Uno de los objetivo de los industriales es buscar que los costos de producción de un artículo sean módicos. Esto no es nada nuevo, ya desde la época medieval el señor feudal se robaba las tierras, subyugaba a los siervos arrendándoles las parcelas a precio exorbitante y los productos derivados de la siembra eran prácticamente confiscados. A lo anterior debo agregar los impuestos adicionales abusivos que el amo de las posesiones les cobraba a los feudatarios. Ante este cuadro, era evidente que el producto obtenido del trabajo de los vasallos era muy económico.
La esclavitud fue institucionalizada en Europa, Asia y América con la finalidad de reducir los costos de producción. Es decir, los rubros cultivados o confeccionados por los cautivos resultaban muy baratos dado que no se les pagaba salario a los trabajadores. Cuando los ricos europeos, blancos y cristianos consolidaron las colonias en América y África eran los amos de miles de esclavos para trabajar de gratis en las plantaciones y en las minas. Estos desalmados incautaban las tierras, así mismo, los productos plantados afuera y los minerales yacidos en sus entrañas. Mejor dicho, los robaban para convertirlos en bienes manufacturados y en joyas para venderlas en un mercado cautivo, es decir, en sus colonias. Como vemos, un producto cuyo costo era irrisorio (no pagaban salarios y se confeccionaban con materia prima robada) eran vendidos a precios elevados. Está claro, los esclavistas producían con la certeza que los costos de producción eran muy bajos.
Con la llegada dela revolución industrial en Europa para elaborar productos en serie, los dueños de las empresas se dieron cuenta de la necesidad de emplear numerosos obreros en las fábricas y en las industrias. Era preferible eliminar la esclavitud, no por un problema humanitario, sino que pagando salarios miserables a cientos de empleados resultaba más económico que dotarlos de ropas miserables, habitación poco higiénica y comida sin valor nutricional. Como se ve, los avaros fabricantes descubrieron que pagar jornales de hambre reducía los costos de producción, para luego vender los bienes derivados a precios exorbitantes. Sin contar que la materia prima con la cual se fabricaban los géneros, por el general, lo compraban a tarifas mezquinas a las naciones pobres.
Es notorio que los dueños del dinero siempre hacen lo posible que los costos de producción sean lo más bajo posible para aumentar sus ganancias. Con la llegada de la globalización se hizo más palmario tal objetivo. Como el capital no tiene nacionalidad, los fabricantes resolvieron desmantelar sus industrias en las naciones desarrolladas para trasladarlas a los países asiáticos, africanos y suramericanos, creando así las llamadas "maquilas". Mediante esta innovación los avaros capitalistas no están sometidos al gravamen que deben cancelar en su país de origen, pagando míseros salarios a los obreros en la nación hacia donde trasladaron la fábrica. De igual forma prohíben la sindicalización de los empleados, contratan muchachas en los lugares donde las mujeres no están protegidas por leyes laborales y todo con el empeño de fabricar productos en serie procesados a bajo costo. No cabe duda que la desvergonzada ganancia obtenida con la venta del artículo no se puede comparar con el exiguo costo de producción.
Tal como se ve, el ideal de los avaros capitalistas es producir a bajo costo para vender a precios abusivos. Contrariamente a lo anterior existe un producto excesivamente oneroso y parece que a los capitalistas no les importa el costo; se trata de la guerra. Esta aberración inventada por los militares, políticos, financistas e industriales cuesta mucho dinero y lo único que sirve es para destruir poblaciones, para sembrar odios entre los pueblos, ocasionar muertos, desaparecidos, mutilados, viudas y huérfanos. La guerra es una acción devastadora para los pobladores, en la cual los únicos favorecidos de esta perversión son quienes la inventaron y los pueblos son los grandes perdedores. Los mismos que tienen que sufragar con impuestos, heridos, refugiados y muertos los costos de la guerra.
Las cifras que se manejan en los presupuestos por gastos militares de los países desarrollados son impensables, cifras que no caben dentro de la pensadora de mentes normales. Por ejemplo, en el 2011 el gasto militar de EEUU fue de 607 mil millones de dólares; el de China 84,9 mil millones de dólares; el de Rusia 70,6 mil millones de dólares; el Reino Unido 65,7 mil millones de dólares, los cuales seleccioné entre quince países, según información de Estudios de Paz de Estocolmo. Estas cifras, junto a los gastos militares de once naciones suman la bicoca de casi un billón y medio de dólares (Imagínese una fila formada frente a usted de un millón y medio de soldados y detrás de cada uno de ellos, una columna de un millón de soldados, cada uno con un morral lleno con un millón de dólares. ¡Cuántos problemas no se solucionarían con el 2 % de este monto!). Evidentemente, para el 2016 estos presupuestos aumentaron ante las amenazas de guerra a la que están sometidos los pueblos del mundo.
Por fortuna, hay otro producto mucho más barato que no necesita de gastos militares, ni empleados, ni pomposas sedes. Esta es la paz. Según opinión de los comprometidos en los manejos diplomáticos, todos la añoran y se desgarran las vestiduras anunciando que su objetivo es la paz mundial. Si los capitalistas buscan producir a bajo costo, por qué no intentan buscar la paz de forma gratis, dado que no tienen que utilizar sofisticados herramientas ni maquinarias para concertar la armonía entre las naciones.
Es tiempo de luchar por el único objetivo de la humanidad, como es la de preservar la vida del planeta. Esto incluye la conservación de las especies animales y vegetales, mantener el aire y las aguas descontaminadas, eliminación de los alimentos infectados por preservativos químicos, erradicar por completo el racismo que separa a los pueblos, repartir con equidad la riqueza del planeta de tal manera que las naciones más pobres logren una vida digna para sus habitantes, erradicar de buena vez los odios generados por las guerras que conlleva al terrorismo y la violencia. Es tiempo de paz y lo bueno de esto es que la paz cuesta mucho menos que la guerra.
La mejor política es la paz.