Importa menos saber que un corolla de los 750 vehículos que la Toyota espera haber ensamblado en diciembre en Venezuela, y se venderá en dólares, cueste 22.500.000 Bs., como que 1 Kg. de leche en polvo cueste 2.450 Bs. en los Abastos Bicentenario.
No alegra tanto saber que la Siragon ensambla y exporta computadoras a Panamá que pueden llegar a venderse hasta en 800 dólares, mientras en el mercado interno cualquier electrodoméstico es incomprable con los sueldos y salarios que devengan los trabajadores.
Concluir que ninguno de los vehículos que se ensamblaran en Venezuela han sido pensados para que los trabajadores los compren no supone ninguna genialidad ni tiene nada de novedoso, especialmente considerando que esto se corresponde con el motor de exportación que tanto revuelo ha tomado en estos días, pero que la liberación de precios haga casi que prohibitivo que los trabajadores adquieran los alimentos básicos son medidas impopulares y más bien próximas al neoliberalismo que tanto combatió el Comandante Chávez.
Que cualquier colegio privado pueda incrementar su mensualidad por encima del salario mínimo, sin mencionar a esos que incrementaron hasta alcanzar el equivalente a cuatro salarios mensuales, mientras el Estado permanece impasible contradice el concepto de Estado docente que Chávez tanto se empeñó en resucitar.
Que los trabajadores deban pagar 2.000 Bs. o más por 1 kg de harina de maíz a los bachaqueros, como única posibilidad real de comer arepas, preocupa mucho sí a la gente, especialmente considerando que los CLAP murieron antes de nacer y que el nuevo programa que asumió el Ministro de Defensa junto al propio Presidente no termina de dar los frutos que esperan los venezolanos para resolver el serio problema de la alimentación.
Que salga Pérez Abad del gabinete Ministerial alegra poco a un pueblo que ve con pesar como las políticas neoliberales que Chávez combatió tenazmente resurgen en tiempos de crisis en los que los herederos de su legado parecen estar perdiendo la brújula.
Qué carajo importa que anuncien que incrementarán el salario de los trabajadores si los dueños de capital aumentan indiscriminadamente sus mercancías cada vez que les parece sin que nadie los regule.