Cuando Simón Bolívar, El Libertador, infirió que nos habían sometido más por nuestra ignorancia que por la fuerza, palabras más o menos, quería decir más por pendejos ya que ser sometidos por terceras potencias con tanta resignación y complicidad nacional entreguista durante casi 200 años es un asunto más de pendejos que de ignorantes; los peores entreguistas que conocemos han ido a la escuela y hasta han vestido con togas y birretes: altos burócratas-civiles y militares-y profesionales universitarios[1] . En esta apreciación de pendejera y valentía, nos referimos al período ya colonial o pos indígena, puesto que nuestros antepasados aborígenes tenían de todo menos de pendejos.[2]
Una manifestación palmaria de nuestras viejas y nuevas pendejadas ha sido pretender reforzar nuestras acciones mediante mucho bla, bla y la hechura de muchos planes cuyos objetivos terminan cuando el plan se termina de elaborar. Así se nos ha enseñado y lo hemos aprendido con excelentes notas, con lo cual los costosos proyectos suelen quedarse como tales o en fases intermedias.
El concepto de plan en nuestras sociedades burguesas sólo funciona para las acciones técnicas, para los manuales o instructivos laborales privados; para la confección de numerosísimas leyes "casuísticas" y sus correspondientes reglamentos, porque el único plan de la burguesía, de sus agentes empresariales, es hacerse ricos en el menor tiempo posible y de la manera más expedita descaradamente maquiavélica. Por ejemplo, cuando un burgués habla de "ética", esta se reduce a tener éxito en su respectivo centro de explotación de asalariados y asalariadas, clientes y clientas, o sea, en la explotación de trabajadores, y en Venezuela les ha resultado más sencillo aun = tomar las riquezas del pueblo, parasitar y vivir de las rentas del Estado.
La más peligrosa y contraproducente manifestación de pendejada en pleno proceso socialista consiste en suponer que alguna persona a la que se le reconozca derechos comerciales y propiedad privada-no comunal-o sea, propiedad individual para ejercer como capitalista, que esa persona ya chapada a lo burgués, decimos, pudiera ayudar a que salgamos del presente hueco de anarquía de producción y mercadeo en un escenario donde sólo las leyes económicas privan.
Por ejemplo, no hay intervencionismo estatal que pueda contrarrestar para siempre la presente anarquía, salvo aatenuarla, sin la debida anulación de todo tipo de las perversas y burguesas leyes keynesianas a empresarios con intereses lucrativos.
El Derecho burgués superestructural coadmitido por empresarios, jueces y gobernantes es sólo una pantomima porque sólo se aplica con eficiencia en contra de los intereses de los trabajadores y contra el hampa pendeja. Por supuesto, ese Derecho sólo juega un papel pantallero para sembrar en los pendejos la idea de que las actividades comerciales pudieran ser reguladas por el Estado cuando la burguesía se exceda en su explotación ordinaria[3], pero contradictoriamente, la precipua exigencia del empresariado burgués es el respeto estatal a la libre empresa, es decir, a que sólo el interés capitalista debe ser respetado por el Estado, aunque aquel se burle de este.
Bien, la idea es que el personal que asuma funciones de cooperación productiva y comercial en esta guerra debe asimilarse a extensiones burocráticas, suerte de creación de un Ministerio único que controle y administre todo el empresariado oficial involucrable, al punto de que todo centavo de la contabilidad de esos empresarios públicos de partida pertenezca al Erario Público por concepto de ingresos brutos, por ahora extraordinarios.
También forma parte intrínseca de esa negativa cualidad como pendejos el hecho haber sufrido pacientemente toda la mediática publicitaria y comercial que convirtió la "cesta básica" vital, la que supuesta y hasta marxistamente cubriría el salario reconocido a duras penas por un capitalista nacional que más ha representado a la alta burguesía internacional que a su propia patria venezolana, aunque de este concepto lo expropiaron desde el mismísimo inicio de la gran expropiación modular que supuso la arbitraria invasión europea en territorios hoy mal llamados América.
Efectivamente, las empresas capitalistas, bancarias, fabricantes e intermediarias de mercancías se hallan enganchadas por el gran capital, el capital internacional con EE UU. a la cabeza clasista, pero cabeza al fin.
Es por eso que en la presente guerra estructural no sólo se está haciendo añicos el salario que hasta ahora se ha manejado como valor de la cesta básica vital, sino la cesta consumista, esa que fue inflada con mercancías harto fútiles no imprescindibles, pero que, a fuerza de costumbre y publicidad comercial y goebeliana, el consumidor pendejo nacional las ha considerado tales, como el automóvil, el celular, etc.
11/7/2016 6:51:15 p. m.
[1] Dejemos a salvo que toda la pendejera de los universitarios y hasta su propia reaccionariedad responden al tipo de formación que reciben en los centros de estudio en los cuales sus pensa sólo recogen oficialmente literatura de ciencias y tecnología que garanticen el apologismo del sistema capitalista y/o del opresor extranjero. Nuestras cuotas de docentes, ministros religiosos, artesanos y trabajadores en general que hemos importado vienen con mentalidad proburguesa, y así, no sólo nos han sembrado mercancías fútiles, sino intermediarios no menos fútiles para que las importen y revendan con jugosas ganancias encarecedoras de nuestro costo de vida, de nuestra actual "cesta consumista", sumado al hecho de que todo el capital obtenido por estos empresarios va más con crédito a sus países de origen , que al país que pendejamente los importó. Toda esa malformación cultural y clasista cruza toda su formación desde el Prescolar hasta los "piache"dis".
[2] Cuando el invasor, curiosamente procedente de la Europa Occidental o actual último reducto de los reaccionarios y anticomunistas, es decir, de lo más rezagado de Europa, se halló con gentes que usaban prendas de oro a las cuales no les atribuían otro valor que el ornamental; no conocían de compraventas de mercancías sino de trueques en el caso más civilizado para entonces. De allí el traficado canje de oro por bisuterías como buenos vivianes que era toda esa caterva de delincuentes y gente de baja ralea, única capaz de aventurase en la "locura" de Cristóbal Colón y otros excelentes navegantes de la época. Sin embargo, en la noche de luna llena salía de sus choza armado con un chuzo a la casa del invasor, retiraba su oro y si aquel le ofrecía resistencia podía perfectamente liquidarlo.
[3] Esa es la ingenua creencia rusoniana. Las regulaciones permitidas por la burguesía se refieren a las violaciones de aquellos contratos previamente coadmitido bilateralmente por patronos y asalariados.