"Nunca en mi vida he hecho frente al espejo algo distinto a lo que hacen las demás personas. Nunca me he preguntado quién soy, porque siempre lo he sabido: soy el hijo del telegrafista de Aracataca", eso respondió el famoso escritor, ganador del premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez a un periodista que venció muchos obstáculos para entrevistarlo. Fue una respuesta al estilo del Gabo. Sin rebusques, sin palabras salpicas de filosofía en cerebro amanecido.
Yo, por mi parte, supe quién era cuando una vez, en las adyacencias de la quebrada donde nací, y me encontraba de visita al lugar sagrado que vi por primera vez, cuando de repente me salió una culebra de un mogote, y me hizo saltar, con el fin de evitar la mordida de la serpiente. Entonces supe que era yo. Desde ese día adquirí conciencia de quien era. Era, y soy, todavía, el producto de un milagro. Fue milagroso que esquivara la intención de la culebra, como fue un milagro de Dios, mi nacimiento, y mi historia personal, mucha antes de ver la luz del mundo. Pero gracias, a mis avatares me hice periodista, como García Márquez, pero lejos, muy lejos del dominio del lenguaje, que, dicho sea de paso, es el arma principal de quien ose escoger ese oficio.
En efecto, sólo soy un periodista. No sé hacer más nada que estar aprendiendo a escribir. Es como un dar y dar palos a una piñata para ver si tiene algo dentro o no, cuando la revienten. Un día, por esas cosas de la vida, me encontré sentado junto a otros compañeros en uno de los bancos que quedan frente al edificio donde cuelga un rotulo: "Escuela de Comunicación Social de la UCV". Y sentí que comenzaría a estudiar para ser un periodista. No sabía si sería un buen periodista, o un mal periodista. Solo sentía que me hacía falta llegar a ser alguien en la vida. Y ser periodista era un modo de llegar a algo. Eso pensaba. Por eso me entregué, con ahínco, al estudio, a pesar de grandes obstáculos que tenía por vencer, incluyendo la distancia. Vivía, para ese entonces, en La Victoria, estado Aragua. Eso significaba sentarme frente a un volante durante unas tres horas o más, entre el ir y venir.
Una vez graduado, a los cinco años. Comencé a ejercer el periodismo. Mi fuente, en la cual me obligaron a "tómalo o déjalo", fue la economía. Por eso rápidamente me percaté que para hacer lo que yo estaba haciendo no se requería estar cinco años en una universidad. Lo consideraba una pérdida de tiempo. Pero así son las cosas en mi país. Y no pasó mucho tiempo para darme cuenta que si quería ser un buen periodista tenía que estudiar de nuevo. Es decir, leer, leer y leer, sino quería ser el hazmerreír de cualquier político o ministro que me pautaran para entrevistarlo. Y me dije para mis adentro: "¿Quién carajo, soy ahora?". Y es que nunca había reparado en que soy lo que soy, y lo que soy es, y es lo que es, aquí y ahora.
Aquí y ahora. Sí, señor. Gabriel García Márquez sabía lo que era el hijo de un telegrafista de Aracataca. Y yo, tarde, me di cuenta que era hijo de quien era. Una mujer sin letras y sin lápices, pero una mujer bien plantada, bien echada hacia delante, pues, cargar para arriba y para abajo a un maganzón, como yo, no era cualquiera cosa. Y, además, con pretensiones, el muchacho, rebelde y todo. Con ideas raras. Como querer alzar vuelo para conocer el resto del mundo, que había, además de la quebrada de San Antonio, de Sabana Grande de Orituco, estado Guárico. Esa rebeldía fue lo que lo llevó a estudiar periodismo, así mismo es. Para hacer preguntas, y buscar respuestas. Así se hace un periodista, haciendo preguntas, y buscando respuestas.
¿Y saben qué? Después de todas esas peripecias vine a descubrir que, además de ser el hijo de Luisa Santaella, soy: rebelde, revolucionario, víctima, esclavo, hijo, novio, esposo, padre, abuelo, jugador, guerrero, creador, maestro, anciano (es lo que ahora soy), y, para completar, periodista. Muy lejos, por supuesto, de ser Buda. Pero me hubiera gustado ser como él. No me pidan que explique porque me hubiera gustado ser como Buda. Pero ser Buda, no es cualquier cosa. Tiene su proceso. Su entrega. Su dedicación a la meditación, y hace falta, sobre todo, coraje. Y coraje era lo que le sobraba a Gautama, antes de coronarse de Buda. Ese coraje lo tenía el Gabo, por eso ganó el Nobel.
García Márquez, confesó al periodista que lo entrevistaba que él nunca había, en su vida, había escrito una entrevista. "Puede buscar en todo lo que he escrito y, si encuentra una entrevista mía, tráigamela que se la compro. Cuando trabajaba como reportero me iba a los lugares, observaba muy bien a su gente, tomaba algunas notas en una libreta y al volver escribía todo, recreando la situación de memoria…".
He allí, una de las diferencias entre el Gabo y me persona, como periodistas. Siempre me acuerdo de algo que me sucedió cuando reporteaba en Caracas, en tiempos del gobierno de Luis Herrara Campin. Resulta que su ministro de la economía, convocó a una rueda de prensa en su Despacho. Yo asistí alegre, como siempre. Puse a tono el grabador, y pulse cuando el ministro comenzó a hablar. Tantico terminó de decir sus cosas de la economía, me arranqué, raudo, como un cohete, para redactar mi información. Era, además, la información del día. Me senté, dispuesto a redactar rápido. Pero el bichito ese, es decir, el bendito grabador resulta que no me grabó absolutamente nada de lo dicho por el ministro. Me asusté. Comprobé mil veces que la cinta estaba virgen. Y tomé el teléfono, y comencé a llamar a mis colegas que habían estado en la conferencia de prensa. Les conté lo que me había pasado, y me puse a esperar que ellos terminaran para que me hablaran un poco de lo más importante. Desde ese día me convertí en un periodista de lápiz y libreta.
En esa entrevista que le hacen a García Márquez, dejó claro que a él no le gustaba, para nada el grabador. En un momento en que está hablando acerca del reportaje como su género preferido, ya que lo consideró como un género literario. Tal vez, fue ese el trampolín que utilizó para hacerse escritor famoso. "Yo llegué al periodismo con vocación y aptitudes de escritor. Lo que hice fue aplicar al periodismo las mismas técnicas de la literatura. No hay odtro secreto que ése.
"¿Estas tomando nota?"—le gruñó al periodista.
"Lo estoy grabando… Con la mente, no con el grabador, no se
preocupe".
Dijo Neville Goddbard, que el mundo es la imaginación humana, expresada exteriormente. Esa frase ayudó a Joe Vitale, en una oportunidad en que fue el invitado de Larry King, en su famoso programa televisivo. Esta es la historia:
"Cuando me invitaron al programa de Larry King, en vivo, en CNN, acepté de inmediato. Confieso que sentí nervios. Iba a aparecer en la televisión en vivo, de costa a costa, visto por millones de personas. Los nervios me hicieron trizas. Durante el viaje de Texas a Los Ángeles, pude sentir todos los miedos. Comprendí que mientras más me imaginaba lo que no quería que pasara, más lo estaba volviendo realidad. Estaba implementando la ley de atracción para lo que no quería que pasara… De pronto me acordé de Neville. Saqué mi libreta de apuntes y mi bolígrafo, y empecé a escribir cómo quería que fuera el programa de televisión. Me vi a mi mismo frente a Larry King, y describí mis sentimientos y mi experiencia como si ya hubiera pasado. Concebía la visión más completa posible, llena de energía y emoción. Y empecé a sentir que estaba sucediendo en ese momento… Eso me tomó dos minutos. Cuando terminé, leí y releí lo escrito. Cada vez que lo hacía sonreía. Cuando llegué al hotel, lo dejé junto a la almohada y lo miraba frecuentemente… Cuando estuve frente a Larry King, con las cámaras ante nosotros, me sentí calmado y seguro… Respondí a todas sus preguntas… En resumen: mi imaginación creó un mundo nuevo, lo "nevillicé".
En esta historia la clave fue el papel, o la libreta de apuntes y el bolígrafo. Confirma lo del Gabo sobre sus reportajes y el uso de los apuntes. Y, apareado a ellos, la imaginación, que era, precisamente, lo que le sobraba al hijo del telegrafista de Aracataca. Así, pues, que yo soy, además del hijo de Luisa, soy pura imaginación y me valgo de los apuntes para contar historias.
Puerto Ordaz, 17 de marzo de 2017