La realidad es detestable, sobre todo cuando nos resulta adversa. Pero aceptarla es la única forma -y el primer paso- para revertirla. Decirlo resulta más sencillo que llevarlo a la práctica.
Un caso palmario es el de la oposición venezolana, reacia a aceptar lo que los hechos le gritan en cada esquina y a cada segundo, esto es, su condición de creciente minoría en la política nacional.
Tampoco asume este sector sus errores, fracasos y debilidades. En su fuga de sí misma, todos sus yerros se los endosa a su adversario, en este caso a Hugo Chávez. Este sería culpable, incluso, de su falta de unidad. El “yo no fui” ha sido su máscara y, al mismo tiempo, su espejo. Su guarida y su pista. Su coartada y su huella.
De su elementalidad ya se ha dado cuenta hasta Watson. Esta oposición vive devorando a sus aliados y maldiciendo sus propios argumentos.
Pidió la presencia del Centro Carter y la OEA para luego insultar al viejo ex presidente gringo y a su colega César Gaviria cuando le dijeron la verdad. Solicitó la auditoría de Capel y apostrofó a este organismo al leer sus conclusiones. Reclamó la eliminación de cuadernos electrónicos y capta huellas y cuando se le hizo la concesión se retiró de las elecciones parlamentarias.
Su más reciente parada fue cuestionar el registro electoral. Algunos medios desataron una campaña apabullante. Tres rectores universitarios -de la UCV, UCAB y USB- le dieron un brochazo “académico” a la demanda.
Con técnicos de estas casas de estudios y uno traído de España auditaron el RE. El catedrático hispano llevó la vocería. El señor Bernardo dijo que las fallas y errores del registro electoral anteceden a este gobierno, que no tienen intencionalidad política y que no inciden en la elección presidencial.
Se sospecha que los expertos de las tres universidades como el profesor ibérico ya fueron pasados al pelotón de fusilamiento político, moral y mediático. La oposición los contrató para que avalaran sus denuncias, no para que las desmontaran con la verdad. Las declaraciones del profesor Bernardo echan por tierra todo lo que se tenía montado para las elecciones próximas.
A este tío seguramente lo acusan de haberse vendido a Chávez, a Carter o al sector colaboracionista de la misma oposición. Los rectores de la UCV, UCAB y USB no han dicho ni pío, después que dijeron tanto.
La auditoría, pues, les salió por la culata a los próceres del antichavismo irredento. Una vez más, apuéstenlo, negarán la realidad. Bajo su maldición caerán todas las encuestas que les den números reales y no los que ellos quieren.
Esta conducta tiene, sin embargo, sus ventajas:
coloca siempre el triunfo a la vuelta de la esquina; exime del trabajo político cotidiano, gana seguidores con mayor facilidad, y permite, una vez que la realidad diga otra cosa, echar a terceros la culpa de las derrotas y reveses. Así, hasta el infinito.
Falta todavía algún tiempo y otras derrotas para que la oposición acepte la terca realidad.
Primero tiene que deslastrarse de liderazgos virtuales e imposiciones mediáticas.
Una vez que esto ocurra y se asuma tal cual es, iniciará el camino hacia el poder. Un camino largo, duro, difícil, del que hoy está extraviada.
A veces pienso que voluntariamente extraviada, para no verse a sí misma en su menguada dimensión. Ese es su círculo vicioso.
Su veneno y elixir, como diría el incomprendido poeta de algún viejo banco de la plaza Francia.