La chica plástica

Viene en todas las tallas en presentaciones adecuadas. Se ajusta a las proporciones ideales que la moda postula y de acuerdo con las variaciones de ella se modifica. Nada perturba la límpida insipidez de su mirada, alojada en su perfecta vacuidad neutralizante. Epítome de una seducción no deseante, completamente se materializa en la homogeneidad de lo externo. En forma alguna nada desentona en el anonimato ecuánime de las superficies. Nada desborda del prefijado límite de las apariencias. Después resulta que tantas superficies sistemáticamente recubren lo hueco. Maquillaje ambulante o imagen revelada sobre la espejeante ilusión de lo inane, mera quimera, pantalla de exhibición de sí misma se contempla sin contemplarse en el horizonte en fuga de los eventos.

El hombre patentado. Patentan las transnacionales gene por gene el código genético humano e inscriben en él los nombres de las corporaciones propietarias. Cada milímetro nuestro tiene patente y cada gene marca registrada. Mirarnos en el espejo no es ya ver los ojos de la madre ni la nariz del abuelo sino los sellos de los consorcios, los logos de las multinacionales. También en el espejo divisamos sobreimpuestas con generador de caracteres las fechas de vencimiento de la mensualidad por los iris, los pagos con interés compuesto por las fosas nasales y la factura sobre el copyright de los labios.

Cada parte de nuestro ser periódicamente caduca. Cada porción nuestra se concreta en las cuotas. Los tribunales nos embargan las porciones cuya mensualidad no cancelamos puntualmente. Usualmente no hay plazos de gracia. Trozo a trozo disminuimos hasta que vence la patente de algún órgano vital. Siendo que todo es vital son frecuentes los colapsos. Así llega el final anticlimático. La humanidad entera está en mora.

La mujer objeto. Allí permanece rigurosamente absuelta de las dificultades de la subjetividad y más aun de los rigores de las elecciones sobre su propio destino. Para nada subsisten las incertidumbres del criterio pero mucho menos se insinúa tentación de trascendencia. Rigurosamente objetual, se declara en complemento con las constelaciones de los cachivaches que la complementan: ella es toda cenefas, implantes, tafetanes, gargantillas y las mil cosas sin las cuales ella no sería.

El hombre virtual. Supuesto tentativo que simplifica las eventualidades. El hombre virtual es una película de información inmaterial que sustituye al hombre real.

Las partes que no están en acción constan de una señal comprimida que aplica el mínimo de bits indispensables. El hombre virtual perdura guardado en los bancos de memoria que lo sustituyeron. Para las experiencias comunes a todos sus congéneres se usa el mismo loop de secuencia repetitiva: alimentación defecación sueño llanto. El hombre virtual interactúa con circunstancias predeterminadas. De manera holográmica existe en una superficie plana que finge ser profunda. Dentro de ella el hombre virtual es un accidente profundo que pretende ser plano. Una vez puesto en su marcha inmóvil puede ser indefinidamente reciclado. El hombre virtual habita en todas las grandes ciudades vacías proyectado como ilusión holográfica perfecta. Hormiguea centuplicado en todas las calles, agobia todas las ventanas, repleta todos los centros de espectáculo donde el único espectador es él mismo.

El hombre obsoleto. Estamos hechas de todas las esencias venidas a menos en la tierra. Aglomeramos los desechos los proyectos fallidos los ayunos de culminación de todas las épocas. No llegamos ni a la areté ni a la sofrosine, mucho menos al comme il faut ni al desarrollo. Para qué serviremos ya sino para la anónima basura. En un momento único descubriremos la desechabilidad cumplida de nuestros componentes.

¡En un momento todo es ya pasado! Por novedosos que nos finjamos aquejados ya por la arruga de la herrumbre. Inadaptados a los procesos en continuo cambio; buenos para funciones ahora inútiles, al fin sobrepasados. No merecemos reciclaje; desde ya acumulados en las intemperies esperamos la oxidación y el desconchar de las pinturas. Muy tarde fuimos hechos según modelos caducos. Nada podrá salvarnos.

El eslabón perdido. Es muy triste ser eslabón pero todavía peor estar perdido. Aparentemente el eslabón se extravió por la vergüenza de no ser lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, hombre a medio camino del mono ni mono a punto de degenerar en hombre.

El pozo sin fondo. Siempre devuelven a los pozos porque no tienen fondo y siempre devuelven a los fondos porque no tienen pozo. Siempre se puede seguir cavando el pozo en la esperanza de encontrarle el fondo, pero en el fondo lo que no podemos es llenar el fondo para ver si hallamos el pozo.

Por el contrario. Dialécticamente las cosas se convierten en su contrario. Este proceso hasta ahora imperceptible se hace impúdicamente obvio. Ya no podemos vivir sin que el frío se vuelva calor, la mujer hombre o la multitud desierto. Causas múltiples de aflicción encierra el hecho de que el contrario en el cual nos convertirnos nos delata. Transformarnos en sabio revela nuestra verdadera condición de asno. Igualmente aflictivo es transmutarse en original u honesto. No hay regla fija para la contrariedad de los contrarios. De liviano a pesado o de visible a invisible puede tanto acontecer como que la cantata 104 de Bach amanezca inarmónica. Debemos así adivinar las realidades a contramano o todo conocerlo suponiendo lo desconocido. No sé qué soy ni qué seré en este instante en que me transfiguro, asesinado por mis contrarios.

Aviso a los navegantes. Se participa a los vivientes que este segundo que viven es irrepetible y que nada menos que el clímax o el éxtasis o la creación es suficiente y concluido todo no quedará para el arrepentimiento ni un instante.

Epitafio. De repente todos los automóviles autobuses camiones que repletan calles autopistas carreteras se transforman en carrozas fúnebres y comienzan a llevar a sus ocupantes de una vez al cementerio.

luisbritto@cantv.net


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Luis Britto García

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. http://luisbrittogarcia.blogspot.com

 brittoluis@gmail.com

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