitalismo en la sociedad. Stalin se equivocó y erró
feamente al creer que el socialismo se podía construir felizmente en un
solo país, pero el proletariado ruso nunca ha perdido la esperanza que
un día se producirá la redención del mundo entero. Un Papa Pío se
equivocó y erró feamente al bendecir, en nombre de Dios, al fascismo,
pero la mayoría de los feligreses siguen creyendo que el Ser Supremo
creó al mundo para que todos viviésemos en verdadera justicia social y
amando al prójimo como a sí mismo.
El mundo viene siendo dominado desde hace más de dos siglos
por un capitalismo que tiene como uno de sus principios el pluralismo democrático.
En eso, entre pocas cosas, se diferencia de los regímenes esclavista y
feudal. La Iglesia lo sabe y así lo ha apoyado, salvo excepciones
conocidas en el mundo entero.
La
Revolución Burguesa, usted lo sabe padre Ugalde, aprobó la Declaración
de Derechos del Hombre y del Ciudadano, argumentando que <<Los hombres nacen libres y son libres e iguales en derechos>>. Por <derechos>
entandamos los valores superiores que usted destaca en su artículo.
Ahora, siendo sinceros, respondamos en ¿qué lugar del mundo esos
derechos se han respetado al pie de la letra por el capitalismo? ¿Cree
usted, padre Ugalde, que en Estados Unidos, se respetan? ¿Cree usted,
de verdad verdad, la Iglesia ha hecho lo suficiente para que esos
derechos se respeten sagradamente en el mundo entero? No olvidemos que
el mismo Papa Juan Pablo II, calificó al capitalismo actual como salvaje. No sé, padre
Ugalde, si también usted así lo denomina. Y no se nos escape que al
mismo tiempo de la declaración de esos derechos, se proclamó como
sagrado e inviolable el derecho de propiedad privada sobre los medios
de producción. De entrada, padre Ugalde, eso es una grotesca violación
a los “valores superiores”. ¿Lo es o no lo es?
¿Qué ha sido la democracia plural y quiénes han sido sus beneficiados? No existen “derechos” sin “deberes”, pero la propiedad privada ha hecho que éstos existan sin aquellos, precisamente con el cuento de pluralismo democrático.
El capitalismo gobierna, cierta y esencialmente, en forma de pluralismo
democrático, donde el voto universal y secreto se tiene como el factor
que decide la representatividad, pero nunca la participación en las
escalas del Estado. No existe ninguna nación en el mundo donde por
elección se elijan a los ministros, los generales, los jueces, los
jefes de policía, la directiva de un Congreso o Asamblea Nacional. Eso
compete, por regla general, al partido político de gobierno y a la
primera autoridad del Estado. Algo semejante sucede con el nombramiento
de un obispo, arzobispo o cardenal, que es mucho más de autoritarismo
que de democracia, porque depende exclusivamente del Papa, donde ni
siquiera existe necesidad de consultar al cuerpo cardenalicio. Eso no
se discute.
Detrás del pluralismo democrático, gobernándole, está la ley del embudo: lo ancho para la burguesía y lo angosto para el pueblo; es decir, democracia para los explotadores y opresores y dictadura sobre los explotados y oprimidos.
Eso es todo. No existe necesidad ni de mentirnos ni de mentir a los
demás. La Comuna de París de 1871, justo por respetar sagradamente el
pluralismo democrático burgués, en menos de tres meses fue sacrificada
y derrocada, pagando un altísimo costo en vidas humanas, en torturas,
prisión, ostracismo, por no haber ejercido con suficiente autoridad el
poder político. Y eso, significó un retraso histórico de siglos para la
humanidad. El gobierno más democrático que haya conocido la historia
humana fue el de la Revolución de Octubre de 1917, que le garantizó,
aun en pleno ardor de una guerra que se le hizo desde el exterior como
desde su interior, la democracia a millones y millones de personas que
nunca antes habían tenido oportunidad de expresarse para que un
gobierno les escuchase sus opiniones, les incentivase a organizarse y
tomar decisiones que terminaban siendo de obligatorio cumpli8miento
para el gobierno. Que luego de setenta años eso quedó derrumbado por
completo, es harina de otro costal que tiene su explicación y que no es
de preferencia hacerlo en este artículo, pero eso nada tiene que ver
con lo que los ideólogos especuladores de oficio han creído descubrir
como el rotundo fracaso del socialismo y la pérdida de toda vigencia
del marxismo.
La
democracia plural es una espada de doble filo, donde el más cortante
roza permanentemente con el cuello del pueblo. La democracia verdadera
tiene una sola cara: esa que en verdad garantiza que una sociedad se
organice y se administre por sí misma. Pero para llegar a esa fase, es
necesaria la dictadura de la clase que lleva en su entraña la
construcción de una nueva formación económico-social. Eso lo enseñó,
para no ir muy lejos, la burguesía que al
implantar su dictadura estableció la democracia para ella y la
dictadura sobre sus enemigos. El tan cacareado pluralismo democrático,
como sistema político de gobierno, no puede estar por encima y
contrariando los intereses económicos de la clase dominante como
tampoco lo están ni el derecho ni la moral -como ideologías de clase-.
¿Aceptaría la Iglesia católica, apostólica y romana que los comunistas
le nombrasen un Papa musulmán, judío o budista o simplemente uno de sus
feligreses?
Padre
Ugalde, discúlpeme si esto le parece extremo y le resulta un pecado de
mi parte, pero la democracia política será verdadera, como fuente de
inspiración participativa y organizativa de una sociedad que aprenderá
administrarse por sí misma, cuando desaparezca el pluralismo
democrático que ha favorecido a la minoría, que detentando poder
económico goza del derecho de explotar y oprimir a la mayoría. Eso se
logrará en el socialismo. Igual se podría decir que para producirse una
verdadera transformación en la Iglesia es necesaria que la democracia
la disfruten los feligreses, los sacerdotes y las monjas para decidir
su destino, y no el “pluralismo democrático” que deja en manos del Papa
todas las decisiones a nivel mundial, y de los cardenales a nivel
nacional, y de los obispos a nivel regional.