Poniendo la carreta delante de los caballos.
"Todo Chávez. De Sabaneta al socialismo del siglo XXI", es a mi parecer un excelente libro. Su autor, el experimentado periodista Eleazar Díaz Rangel, como muy pocos entrevistadores de Chávez, supo trascender el tema anecdótico, lo que abunda en muchos trabajos sobre el barinés, hasta demasiado publicitados, y entrar en asuntos como el meollo del socialismo que intentaba rescatar como bandera, asuntos de táctica, estrategia, moral y ética inherentes al mismo asunto.
Dicho libro lo he leído cuidadosamente, influido por el estado de ánimo que generan en mí releer, casi al mismo tiempo, trabajos de Carpentier como "El reino de este mundo", sus cuentos y el excelente trabajo de Willian Ospina, "Ursúa". La exquisita y exuberante narrativa de estos dos escritores de primera línea, imponen en uno atención extrema para no perder el ritmo, cadencia de las palabras y la belleza de cada frase. Por ese delicioso y cuidadoso ejercicio, he leído al ahora director de "Ultimas Noticias", también con interés y cuidado para no perder los detalles y las intimidades.
Pero también he estado por un tiempo pendiente y cuidadoso de trabajos que con periodicidad salen en Aporrea, de compañeros de la izquierda, angustiados por los mismos asuntos de la ética, moral y lo que suelen llamar "conciencia socialista".
En el libro de Rangel, Chávez, al responder una pregunta dice textualmente:
-"Hay que comenzar por ahí, por la conciencia, por la ética" y agrega "En realidad se trata de eso: de la solidaridad con el hermano. Luchar contra los demonios que sembró el capitalismo: individualismo, egoísmo, odio, privilegios. Creo que por allí hay que comenzar". (Pág. 208). A Chávez se le olvidó mencionar hamponato desbordado, delincuencia común, paramilitarismo, terrorismo y violencia de todo género.
Cuando se toca el tema de la corrupción que ahoga al Estado venezolano de ahora, uno suele leer a compatriotas que repiten más o menos lo mismo. Alegan la falta de ética y moral socialista de quienes tienen acceso al manejo y control de los recursos; pero también a la multitud que de alguna manera ha sido envilecida por aquellas lacras, de lo cual el bachaqueo es una muestra demasiado vistosa. Es decir, parte de la vanguardia no ha podido deslastrarse de los vicios que genera la sociedad donde se formó; siendo así qué esperar de la multitud. Si los capitanes son defectuosos qué esperar de los soldados. Pero eso así porque es su naturaleza.
Esas lacras nada tienen que ver con el socialismo, si a este le concebimos como una sociedad donde las relaciones de producción en gran medida tienen un carácter distinto al capitalismo, el hombre participa en condición de igual en el proceso productivo y los bienes se reparten equitativamente, en la medida de lo posible y atendiendo a un estricto y racional criterio de justicia. Es pertinente, perdonen que volvamos a este tema, usar la expresión de Marx, en "Crítica al programa de Gotha", relativo a aquello de "a cada quien de acuerdo a sus necesidades y de cada quien de acuerdo a sus capacidades", que responde al dar y recibir en un estadio de alto desarrollo de las fuerzas productivas y donde los hombres hayan alcanzado un alto nivel de igualdad. No se trata entonces de un concepto marcado por lo emocional, lo cristiano estrictamente, sentido de la lástima, sino muy racional, para mantener el equilibrio social, paz y la supervivencia, pero al mismo tiempo mantener el estímulo para la superación individual y colectiva. Para derrotar sentimientos como el individualismo, egoísmo, envidia etc. Recibo pero a cambio de mi aporte de acuerdo con mi capacidad para servir. Es decir, el ciudadano entra en pacto en primer término para dar, entregar. Cada quien cuenta con su "socio", usemos esa palabra por comodidad, en la empresa para hacerla productiva y poder servirse de los beneficios de ella por igual.
El viejo dilema del huevo y la gallina nos lleva a las relaciones entre estructura y superestructura. Las conductas, lacras que reprueba Chávez y pide cambiar, así como muchos compatriotas partidarios del socialismo, son inherentes al capitalismo. Son los "dechados" superestructurales de la estructura que permite que el capital se apropie de los productos del trabajo y promueva la acumulación hasta asquerosa. Por eso el robo, asalto, corrupción para apropiarse de lo ajeno, son propios del capitalismo, sociedad que eso no solo avala, legaliza, sino hasta convirtió en sinónimo de triunfo y grandeza. La avaricia e ilegalidad de los conquistadores y colonizadores generó el pillaje de los piratas.
Llegado aquí es bueno hacer alusión a Ludovico Silva, para quien es falsa la idea difundida por "los manuales de marxismo", para quienes parece haber dos instancias o niveles, estructura y superestructura, razón por la cual muchos creen que uno y otro andan por diferentes carriles, por lo que se les puede manejar o tratar separadamente, sin depender uno del otro. Dice Ludovico en su libro "Contracultura", capítulo referido a "Estructura y superestructura", Pág. 9, Editorial IpasMe, "para Marx, la superestructura no es sino la continuación interior de la estructura social". Y agrega, "la ideología, hoy, está dentro del proceso mismo de producción".
Esas lacras existirán hasta que el capitalismo y sus vestigios subsistan y hasta más allá. Una cosa y otra van juntas e inseparables. ¿Entonces cómo deshacerse de ellas, reducirlas totalmente, si la sociedad en la que vivimos es esencial, estructuralmente la misma? ¿Por qué insistir en pedirle a un perro que deje de serlo simplemente por habérsenos ocurrido mirarlo como si fuese un pez? ¿Cómo esperar que decida sumergirse en el agua y vivir dentro de ella permanentemente sólo porque opté por esa alternativa para él? ¿Por qué quejarse que en esta sociedad capitalista en la cual estamos sumergidos los hombres se comporten de acuerdo a los valores que a ella le son inherentes? ¿Acaso en las sociedades capitalistas de alto desarrollo esos anti valores que enumeró Chávez han desaparecido? ¿Cómo esperar que en el capitalismo caricaturesco en el cual vivimos lo hagan? ¿Cambiando su naturaleza con el puro discurso? ¿Es decir, decirnos que estamos en una sociedad socialista y todos aquellos males desaparecen? ¿Y cómo no se da este resultado entonces nos quejamos porque no hemos podido vencerlos? ¿Es verdad, como dijo alguien, alto funcionario gubernamental, a quien no quiero volver a mencionar, "hicimos el cambio social y se nos quedó pendiente el cambio cultural"?
Por eso se ha creído que al enviar, hasta por corto tiempo, a algunos jóvenes a determinados espacios, de allá los devolverán, inexorablemente, hechos vanguardias y soldados incorruptibles. Como si fuesen máquinas que se le cambian los repuestos caducos o se les inserta un chip.
El dilema del huevo y la gallina tampoco nos sirve para resolver nuestra incógnita. No se trata de cambiarle el nombre a la estructura social, ponerle uno que no le acomoda para nada, porque sigue siendo aquello, para que las lacras que le son inherentes desaparezcan. No se trata de hacerle trampas a la vida, la historia y el cambio social, lo que sería una conducta muy capitalista. Lo que se trata es de cambiar la sociedad como estructura e ir mediante el proceso educativo formal acelerando los cambios culturales que la sustitución de relaciones necesariamente impondrían. Por lo que dijo Ludovico, la ideología está dentro del proceso productivo y las relaciones de producción.
Porque si bien llamando caimán a un perro no vamos a lograr que este adopte los hábitos de aquel, tampoco lograremos, llamando a una sociedad capitalista, en toda la regla, socialista, que sus integrantes humanos bruscamente, ni siquiera paulatinamente, adopten hábitos y conductas que esperamos –esperamos dije – propias del socialismo clásico, de laboratorio o catecismo.
Entonces, se trata de ubicarnos adecuadamente en la coyuntura y no pedirle peras al olmo. Las gallinas ponen huevos y el gallo cacarea. La construcción del socialismo, suponiendo y hasta deseando de la mejor buena fe que eso nos sea posible, tomando en cuenta espacio y tiempo, requiere cambios de estructura para que los que los que estos a su vez provoquen o condicionen a nivel estructural, y a su vez todo eso influido impactado por la acción cultural, educativa, se imbriquen, masifiquen y cambien al hombre todo u hombre colectivo.
La solidaridad, un valor que a Chávez preocupó en demasía, es ajena al capitalismo. Este rehúye la solidaridad y difunde en el sistema circulatorio de la sociedad su contrario, el egoísmo. Este es el oxígeno que la sangre transporta a lo largo de todo el cuerpo para poder subsistir. Hasta la clase social que la literatura revolucionaria anticapitalista tiene como vanguardia, la clase obrera está impregnada de ese valor y otros propios de la clase que a ella oprime y explota. Es lo propio de la relación casi religiosa que se da entre amos y trabajadores que sólo se diluye en veces en los momentos de crisis. Por eso las luchas de la clase obrera están llenas de valores capitalistas como el economicismo. Hasta se da el caso, como sucedió en el pasado con los obreros de SIDOR, y todavía se da, que luchaban por la posesión de acciones de la empresa de manera individual. Es decir, para alcanzar el status de capitalistas.
Cuando Chávez dice, "Hay que comenzar por allí, la ética, la moral", podría haber generado confusiones; como otros que hablaron antes que él del mismo asunto. "Hay que comenzar por allí", pudiera entenderse como una respuesta a la incógnita del huevo y la gallina. Pero también pudiera convalidar la idea que estando en socialismo en Venezuela, como parece entenderse en veces del discurso oficial, lo que habría que iniciar ahora, lo que nos falta, es la inculcación, a través de los medios formales e informales de la educación, de los valores propios de la sociedad que hemos construido. Es como un poner la carreta delante de los caballos.