Si yo hubiese estado presente en el Panteón Nacional, el 23 de Enero, tal vez hubiera cometido una locura. ¿Por qué una locura? Porque me acercó al Presidente Nicolás Maduro, violentando el protocolo, y lo saludo con un "Ola, Nico…, te la comiste completica". Sí, lo juro. El Presidente se comportó, más que nunca, como un hombre sencillo, un hombre genuinamente de pueblo. Tuvo el valor de firmar el Decreto que autorizaba llevar al Panteón, la Casa Grande de los héroes, los restos de Fabricio Ojeda. No es poca cosa, como diría el Comandante Supremo de la Revolución, Hugo Chávez Frías.
En efecto, el Presidente obrero, como le gusta llamarse, derrocho humildad y respeto no tan sólo por quien fue Presidente de la Junta Patriótica que lidero el derrocamiento del régimen perezjimenista, sino por sus familiares: por su hija, por su nieto, y demás sobrevivientes. Pero la cosa no se queda allí. Maduro reverenció a un grupo de "viejitos", contemporáneos con Fabricio Ojeda, compañeros de lucha del líder revolucionario, y que no escondían la alegría de estar allí, acompañando a los restos mortales de quien fuera uno de los más firmes y lúcidos luchadores revolucionarios de la década de los 60, un poquito meno y un poquito más. Bastaba verle el rostro a Fernando Soto Rojas, a Mikeas Figueroa, a Rufo Meneses, Julio Escalona, Víctor Hugo morales, José Vicente Rangel, entre otras perlas de aquella época dorada de sueños encontrados.
Presidente Nicolás Maduro, yo soy sobreviviente de "El Porteñazo", movimiento cívico militar, cuya acción se inició en la madrugada del sábado 2 de junio de 1962. Y siento lo mismo que deben sentir los camaradas de "El Carupanazo", y mis propios compañeros de armas que luchamos en Puerto Cabello, pues, en el acto estuvimos representados nada más y nada menos que por Mikeas Figueroa y el Cap. Víctor Hugo Morales, ambos unos robles cargados de años, pero con raíces profundamente enterradas en el corazón de la Patria. Mas lo cierto es que ver allí a personas de aquella época, plenas de corazón de hierro, plenas de conciencia y plenas de ganas de tomar el fúsil, sin fuera necesario para defender a la Patria de Bolívar, de Zamora, de Hugo Chávez, entre tantos héroes, fue regocijante. Usted merece más que un aplauso por ese gesto. Por eso, repito: si hubiese estado cerca de usted le habría dicho: "Hola, Nico…, te la comiste completica".
Teófilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la isla del Burro en la década de los 60.
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