Cansado ya de "sacudones y revolcones", el presidente Maduro, quizás más comedido, perdida la audacia, esa disposición de trapecista mexicano, costumbre de anunciar con bombos y platillos, discurso estridente, cosas de poca monta, esta vez, viendo como nos comen las polillas, optó simple y hasta humildemente, por una como sencilla reforma de gabinete. Algo así como un formal y discreto acicalamiento.
Pero eso sí, se mostró fiel a sus principios y a la gente que lealmente le acompaña. Porque la lealtad es su escudo y también del movimiento revolucionario todo, tal como él y sus íntimos lo conciben. Tanto que ella es un valor en sí misma; no importa a qué ni a quién. ¡Sí, ser leal es lo que importa! ¡Todos para uno, uno para todos! Como que aquí te pusieron para hacer esto y aquello y no importa lo que pase ni el tiempo transcurrido. Sigue en lo mismo. Ignora la realidad si ella intenta engañarte mostrándote que lo que haces no tiene sentido alguno. Por encima de todo está la lealtad. Es pues como un cartabón y, quienes de esa manera la practican, unos carbonarios.
Movido por ese sentimiento o principio, que hasta magnético parece, el presidente reformó su gabinete. Dejó a todos en el puente de mando, pues no hay que alentar sampableras y menos calentaras o zafarranchos. Que todos queden contentos aunque haya que moverlos. Por eso, lo que en su esencia misma es lealtad, en gran medida enrocó a los ministros. Se mantuvo de paso leal a una vieja práctica. A Aristóbulo, le aplicó por lealtad y hasta equilibrio, una regla común en materia de negocios. Le cambió la vicepresidencia por dos ministerios. Algo como aquello de dos de veinte por una de cuarenta. ¿De qué me voy a quejar? se dijo el viejo maestro y eso mismo a los de su círculo o grupo de leales. Ahora tenemos dos en vez de uno. Y todos celebraron. Y no se resquebrajó la lealtad en los distintos niveles.
A Diosdado, pareciera ser que nada le dieron esta vez, pero Tareck El Aissami, creo por el rango y a cargo de aquél, entró a ocupar el asiento que Aristóbulo no tuvo tiempo de calentar. La velocidad que imprime el cambio, según el ímpetu revolucionario del gobierno, pasa por eso, cambiar incesantemente. Cambiar para que nada cambie, decía el Conde de Salinas, en el Gato Pardo; cambiar lo poco que se puede, aunque sea de rostro, para que hasta nosotros mismos creamos que hay un cambio, decimos en Venezuela.
A la señora Erika Farías, jefa política – el cognomento no me gusta pero hay que ser coherente con el cambio y el feminismo constitucional – del Frente Francisco de Miranda, cuando todavía no había tomado las riendas del asunto de las comunas y consciente que Chávez decía "Comuna o nada", le quitaron su ministerio, el que ella ejercía, el de las Comunas, para dárselo a Aristóbulo, de uno de los dos que le dieron, la mandaron a otro cargo, al que ocupaba la muchacha bonita de discurso estereotipado, el de la Agricultura Urbana. Siendo tan poderosa, hablamos de Erika, tanto que según el propio Maduro, hace un año su movimiento ya tenía más de veinte mil activistas dentro del gobierno y hasta el propio partido, casi toda la militancia activa del mismo, en labores propias de la revolución, debieron recompensarla hasta mejor que al ex vicepresidente. Eso me parece justo, tanto que los venezolanos decimos que "quien tiene más saliva traga más harina" y "entre más masa, más mazamorra". Aunque Erika parece como demasiado discreta y persona de pocas apetencias. Si no es mejor lo dado que lo quitado, ella se quedará a gusto, pues la lealtad lo impone.
Pero por lo poco que uno sabe, lo que escaso lee y escucha, la señora Farías y el FFM están más cerca del presidente Maduro que otros polos. Es decir, nada le falta y si algo le quitan falta no le hace.
Pero este tercer polo que fuerza de atracción tiene en abundancia, no sólo mantuvo en el gabinete a la señora Farías, a quien sacaron de Cojedes, sino que al ex protector de Miranda, uno de los suyos, metieron en Educación. Por cierto, Ministerio que uno, como maestro de escuela, leal – para usar la mejor de las palabras – al pensamiento de Robinson, tiene como el clave y fundamental en todo proceso de cambio – para bien y para mal – pero el gobierno donde cualquiera ajusta, sobre todo si luce fastidiado. ¡Pásate un tiempo allí mientras las aguas bajan! Ese parece ser el razonar de quienes aquí han gobernado. Fíjense que hasta Gustavo Rossen, un empresario de segunda y sin nada en la bola, un simple comprador y vendedor de mercancía barata, estuvo de jefe en el despacho de la Casa de Bello. Intentaban privatizar la educación, es decir, hacerla un negocio por "los cuatro costados". Con la diferencia que Rossen estaba en lo suyo, en los negocios y esto pensaban hacer de la educación.
No dudo de la capacidad intelectual de Jaua, de sus méritos académicos, está de por medio la respetable opinión de un viejo amigo quien formó parte del jurado que le evaluó cuando presentó su tesis de grado. Pero pienso que mejor estaría en el aula, como docente por supuesto. Esto no es descalificar a nadie, pues lo mismo pienso de mí. No sirvo para mandar y menos echarme encima los pesados problemas que acarrea ser jefe de algo. Pero después de verle en tantos cargos uno cree que encargarle del sector educación, al cual es ajeno y de paso jefe del "Motor Farmacéutico", es como recargar de responsabilidades o atosigar a quien parece distraído, pensativo en los intríngulis de la revolución o hastiado de hacer cosas que no le agradan.
En suma, pese a lo que los mal pensados digan, el presidente Maduro, para decirlo con un lugar común – vaina que por demás nos gusta-, hizo ahora un delicado trabajo de relojería. Algo hasta como quien arma un rompecabezas o un logo. Claro, no por aquello de cada pieza en su lugar, lo que mucho no cuidó, sino el cuidado en mantener el equilibrio. Lo importante era que todo quedara emparejado y cada quien con su parte. Nada de mucho para uno y poco para muchos. Como antes dijimos, hay que mantenerse dentro del espíritu de los "Tres Mosqueteros", ¡Todos para uno, uno para todos!". Pero se le quedó por fuera el GPP, por eso Ileana Medina, del PPT, reclama la "presencia de la diversidad chavista en el gabinete", un algo así como pedir "tírennos algo".
Como todos saben, en la obra de Alejandro Dumas, "Los Tres Mosqueteros" son en verdad cuatro, pues luego se les agregó Dartagnan. En el frente revolucionario que, no incluye al GPP, porque como hemos visto no le paran o el "general no tiene quien le escriba", pueden haber tres y hasta cuatro. Por eso, uno no sabe de dónde salieron los otros ministros. Pero que forman parte de la cuota de los mosqueteros, duda no cabe. Es decir, para finalizar, el gobierno opera por cuotas. Quizás por eso tarda tanto en tomar medidas; tanto como aquellos turcos en recobrar el valor de la mercancía regada. Y hasta alguien se le queda por fuera.