El sistema capitalista impone un crecimiento de plusvalor que debe hallar más mano de obra disponible, más medios de producción y, particularmente, mercados para sus excedentes crecientes de producción tanto de medios de consumo final como los de consumo productivo.
La plusvalía anual que los capitalistas no consumen para satisfacer sus necesidades personales representa capital potencial para el continuo y sostenido crecimiento de la economía sin que mejoren las condiciones establecidas en materia de consumo. Debe haber inyecciones monetarias nuevas y si bien el crédito bancario podría aportarlas, los mismos depósitos de los capitalistas que reposan en sus bóvedas como créditos y ahorros monetarios tienen sus limitaciones ya que las disponibilidades bancarias y de caja se hallan comprometidas con el nivel de empleo vigente.
Entonces, así las cosas, debemos explicarnos a dónde van a parar los plusproductos correspondientes a la plusvalía. Una parte de ella se mantiene en los depósitos y almacenes de fabricantes e intermediarios mayoristas, en especial las mercancías de consumo final, pero el acumulado total es el que observamos en las miríadas de exhibidores de los minoristas1 de todas las ciudades de todos los países2 del mundo burgués.
En esos exhibidores suele haber mercancías que ya pasaron de moda y que sólo se conservan por su carácter como bienes duraderos y no perecederos. Buena parte de ellas se destiñe, pudre, reseca y hasta termina estorbándole al detallista como capital ocioso. Un pasaje inscrito por Carlos Marx en El Capital, Libro II, resume con dramática crudeza cómo el valor de la riqueza acumulada por estas sociedades es insignificante con relación a la capacidad creativa de nueva riqueza por parte de los trabajadores. Marx cita el ejemplo de Inglaterra e Irlanda, países a los que atribuye una población demográfica de unos 20MM de personas con un consumo per cápita de unas 20 esterlinas anuales, o sea, unos 400MM de libras esterlinas, producto del trabajo consumido por año. Sin embargo, el capital acumulado estimado de esos países no supera los 1.200MM = el triplo del producto anual= unos 60 libras esterlinas por habitante. Según Marx, los intereses de ese capital bastarían para alimentar a toda la población, más o menos, durante unos 2 meses por año, y el conjunto del capital acumulado podría-de hallarse compradores-hacerla vivir durante unos tres años "sin tirar un palo". Pero luego-sigue Marx-como no tendrían casas, ni vestimenta, ni alimentos, la población moriría de hambre o se convertiría en esclavos de los sobrevivientes que los hubieran mantenido durante esos tres años. La relación, concluye Marx, entre esos 3 años y la duración de una generación de unos 40 años de vida útil, nos daría, por un lado, la relación que existe entre la magnitud, la importancia de la riqueza real, el capital acumulado del país, y por otro, la fuerza productiva de esa generación, las capacidades de producción de una sola generación. Y-la desgracia de esa situación-para mantener en su estado actual de distribución forzada esa masa de capital existente, que sólo es enorme en apariencia, o más bien, para conservar ese dominio y ese monopolio clasista sobre los productos del trabajo anual, adquiridos gracias al capital, se pretende conservar para siempre ese mecanismo innoble, los vicios, los crímenes, los sufrimientos de la inseguridad. No es posible- añade Marx-acumular mientras no se haya satisfecho las necesidades imprescindibles, ya que el gran torrente de las tendencias humanas fluye en búsqueda del goce; de allí el monto relativamente insignificante de la riqueza real de la sociedad en cada momento dado. Se trata de un eterno ciclo de producción y consumo. En esa enorme masa de consumo y producción anuales, la pizca de acumulación real podría casi desaparecer sin que se la advirtiera, y sin embargo se ha mostrado preocupación sobre todo por ese poco de acumulación, y no por la masa de fuerza productiva. Y esa pizca ha sido acaparada por un puñado de individuos que hicieron de ella un instrumento para apropiarse del producto que renace en forma incesante, de año en año, del trabajo de la gran masa. De ahí la importancia decisiva de ese instrumento para ese puñado de personas…
Ahora, decimos nosotros, podemos entender mejor por qué las potencias harán lo imposible por frenar nuestro propio desarrollo industrial. Lo han hecho trasegando hacia ellos nuestros recursos naturales y a precios casi regalados; lo siguen haciendo mientras no cedamos a sus requerimientos económicos, o sea, en seguir siendo simples consumidores de sus excedentes de bienes terminados y maquinarias de baja importancia productiva, a cambio de los pocos dólares que nos pagan por esos recursos naturales. El ALCA, por ejemplo, es un instrumento garantizador-para ellos-de que su plusvalía tenga salida y puedan seguir creciendo indefinidamente hasta acabara con el planeta, sin proponérselo como tal cosa.
1 Generalmente, los mayoristas ofrecen créditos a sus detallistas, por ejemplo, el llamado "Contado a 30 días o 60 días". Detrás de esa aparente facilidad ofrecida por su mayorista se esconde la necesidad que este tiene de vaciar sus propios depósitos y hasta de forzar la salida de sus inventarios que de otra manera le impiden continuar almacenando la producción del momento en sus respectivos depósitos. Estos minoristas-los supermercados-se van cargando de invendibles que llenan lujosamente sus tiendas. Una ligera estimación del valor de esas mercancías depositadas fuera de fábrica nos da una idea del destino u ociosidad de buena parte del plusvalor.
2 Unos 192 países del planeta.