"Siempre hemos sido chavistas"

Un día del comienzo de diciembre me encontré en la calle con un viejo amigo del cual había perdido su amistad por cosas de la política. Él es de la oposición y yo chavista. Teníamos mucho tiempo desde que no nos hablábamos más que para un "buenos días" desganado. Como obligado por los años de amistad, tal vez. Así que oí, cuando estuvimos a mismo nivel, "buenos días…". Intuí que casi dice mi nombre. Por lo que le dije: Buenos días amigo Rogelio. El hombre se detuvo, y me soltó: "Cómo…?".

Rogelio se había sorprendido por mi manera de saludarlo. Así que le repiqué: Así como lo has oído: Buenos días mi amigo Juan Baustista.

—¿Acaso, no somos eso… amigos de siempre?—Agregué.

—Pero…

—No hay pero que valga, Juan. Ya es bueno que apartemos a un lado nuestras diferencias políticas… Estamos en diciembre. El mejor mes del año. El mes del Niño Jesús. El mes de la alegría. El mes de los aguinaldos y los cantos para el Niño Dios. Tú puedes seguir siendo de la oposición, mientras yo seré hasta mi muerte chavista, pero nadie nos puede quitar que somos venezolanos los dos. Venezuela es nuestra Patria. Simón Bolívar nos liberó del yugo español. Ahora somos venezolanos de raíz, de puro corazón. Las divergencias siempre existirán, no sólo en la política, sino hasta en un grupo familiar, entre padres e hijos, inclusive… Entre hombre y mujer. Eso es natural. Lo que importa es que sepamos manejar esas diferencias, mediante el diálogo, la conversación franca y la tolerancia.

Note que Juan Bautista, no sólo se había detenido frente a mí, y me miraba a los ojos, sino que su rostro se había aflojado, lucía más relajado. No dejé pasar la oportunidad para invitarlo a un café, aun sabiendo el riesgo que corría en que me dejara parado, como una estatua. Pero las cosas suceden, cuando las empujamos.

—Acepto, Teófilo. Como tú dices siempre hemos sido amigos. Amigos de verdad, verdad. Amigos de visitas mutuas, de confidencias, y juegos como el dominó. ¿Te acuerdas cuando íbamos al hipódromo a tomarnos unas cervecitas frías mientras jugábamos un ganador o una mutual… Tiempos bonitos aquellos, compadre…

Lo de "compadré" me cayó muy bien. Eso me permitía intuir que habíamos roto, por completo, el hielo. Nunca pensé que de pronto, sin más ni menos, Juan y yo pudiéramos sentarnos en una mesa a tomarnos un café como los viejos tiempos, cuando aún Hugo Chávez no había llegado al poder. Pero, llegó. Mi amigo, en las primeras de cambio estuvo con el proceso iniciado por Chávez, y hasta votó por él en la primera elección presidencial que ganó ampliamente. Sin embargo su "chavismo" no llegó ni siquiera a la esquina, pues no le gustó eso de que Hugo Chávez comenzara a "regalar" nuestro petróleo a cambio de nada. Oyó los cantos sonoros y ponzoñosos de la oposición, y bastó para que mi amigo "brincara" la talanquera. Más nunca me habló, como buenos amigos que éramos. Hasta hoy, precisamente, cuando gobierno y oposición se han sentado en una mesa de diálogo…

—Escoja usted el sitio—le dije con una sonrisa a flor de labio. No sólo escogió el lugar, sino que pidió las dos tacitas de café. Y cuándo nos habíamos sentados, dijo:

—Compadre, por los viejos y buenos tiempos.

Aproveché para motivar la conversación y le pregunté su opinión sobre el diálogo entre el gobierno y la oposición.

—Mire, compadre, mejor hablamos de otras cosas. Ese famoso diálogo me tiene envainado, como decían en mi pueblo. Esa MUD no tiene a nadie que valga la pena. Son unos patarucos todos ellos. El gobierno les está dando una pela. Tengo que aceptarlo. Esa dirigencia habla pá tras y pa´lante. Nadie los entiende. Por mi mamaíta querida, que Dios me la tenga en el cielo, esta dirigencia me decepcionó, totalmente. Tanto los viejos como los mozos, o los lechuguinos y petimetres, como los llama Ramos Allup. A mi juicio aquí hay Maduro pá rato. Quien haya creído que el chavismo estaba muerto, pelo de punta a punta. Yo, le confieso, compadre me arrinconé, de donde no me saca la MUD ni éste ni aquel. No moveré un solo músculo para apoyar sus ensayos locos, de estos cobardones. Lanzan, cuando les sale del forro a la gente a marchas que no dejan sino el cansancio y la frustración.

Menos mal que mi amigo no quería hablar de política. De allí que aproveché para preguntarle sobre la muerte de Fidel Castro.

—Fidel Castro… Ese sí que es un gigante de la política mundial. Ese sí era un líder de verdad. No sólo fue el líder que a partir de un puñado de hombres, derrotó en tan sólo dos años a un ejército organizado, aunque desmoralizado, y lo volvió polvo. Fue el hombre que siempre se puso en primera fila cuando se hacían aquellas gigantescas marchas en contra del imperialismo y sus ataques a la revolución. Ese no fue un cobarde como lo son algunos que yo conozco y que usted también conoce. Castro guio a su pueblo con firmeza con ejemplo y con sabiduría, hacia su completa libertad política, económica y social. Ese hombre hizo una revolución. Una verdadera revolución. No una pantomima como la que vemos aquí, con el respeto que usted se merece. Pero es la purita verdad, y creo que usted, en el fondo, comparte conmigo esa opinión.

Sorpresa tras sorpresa. Casi me caigo de la silla. Apuré el cafecito y le dije que se tenía tiempo para otro, y me contestó afirmativamente con un movimiento de cabeza. Fue entonces cuando se me ocurrió preguntarle que si pensaba de esa manera por qué no me hablaba. Y esto fue lo que dijo:

—Por orgullo, compadre, por orgullo… Siempre hemos sido chavistas.

Puerto Ordaz, 5 de diciembre de 2016.



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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