El "Estado democrático" del padre Ugalde

 El artículo el “Estado democrático” del padre Luis Ugalde, aparecido en El Nacional del jueves 22 de junio, se convirtió en un bet sellers de la opinión enemiga del gobierno. Había que sacarle punta y provecho hasta donde alcanzara la oportunidad que para ello brindan grandes medios de comunicación social.

Tal vez, si el artículo no hubiese sido escrito por un sacerdote, hubiera pasado desapercibido, porque su contenido es tan parecido a todos los que se publican venidos de las manos de ideólogos que defienden a capa y espada el sistema político burgués de democracia representativa y que nada se les escapa para atacar al gobierno de todos los males habidos y por haber, y no son tan promocionados como el del padre Ugalde.

El padre Luis Ugalde opina en política como sacerdote, como político y como gerente. Está en su pleno derecho y pleno deber. Sin embargo, al opinar de “pluralismo democrático” para el ejercicio del gobierno, no debemos olvidar que si alguna institución en el mundo niega en nivel extremo la representatividad y la participación para elegir la máxima autoridad  de su Estado es, precisamente, la Iglesia. El Papa es elegido sólo por los cardenales aptos para el ejercicio del voto; no se permite la injerencia de nadie en un proceso completamente clandestino a los ojos del mundo, que sólo éste se entera cuando sale el humo blanco que anuncia al público el resultado de la decisión secreta; y mil millones de feligreses quedan al margen del proceso electoral, donde ni siquiera se acude a la consulta de arzobispos, monseñores u obispos y menos de sacerdotes. Y, de otra parte, el Papa gobierna (religiosa y políticamente) hasta su muerte, salvo que antes resulte incapacitado por alguna lamentable enfermedad que lo deje en vida vegetativa. Para ningún sacerdote o creyente de la Iglesia, el poder del Papa le resulta autoritarismo y, mucho menos, una injusticia el lujo en que vive contrariándose la enseñanza que pregonó Jesús. Los comunistas se han ocupado de analizar y fijar opinión sobre la religión, pero no se han dedicado a andar criticando y especulando, por oportunismo u oposición, ni la forma de elegir al Papa ni la manera de ejercer su gobierno, porque han respetado  el derecho a la autodeterminación del Estado Vaticano. Sería ridículo que un comunista planteara que el Papa debería vivir en un rancho debajo de un puente sólo alimentándose de pan y agua, como igual lo sería que un religioso planteara que el presidente de un gobierno revolucionario lo hiciera en una carpa cerca de un botadero de basura, porque así es más creíble que lucha y gobierna por la igualdad social.

En el artículo, el padre Luis Ugalde, destaca, como condición indispensable para intentar justificar sus críticas al gobierno venezolano, los valores superiores: la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad individual y social, la preeminencia de los derechos humanos, la ética pública y el pluralismo político.

En verdad esos son valores superiores (a excepción del burdo pluralismo democrático) que han sido irrespetados, con alevosía y premeditación, desde que la propiedad privada de los medios de producción nació para no reconocérselos a la mayoría de la humanidad. La misma Iglesia los violó incluyéndolos todos, por lo cual el Papa Juan Pablo II, con mucha valentía,  solicitó al mundo que se le perdonase por todos los crímenes que, en nombre de Dios y de la libertad, cometió bajo su terrorífico régimen de la Inquisición. Sin embargo, no sería justo juzgar a la Iglesia actual por lo que hizo durante la Inquisición, sino por su pensamiento y obra en el presente. Aunque, ni el padre Ugalde ni ningún otro, podría negar que, por lo menos, la alta jerarquía de la Iglesia actual se ha divorciado de los principios originales que le dieron nacimiento al  cristianismo. Las denuncias y luchas de muchos sacerdotes y unos cuantos obispos planteando la vuelta de la Iglesia a su comportamiento originario es una prueba que testimonia el revisionismo predominante a los ideales de Jesús.

Pero no es de la Iglesia que debemos ocuparnos para concebir el contendido del artículo del padre Luis Ugalde como una crítica al gobierno venezolano, mostrando una parcialidad hacia los sectores que siempre han negado los valores superiores a los pobres.

Confieso, me crea o no el padre Ugalde, que este artículo lo he escrito sin nada que se interprete como una defensa del presidente Chávez, porque no se trata de un personaje, sino de una concepción de la vida, por un lado, y, de otro, de un sistema político que debe corresponderse con la anterior. Un partido o un líder se pueden equivocar en sus políticas, pero el pensamiento global de una clase permanece intacto en cuanto a búsqueda de su objetivo final. Hitler se equivocó y erró feamente al querer hacer rendir a sus pies de raza “pura” el mundo entero, pero la burguesía alemana jamás ha modificado la esencia de su pensamiento en creer que la propiedad privada es la única manera que permanezca el predominio del capitalismo en la sociedad. Stalin se equivocó y erró feamente al creer que el socialismo se podía construir felizmente en un solo país, pero el proletariado ruso nunca ha perdido la esperanza que un día se producirá la redención del mundo entero. Un Papa Pío se equivocó y erró feamente al bendecir, en nombre de Dios, al fascismo, pero la mayoría de los feligreses siguen creyendo que el Ser Supremo creó al mundo para que todos viviésemos en verdadera justicia social y amando al prójimo como a sí mismo.

El mundo viene siendo dominado desde hace más de dos siglos por un capitalismo que tiene como uno de sus principios el pluralismo democrático. En eso, entre pocas cosas, se diferencia de los regímenes esclavista y feudal. La Iglesia lo sabe y así lo ha apoyado, salvo excepciones conocidas en el mundo entero.

La Revolución Burguesa, usted lo sabe padre Ugalde, aprobó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, argumentando que <<Los hombres nacen libres y son libres e iguales en derechos>>. Por <derechos> entandamos los valores superiores que usted destaca en su artículo. Ahora, siendo sinceros, respondamos en ¿qué lugar del mundo esos derechos se han respetado al pie de la letra por el capitalismo? ¿Cree usted, padre Ugalde, que en Estados Unidos, se respetan? ¿Cree usted, de verdad verdad, la Iglesia ha hecho lo suficiente para que esos derechos se respeten sagradamente en el mundo entero? No olvidemos que el mismo Papa Juan Pablo II, calificó al capitalismo actual como salvaje. No sé,  padre Ugalde, si también usted así lo denomina. Y no se nos escape que al mismo tiempo de la declaración de esos derechos, se proclamó como sagrado e inviolable el derecho de propiedad privada sobre los medios de producción. De entrada, padre Ugalde, eso es una grotesca violación a los “valores superiores”. ¿Lo es o no lo es?

¿Qué ha sido la democracia plural y quiénes han sido sus beneficiados? No existen “derechos” sin “deberes”, pero la propiedad privada ha hecho que éstos existan sin aquellos, precisamente con el cuento de pluralismo democrático. El capitalismo gobierna, cierta y esencialmente, en forma de pluralismo democrático, donde el voto universal y secreto se tiene como el factor que decide la representatividad, pero nunca la participación en las escalas del Estado. No existe ninguna nación en el mundo donde por elección se elijan a los ministros, los generales, los jueces, los jefes de policía, la directiva de un Congreso o Asamblea Nacional. Eso compete, por regla general, al partido político de gobierno y a la primera autoridad del Estado. Algo semejante sucede con el nombramiento de un obispo, arzobispo o cardenal, que es mucho más de autoritarismo que de democracia, porque depende exclusivamente del Papa, donde ni siquiera existe necesidad de consultar al cuerpo cardenalicio. Eso no se discute.

Detrás del pluralismo democrático, gobernándole, está la ley del embudo: lo ancho para la burguesía y lo angosto para el pueblo; es decir, democracia para los explotadores y opresores y dictadura sobre los explotados y oprimidos. Eso es todo. No existe necesidad ni de mentirnos ni de mentir a los demás. La Comuna de París de 1871, justo por respetar sagradamente el pluralismo democrático burgués, en menos de tres meses fue sacrificada y derrocada, pagando un altísimo costo en vidas humanas, en torturas, prisión, ostracismo, por no haber ejercido con suficiente autoridad el poder político. Y eso, significó un retraso histórico de siglos para la humanidad. El gobierno más democrático que haya conocido la historia humana fue el de la Revolución de Octubre de 1917, que le garantizó, aun en pleno ardor de una guerra que se le hizo desde el exterior como desde su interior, la democracia a millones y millones de personas que nunca antes habían tenido oportunidad de expresarse para que un gobierno les escuchase sus opiniones, les incentivase a organizarse y tomar decisiones que terminaban siendo de obligatorio cumpli8miento para el gobierno. Que luego de setenta años eso quedó derrumbado por completo, es harina de otro costal que tiene su explicación y que no es de preferencia hacerlo en este artículo, pero eso nada tiene que ver con lo que los ideólogos especuladores de oficio han creído descubrir como el rotundo fracaso del socialismo y la pérdida de toda vigencia del marxismo.

 La democracia plural es una espada de doble filo, donde el más cortante roza permanentemente con el cuello del pueblo. La democracia verdadera tiene una sola cara: esa que en verdad garantiza que una sociedad se organice y se administre por sí misma. Pero para llegar a esa fase, es necesaria la dictadura de la clase que lleva en su entraña la construcción de una nueva formación económico-social. Eso lo enseñó, para no ir muy lejos, la burguesía que al implantar su dictadura estableció la democracia para ella y la dictadura sobre sus enemigos. El tan cacareado pluralismo democrático, como sistema político de gobierno, no puede estar por encima y contrariando los intereses económicos de la clase dominante como tampoco lo están ni el derecho ni la moral -como ideologías de clase-. ¿Aceptaría la Iglesia católica, apostólica y romana que los comunistas le nombrasen un Papa musulmán, judío o budista o simplemente uno de sus feligreses?

Padre Ugalde, discúlpeme si esto le parece extremo y le resulta un pecado de mi parte, pero la democracia política será verdadera, como fuente de inspiración participativa y organizativa de una sociedad que aprenderá administrarse por sí misma, cuando desaparezca el pluralismo democrático que ha favorecido a la minoría, que detentando poder económico goza del derecho de explotar y oprimir a la mayoría. Eso se logrará en el socialismo. Igual se podría decir que para producirse una verdadera transformación en la Iglesia es necesaria que la democracia la disfruten los feligreses, los sacerdotes y las monjas para decidir su destino, y no el “pluralismo democrático” que deja en manos del Papa todas las decisiones a nivel mundial, y de los cardenales a nivel nacional, y de los obispos a nivel regional.

Cuando el Estado se transforme en una institución realmente democrática, iniciará, sin duda alguna, su propia extinción. Ese será su destino inobjetable. La misma sociedad, hermanados todos sus habitantes por la solidaridad con justicia y libertad, lo execrará para siempre. Entonces, con seguridad, ya no habrá ni un sacerdote ni un comunista que tengan necesidad de refutarse criterios de pluralismo democrático. El mundo será humanidad y no como hasta hoy: unos pocos ricos y poderosos (como explotadores y opresores) y muchísimos pobres (como explotados y oprimidos). Creo, según lo poco que he leído, la misión de la Iglesia debe ser la lucha por la redención del pobre y no por la sustentación de un régimen de opresión de parte del rico.


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Freddy Yépez


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