La semana pasada, llegando a mi oficina encontré en la entrada al que cuidaba los carros en un espacio de la calle, y que fue despojado de su lugar de trabajo por mafias que controlan hasta la distribución de las aceras donde se puede estacionar. Después de días de no verlo, lo observé pálido y más delgado. Al saludarlo me dice afligido que no está nada bien ya que tenía dos días sin comer, después de apoyarlo en lo que pude y dejarlo comiendo, cabizbajo y con mucha impotencia me pregunté ¿Qué podemos hacer para resolver estructuralmente el hambre que hoy reina nuestras calles?
Al día siguiente, caminando por un centro comercial, igual cercano a mi oficina, andaba con mi familia viendo precios de cosas que teníamos pendientes por comprar y un pequeño revuelo llama nuestra atención: un empleado de seguridad del mismo centro comercial, bien perchado con su uniforme, se había desvanecido, y en el momento de recuperarse, y con lágrimas en los ojos, al preguntarle sus compañeros qué le había pasado, el respondió que tenía días sin comer, a lo que otro de sus compañeros respondió: yo estoy igual. Como estábamos al lado escuchando lo que sucedía, de inmediato, en la misma feria del centro comercial compramos algo para resolver el momento y mientras el trabajador del centro comercial lo recibía muy apenado aunque agradecido, nos comentaba que en algún chequeo médico, ya la doctora le había advertido que sufría de bajas de azúcar por la ausencia de alimentos. Afligidos en el alma, nos retiramos con la impotencia de seguir sin responder ¿Qué podemos hacer para poder cambiar lo que está pasando?
Al día siguiente, unos compañeros de lucha en Catia nos informan que en una escuela en la Carretera Vieja de La Guaira hay 10 niños viendo clases en el piso porque no tienen sillas donde sentarse. De inmediato lo llamamos e intentamos ver que podíamos hacer para resolver dicha situación. Afortunadamente en el camino, una buena samaritana, informada de la situación compró las sillas para ser donadas, y la misma pregunta surgió sin respuesta aún.
El fin de semana, en la entrada de una pizzería muy conocida en Caracas, una mujer y tres niños de 3, 6 y 10 años quizás, muy limpiecitos y flacos todos, esperaban en la entrada muy impacientes, cuando nos acercamos a la cajera le preguntamos si sabía si estaban pidiendo algo de comer, con el fin de ver en que podíamos colaborar, la cajera muy amable nos respondió que ya alguien antes de nosotros les había comprado una pequeña pizza y lo que estaban era esperando para retirarse. Al rato, después de haberme sentado a comer, un señor sordo mudo, se acercó a nuestra mesa y nos rogó un pedazo de pizza, que envolvió en una servilleta, agradeció y se retiró.
Lo anterior apenas me sucedió en 72 horas. Y con mucha indignación, hemos estado reflexionando tanto las causas como las posibles soluciones a una situación que se profundiza cada día más.
Recientemente, a través de un estudio presentado por Visor 360 Consultores, firma donde trabajo y que además dirijo, nos encontramos con un dato sorprendente, que en el caso de aquellos que están comiendo de la basura o mendigan alimentos, puede representar una de las causas más importantes:
"A pesar de la significativa importancia que tuvieron las Casas de Alimentación en la reducción del hambre "y la subnutrición por debajo del 5% dos años antes de la meta del milenio establecida para 2015", ganándose por ello el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el gobierno nacional anunció en noviembre de 2015 la meta de lograr para el año 2019 "una reducción significativa de las Casas de Alimentación". Esto debido, según la Vicepresidenta para el Desarrollo Social de aquel momento, Gladys Requena, a que "gracias" a esta política social ya "se ha superado la situación de pobreza de forma progresiva", afirmando además que la reducción de las Casas de Alimentación en los últimos años "dan cuenta de que a menos casas hay menos demanda en el sentido de atender las necesidades de nuestro pueblo más pobre (…) ha habido mayor acceso, se ha universalizado más la alimentación en nuestro país" (Instituto Nacional de Nutrición, 06/11/2015)."
En números esto ha significado, según cifras oficiales del Ministerio de Alimentación en su memoria y cuenta 2015 que se ha pasado de 46.776 toneladas métricas de alimentos suministrados a través de las casa de alimentación en el 2013 a 26.234 toneladas, sin cifras oficiales del 2016. Esto se traduce en una disminución de beneficiarios de 577.307 en el 2013 a 279.506 en el 2015, y por la declaración previamente citada es un hecho que en 2016 esto pudo reducirse a la mitad o menos de la cifra del 2015.
En el momento de mayor crisis en el acceso a los alimentos, primero por escasez y ahora por los altísimos costos, acaso no podríamos suponer que en una errada formulación de la política pública, o un intencional recorte al mejor estilo neoliberal, al estar pagando la crisis los más vulnerables: ¿Quiénes ayer se beneficiaban de las casas de alimentación son hoy los que están rompiendo las bolsas de basura o mendigando para poder comer algo?
Sabiendo que la respuesta estructural es una sola: Un cambio de gobierno que retome la senda humanista de sus acciones, no podemos ser indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos, por lo que dentro de unos días presentaremos una propuesta de asistencia como iniciativa ciudadana, amplia, que pretenda aporta en algo no solo al hambre de algunos venezolanos, sino que demuestre que es posible tener iniciativas emancipadoras, que superen la cultura rentista inoculada en nuestra historia.
Anexo tabla oficial del Ministerio de alimentación sobre Casas de Alimentación, tomada del informa de Visor 360 Consultores:
Tablas con los datos sobre las casas de alimentación y sus beneficiarios |