Si alguno de los cuatro militares, a quienes el Tribunal Supremo Justicia de Venezuela libró de ir a juicio al dictaminar que ellos solo estaban preñados de buenas intenciones cuando participaron en el golpe de Estado del 11 abril de 2.002, hubiera declarado públicamente, poco después del alzamiento, que: Mi actuación en la insurrección militar se debió a la obediencia de mi conciencia, pues al considerar que el país marchaba mal por la irresponsabilidad directa del Presidente de la República al no cumplir sus promesas electorales, lo que significa haber traicionado a todo un pueblo, el Presidente debía salir del poder y esa fue la razón por la que me insubordiné; yo tenía que cumplir con mi juramento de luchar por el bienestar de la patria hasta dar la vida si fuere necesario y por ello no me arrepiento, yo traté de preservar la dignidad de mi patria y por eso aquí estoy presente para enfrentar las consecuencias de mi acción. Si en aquella ocasión se hubiera hablado con palabras parecidas a las anteriores, seguro que esa persona sería hoy el máximo y más aupado líder de la oposición.
Pero, ¿qué pudo haber influido en el ánimo de cada uno de esos militares para haber desechado convertirse en factor primordial dentro de la vida política venezolana?, cualquiera haya sido la razón que tuvieron para no dar un paso al frente causó una gran consternación en la gente que esperaba un destacado proceder y una clara resolución. Por consiguiente, lo sucedido en aquella oportunidad desmoralizó a quienes se apoyaron en ellos con la pretensión de obtener el poder político, y por tal aturdimiento todavía hoy, a escasos 4 meses para la elección presidencial, la oposición no sabe que hacer; debido ha no haber podido en más de 4 años superar tan enorme frustración.
Estimado lector, dese cuenta como la oposición ha perdido millares y millares de adeptos al comprender éstos que con esos líderes timoratos no se puede ir ni a misa, la razón, porque al pasarles el cepillo para depositar la dádiva tendría el acompañante que pagar por ellos; ya que es muy probable escurran el bulto en el momento preciso. En cambio ya usted observó la diferencia tan marcada con lo acontecido el 4 de febrero de 1.992, recuerde como en aquella ocasión un joven militar, desconocido para la época, con gallardía y sin temblarle el pulso se paró ante las cámaras de televisión y expresó: POR AHORA las circunstancias no se han dado y deberemos esperar otra oportunidad, pero quiero que sepan que yo soy el único responsable por este alzamiento y así lo asumo. Ese nombre hoy es voceado con pasión por millones de venezolanos que dicen: Viva Hugo Rafael Chávez Frías.
De modo que las personas, fuera de los llamados líderes políticos de la oposición, que piensan van a recibir algún provecho personal y que la nación va a progresar bajo la dirección de alguno de aquellos elementos, tienen que despabilarse y convencerse que la oposición es una masa amorfa sin ningún signo vital. Entonces, ¿qué debe hacer la gente que se ha dejado engatusar por esos señores?, pues muy sencillo, esta gente debe olvidarse de ellos de una buena vez, dedicándose fervientemente a trabajar con ahínco por la prosperidad de su familia y en beneficio de la patria.
Vamos a reconocer que el Presidente Chávez esté equivocado en muchas cosas de las que hace, pero lo que es cien por ciento cierto es que en su labor ha puesto el corazón, y muchas personas junto con él creen estar recuperando al país de la debacle que dejó la política nefasta del Pacto de Punto Fijo. Por consiguiente, advirtamos lo que el Libertador Simón Bolívar escribe al general José Antonio Páez el 15 de noviembre de 1.826 y apreciemos como deja plasmado en pocas palabras el profundo sentimiento del ciudadano oriundo de esta tierra: SI, MI QUERIDO GENERAL, ESTOY RESUELTO A TODO POR VENEZUELA: ELLA ES MI MADRE, DE SU SENO HA SALIDO MI SER Y TODO LO QUE ES MÍO; A ELLA, PUES, DEBO CONSAGRAR TODOS LOS SACRIFICIOS.