"Desde que tuve uso de razón", como sin rebusques, suelen decir en mi pueblo, no habíamos vivido un drama como ahora. Me limitaré a decir, por la guerra económica, con singularidades, como que gente del gobierno o fingidamente al servicio de este, combate a favor de sus enemigos y las inhibiciones e incompetencias de los funcionarios del Estado, desde el más alto nivel para abajo, estamos como estamos. La falta de claridad de quienes manejan los asuntos económicos del gobierno es de feria. El planificador pareciera tener unos "lentes de cuero e´ cochino con los pelos pa´ dentro"- Nada prevén, todo les agarra de sorpresa. Aunque sabemos bien el daño que la caída de los precios del crudo hizo, sobre todo en aquello de seguir con la fiesta y la piñata. Las recientes declaraciones de "Pepe" Mujica, ponen de bulto la incompetencia del gobierno para ponernos a producir, sobre todo en el sector alimentos.
Pero lo que es peor, por lo que ahora tenemos, desde la oposición, nos ofrecen figuras que da horror, no sólo ´por ellas mismas sino lo que sabemos hay por detrás. Pero también estamos bajo el peligro se desate una guerra civil, armada y bajo fuego, donde hasta la alta jerarquía católica juega a esa carta.
Los grupos económicos le hacen trampas al gobierno hasta con el aval de éste, que no es capaz de percatarse, aunque eso sucede frente a sus propias narices. Compran con dólares preferenciales del gobierno y venden de acuerdo a lo marcado por el dólar paralelo. Esconden, acaparan, se valen de una larga fila de bachaqueros de distintos niveles y el gobierno ni se entera y cuando alguien denuncia, quienes deberían escucharlo, se tapan los oídos. Otorgan créditos a medianos productores y, cuando estos disponen de la cosecha o producción, la sacan por los caminos verdes y el gobierno ni se entera. Esto pareciera suceder ahora con el café.
Es verdad, que por allí han aparecido muchos productos que antes estaban habitualmente en los anaqueles. Pero estos son importados. Sobre todo de Brasil, en virtud que el gobierno dio libertad para traerlos. Los nacionales por ninguna parte aparecen. Como que el gobierno encontró, ¡vaya absurdo!, la manera de acordarse con los importadores pero no con quienes producen en Venezuela. Y si se acuerda con estos, como hemos dicho antes, sólo él cumple, su contraparte le hace camunina. Aquello de acordarse con los importadores, soslayando a buena parte de productores nacionales, parece una contradicción con lo que debería caracterizar a un gobierno popular y revolucionario. Pero sucede. La aparición de esos productos, resultado de acuerdos con el capital importador, ante la imposibilidad de hacerlo con los productores nacionales, tampoco significa beneficio para el consumidor nacional, pues aquellos nos llegan a los precios internacionales, de acuerdo a la relación cambiaria que existe en el mercado; mientras los venezolanos cobramos salarios deprimidos, como que el dólar tiene un costo superior a mil bolívares. Los aumentos salariales de los que el gobierno tanto se ufana, son miserables en relación con el costo de la canasta básica. Y quienes aquí producen algo, todavía quedan algunos en las páginas amarillas, ponen precios en referencia a lo importado. Basta con saber que el salario mínimo en Venezuela equivale a 22 dólares y si incluimos cesta ticket, llega a la insignificancia de noventa unidades de la divisa norteamericana.
Ahora mismo, el café tiene un precio cercano a los nueve mil bolívares por kilo, de donde se concluye que el salario básico mensual, está en el equivalente de tres kilos de café, justamente la cantidad que se consume en cualquier casa venezolana en el mismo lapso. Es decir, si por el salario mínimo fuese, sólo tomaríamos café, en los tres turnos de meter "las patas bajo la mesa". Sobre todo si le creemos a Menéndez, aunque él solo se lo crea, quien sigue sosteniendo que más del 90% de nosotros no pelamos uno de esos golpes.
Esta circunstancia nos lleva a recordar al maestro D.F. Maza Zavala, ex profesor de la Escuela de Economía de la UCV y militante de las luchas populares. Cuando llegó por primera vez al parlamento, en las listas del recién nacido MAS, habiendo escuchado al copeyano Rodríguez Iturbe, el mismo que fue canciller del breve gobierno de Carmona, proponer se pechase fuertemente al café a través del Impuesto Sobre la Renta, alegando que no era ese un producto de primera necesidad, respondió más o menos de la siguiente manera:
-"Como es verdad que el diputado que acaba de hablar y pedir se aplique fuerte impuesto al café, no conoce al pueblo humilde de Venezuela y por supuesto sus hábitos. Desconoce que de esa infusión es lo primero que el venezolano toma al levantarse para ir al trabajo y la escuela. Y en veces es lo único que consume en la mañana. ¡A quién se le ocurre, sino a un miembro de las clases altas, calificar al café como artículo de lujo!"
¿Qué diría el viejo maestro de economía ahora cuando bajo un gobierno que se define como líder de las aspiraciones del pueblo, por las razones que sean, el café y otras tantas cosas, se hacen inalcanzables para los nacionales, sobre todo los más humildes?
Claro, nos hablaría de un gobierno sin lucidez ni competencia, por sus errores atrapado en las redes de la insaciable jauría de capitalistas venezolanos y los políticos opositores, sus agentes.
Por cierto, hace más de un mes y medio, escuché a un caficultor, a través de una emisora regional, quien se identificó como presidente o algo así de la asociación respectiva de Bergantín, aquí cerca de Barcelona, que casi el 80 o 90 % de ellos habían recibido crédito satisfactorio de la alcaldía para recoger la cosecha y pronto inundarían el mercado regional del producto. Pero no se ve ni se escucha nada al respecto. Sí se comenta que viene un aumento descomunal de precio del grano, pese que actual ya lo es. No importa, como bien dijo Maza Zavala, se trate de un producto de primera necesidad, en veces lo único que consume el trabajador venezolano en el curso de la mañana.
El gobierno, en contra de su buena fe, terminó jugando el rol de Rodríguez Iturbe, sempiterno diputado copeyano y canciller de Carmona Estanga.
¡Ojala lloviera café!