En Venezuela se están formando o deformando, según el caso, dos grupos diferentes de niños: los que reciben educación inicial y primaria en instituciones públicas y los que las reciben en entidades privadas.
El primer grupo, semillero de futuras Generaciones de Oro, comprende a niñas y niños de origen relativamente humilde, acostumbrados a moverse con cierta libertad en un mundo lleno de vicisitudes, que se forman en centros donde los atienden integralmente y los estimulan a ser solidarios, a valorar a su comunidad.
Pequeños usuarios de Tecnologías de Información Libre (TLI) y de textos que al mismo tiempo que los inician en diversos temas, los enseñan a amar a Venezuela, a la especie humana y a la naturaleza. Infantes que gracias a la guerra económica se están incorporado de manera natural a la producción de alimentos.
El segundo grupo, se subdivide a su vez en dos categorías. Una conformado por chiquillos que requieren un apoyo especial del gobierno para ser Generación de Oro pues asisten a guarderías y escuelas privadas relativamente pequeñas y económicas, de las cuales, salvo honradas excepciones, salen medio entendiendo algo.
La otra, conformada por retoños de la clase dominante y sus adláteres, estudia en centros educativos exclusivos y excluyentes vinculados en su gran mayoría a trasnacionales religiosas o de otra índole; gerenciados por "educadores" que utilizan los métodos y los textos necesarios para cegarlos desde pequeños y garantizar su futura incorporación a las élites de empresarios, de psicópatas y de robócratas apátridas, franquiciantes de las trasnacionales y la democracia representativa en nuestro país.
El pronto inicio de un nuevo año escolar es buen momento para recordar el Artículo 102 de nuestra Constitución: "La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades, y como instrumento del conocimiento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad".
Por ende, negarles a niños venezolanos las herramientas éticas, intelectuales y espirituales necesarias para entender la realidad y transformarla, además de castrarlos y aislarlos de su entorno es (si no lo es merece serlo) un crimen de lesa humanidad pues constituye un ataque sistemático y consciente contra la salud mental y el desarrollo humano de una parte importantísima de nuestra población civil.
Fundamental para avanzar en la construcción del socialismo: aplicar la ley y encontrar fórmulas creativas para evitar que en Venezuela sigan creciendo dos generaciones, una de Oro en sentido figurado y otra dispuesta a todo con tal de defender sus privilegios y obtener oro del que se transa en el mercado.