Fidel: morirá de tanto vivir

 
Sin duda alguna, Fidel morirá de tanto vivir, que es lo mismo que decir: de tanto luchar, de tanto pensar, de tanto estudiar, de tanto trabajar, de tanto producir, de tanto odiar al imperialismo, de tanto amar a la humanidad, de tanto estar pendiente de sus deberes, de tanta solidaridad internacional ejercida en el mundo, y de tanto no dormir. Si se muriese ahora o más tarde (esto último es lo deseable) igual nada podrá negarle sus méritos revolucionarios como tampoco su gloria histórica bien ganada.
Como a Fidel, de tanto sobrevivir a centenares de atentados del imperio, éste lo está matando ahora por estar ‘viejo’. Ninguna biografía sobre Fidel puede desplazar toda una etapa de la historia cubana, donde el papel de la personalidad más excelso de la misma ha correspondido al ilustre Comandante en Jefe de la Revolución. Nadie, por muy acérrimo enemigo que sea del socialismo o de una revolución, tendrá nunca a su mano un solo argumento para negar lo que la historia le tiene consagrado al último de los libertadores de patria que conozca la historia de América hasta el siglo XX: Fidel Castro.

El solo anuncio de la enfermedad intestinal que obligó a realizarle una delicada intervención quirúrgica a Fidel, hizo que los grandes medios de la comunicación concentraron su atención en él y en su destino más inmediato. Parecía como si en el resto del mundo nada aconteciese, aun cuando en el Medio Oriente se producen guerras de invasión de abominable exterminio social de parte del imperialismo (especialmente estadounidense e inglés) y de su agente el Estado israelita. ¡He allí la importancia histórica de Fidel, el más grande estadista político que conoció la historia americana del siglo XX!

Se hacen recuentos de su obra y pensamiento, sin duda, la una y lo otro de carácter revolucionario. Sin embargo, no esconden la alegría que llevan por dentro los comunicadores al servicio del capital privado no por la enfermedad de Fidel, sino por la posibilidad real de su muerte. Esto es natural y hasta lógico por ser enemigos de Fidel. Maldito todo aquel que deseando la muerte de Fidel haga el papel de apóstol para revisar su pensamiento revolucionario, una vez producida la muerte física del eminente revolucionario, y ponerlo al servicio de los enemigos de la redención del mundo. Lo inhumano, lo salvaje y bárbaro de los que viven de la desinformación y del ultraje a la verdad y al hombre, es que se regocijan de presentar a padres irresponsables y desnaturalizados que ponen a criaturas de dos, tres o cuatros añitos (inocentes incluso de toda realidad) a festejar la enfermedad de una persona por el solo hecho de considerarla enemiga de esos progenitores. Eso es tan atroz como si los revolucionarios sacaran a las calles a sus hijos de alguna de las edades antes mencionadas a celebrar que Bush entre en crisis de enfermedad que le avizora más la muerte que la prolongación de la vida. El revolucionario, aunque tenga que quitarle la vida a un adversario, no disfruta del sufrimiento de ningún enfermo, no goza del dolor de los familiares que sobreviven a la pérdida de algún ser querido, no se burla de la incertidumbre de nadie. Precisamente, la grandeza del revolucionario es que celebra una victoria sin descargarse jamás de su enorme convicción de magnanimidad sobre el vencido.

Los medios de comunicación a favor del imperio disfrutaron de las imágenes de los pocos que en Estados Unidos celebraban, pegando saltos y dándole coñazos a la verdad histórica como si ésta fuese un saco de práctica de boxeo, y ligaban que lo más pronto se anunciara la muerte definitiva de Fidel. Lo que se les pasa por alto, de tanto festejo irracional, es que las ideas de justicia y libertad de Fidel no morirán mientras haya un solo hombre o una sola mujer en el mundo que el imperio haga vivir infeliz. Lo ridículo, lo grotesco y la descarada parcialidad, de lo cual todo ser pensante se percata, es que esos mismos medios que transmitían el bonche piche de contrarrevolucionarios en Miami, ningún interés tuvieron o hicieron por pasar la imagen de miles de miles de cubanos –por no decir millones- que salieron a las calles de Cuba a expresar su profunda preocupación por el destino de su máximo y admirado líder. Si se necesitase sangre para salvar la vida de Fidel, nadie dude que dentro y fuera de Cuba se recogiera un mar íntegro, producto de la solidaridad de la mayoría casi absoluta del mundo, de ese vital líquido rojo que circula por los vasos sanguíneos de los vertebrados y transporta los elementos nutritivos y los residuos de todas las células del organismo. Y si en la misma circunstancia se tratara de Bush, por ejemplo, yo ni gozaría ni me burlaría de su sufrimiento, pero no aportaría ni una sola gota de sangre para salvarle su vida, salvo que fuese para ser juzgado en vida por un tribunal revolucionario por sus horrendos crímenes de lesa humanidad.

Los medios de comunicación del gran capital privado, ansiosos de ganarse la primicia de anunciar la muerte de Fidel y por aprovechamiento de vulgar oportunismo político, ya han comenzado a presentar a Raúl Castro como el menos malo de la película, el echador de chistes, el que hizo que en Cuba se permitiera la producción individual campesina, dejando entrever que con él al frente del gobierno cubano volverán las golondrinas del capitalismo hacer de las suyas en la isla del Caribe. ¡Como nié, chirulí, yo te aviso! Olvidan que un pueblo con memoria histórica no se deja arrastrar por los halagos o lisonjas de sus verdaderos enemigos.

La muerte física de Fidel, sin duda, se producirá en algún momento de su grandiosa y prolífera vida revolucionaria. Los que le sobrevivamos no dejaremos de expresar nuestro pesar, pero nos sentiremos orgullosos de su pensamiento y de su obra. Lo difícil en este mundo es que un gobernante, haciendo lo que ha hecho Fidel y sobretodo durmiendo cuatro o menos horas por día durante más de cuarenta años, llegue a los ochenta con lucidez, porque un cerebro es un órgano que de tanto pensar, estudiar, trabajar, luchar, preocupación, intervención en asuntos de diversas naturalezas y de tanto no descansar, por lógica tiene que envejecer primero que otros órganos del cuerpo. Eso se llama: vivir intensa y pródigamente al servicio de la humanidad. ¡He allí otra de las grandezas innegables de Fidel! ¡Viva Fidel!


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Freddy Yepez


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