El artículo del Canciller Chaderton ¿Hasta cuando el apartheid llanero o la "jaladera" cultural? ha despertado en este portal diversas e interesantes reacciones. Vale la pena, a la luz de nuevos procesos y experiencias políticos-culturales revisitar este tema y participar en esta discusión que comienza a reflotar. Con la curiosa particularidad de quien prende el mechero es un hombre de Estado, diplomático, de buenos y refinados modales, de ancestros y arraigo llanero para más señas y con una afinada sensibilidad por la cultura y la música popular venezolana.
Navegando en aguas turbulentas, el veterano diplomático re-enciende los motores de la crítica cultural desde una reláfica, como se antoja en definir su texto, con una extensa, minuciosa y original presentación de cartas credenciales de su identidad llanera a toda prueba, sus acendradas vivencias en tierras guariqueñas, seguido de todas sus actuaciones oficiales en apoyo a los artistas y cultores populares. Todo esto como antesala que pica y se extiende para luego de manera breve y contundente denunciar la imposición vertical y el predominio absoluto de la cultura llanera guiada por los neo-joroperos de Tves y su corazón llanero, los que en sus propias palabras define como impulsores en la actualidad de un "apartheid llanero" en detrimento de la riquísima diversidad cultural regada a lo largo y ancho de todo el país.
Siendo este el planteamiento central de su crónica diplomática, me permito situar al menos a vuelo de pájaro la discusión en contexto y en perspectiva. De entrada, es importante expresar que este tema ha sido explorado y debatido por investigadores y estudiosos de la cultura popular venezolana y por una generación de militantes, activistas culturales, músicos junto a destacadas figuras y líderes culturales de diferentes regiones del país.
Desde el Congreso de los Poderes Creadores del Pueblo celebrado en Barquisimeto en 1977 se ha configurado una perspectiva crítica y reflexiva en torno a este tópico inoculado en tiempos de Pérez Jiménez para reforzar su proyecto político ideológico, atendiendo a las directrices del modelo nacionalista desarrollista de amplia expansión en la década de los cincuenta.
Ya los adecos de los cuarenta habían aportado lo suyo con la construcción del arquetipo de Juan Bimba: una figura asociada a un campesino de alpargatas y sombrero de cogollo como la representación autentica del pueblo venezolano con la cual logran captar amplias simpatías y adhesiones en las capas humildes y empobrecidas de la población. Parte del éxito y el arraigo de la cultura política adeca se sustenta de alguna manera en esas representaciones ideológicas culturales de tan honda influencia y repercusión en la cultura venezolana.
En tiempos de Betancourt en la década de los sesenta y de los sucesivos gobiernos adecos se refuerzan los contenidos y mensajes de corte populista como una poderosa estrategia de dominación ideológica. De allí que resulte conveniente para una adecuada precisión del punto en cuestión, retomar el papel del populismo como corriente en América Latina y en particular en Venezuela y su influencia directa en nuestros procesos culturales. De la misma manera, resulta útil analizar el papel de los medios de difusión masiva, las industrias culturales, empresas discográficas, radio y tv y su relación con las expresiones y contenidos de la cultura popular para contribuir a la comprensión cabal de este fenómeno.
Así las cosas, los adecos iniciaron su festín ideológico con Juan Bimba y sus romerías, continúo Pérez Jiménez con sus semanas patrias y con su "llanerismo" ó "joropo-centrismo" cultural, prosiguen los gobiernos de la cuarta republica que beben del mismo néctar, aunque hay que reconocer el manejo particular que adoptan algunos compañeros de su antiguo partido en épocas de gobernanza verde. Por ejemplo, el ex Presidente Luis Herrera Campins, otro llanero de pura cepa, que asume su esencia llanera a carta cabal y apela desde el punto de vista lingüístico a recrear lo mejor del refranero popular venezolana para animar sus discursos y alocuciones dirigidas a la población. Sería interesante para el debate que se intenta impulsar y recopilar algunos fragmentos y capítulos de esa historia impregnada también de usos y abusos en el campo de la cultura popular.
¿Y la revolución bolivariana qué? ¿Es una continuación de lo mismo? ¿Qué nos puede aportar al respecto? ¿Hay un corte, un punto de inflexión en el enfoque y el tratamiento del apartheid llanero distinto al observado en la cuarta república? La cruzada agresiva y ultra mediática que lideraban los efebócratas de Tves como usted bien nos alerta, impulsa indudablemente con más fuerza esta distorsionada tendencia cultural ¿Quién le pone el cascabel al gato? Es la pregunta que se impone. ¿Podrá usted seguir arrimando la bola al mingo?
Y el gobierno parece no haber marcado distancia ni teórica ni ideológica ni en sus propios cursos de acción ni de las anteriores administraciones de la cuarta y de la tradición populista que les antecede; observándose en este particular, serias contradicciones y debilidades no sólo en el punto que nos ocupa sino también en la construcción de una política cultural auténticamente revolucionaria, descolonizadora, diversa e incluyente y defensora de las identidades y de los repertorios culturales. Mención aparte, es oportuno señalar el fructífero aporte de Benito Irady y su equipo de trabajo en las cuatro declaratorias de Patrimonio Cultural aprobadas por la Unesco.
Para entrar en el terreno donde usted entra y sale de manera intempestiva en su relato, me atrevo a formular unas interrogantes y reflexiones para potenciar aún más el debate:
¿Son los chicos arribistas y faranduleros de Tves los únicos responsables, los "apaga efluvios" de este dislate cultural? ¿Son acaso ellos como conspicuos representantes de la efebocracia oficial -como usted los define- los únicos que practican la "jaladera" en la esfera oficial? ¿O es que acaso este deporte nacional de añeja data no se ha desarrollado al máximo en todas las instancias públicas y políticas del país en los últimos tiempos? Más aun: el uso del término que usted emplea (jaladera cultural) le propongo respetuosamente que lo revise para no crear confusión. Si a ver vamos la "jaladera" no la está produciendo la gente que trabaja en la institucionalidad pública cultural ni de los grupos, artistas y creadores que se dedican a ella. La"jaladera" que usted se refiere es de corte farandulera y sensacionalista, la que aplican los responsables de darle forma y contenido a la pantalla de la revolución (Tves). Al pan pan y al vino vino.
Cabalgando en otra línea discursiva: ¿Cuál ha sido el papel del Ministerio de Cultura y la batería de ministros que han desfilado por ese ruedo? ¿Dónde están las políticas públicas para fortalecer y promover igualitariamente con criterios de equidad la diversidad y la memoria cultural venezolana?
¿Por qué no se han escuchado las voces y las inquietudes de auténticos representantes y luchadores de la izquierda cultural venezolana en este y en otros puntos de relevancia como el caso del Sistema Nacional de Orquestas, ampliamente estudiado por Diego Silva Silva.
¿Será necesario apoyarse en su imagen bien ganada de laureado internacionalista, culto y negociador para consolidar un espacio en aras de intercambio fructífero y la discusión profunda en esta dirección? .
Para finalizar: en esta reláfica presentación de sus cartas credenciales capto una intencionalidad, un interés implícito en convertirlas en una especie de salvoconducto ¿para ajustarse el chaleco anti balas, salir ileso y evitar ser mal entendido por los radicales que no aceptan ningún tipo de señalamiento? No obstante, su artículo, más allá de algunas omisiones, ausencias y leves diferencias es una provocación inteligente con efecto movilizador. Una recta de humo por el centro del plato donde algunos bateadores quedan descolgados y sin poder poner la bola a rodar.
Muchas preguntas e incógnitas estimado Chaderton para aderezar y aterrizar en el debate sobre el apartheid llanero y sobre la cultura en Venezuela, tópicos lamentablemente olvidados en la agenda política de los últimos tiempos. Muy sensata y estimulante su opinión. Ojalá que sus inquietudes tengan suficiente resonancia y no quede usted como el llanero solitario, ni mucho menos que sea tildado por los ortodoxos como el santo cachón de la revolución, sino más bien, como un justiciero y un paladín de la democracia cultural.
¡Bienvenido el debate! ¡Bienvenida la polémica abierta y frontal!
Nelson Oyarzábal
Neloyarz11@hotmail.com.