"No jile", diría Perucho Conde. "Y dónde está esa que mientan la revolución bolivariana? ¿Y qué hay de sus leyes?... No me vengan con agua que estoy mojado". ¡Qué cosa no! Nos llenamos la boca diciendo que vivimos en revolución. Pregunto: ¿Cuál revolución? Esa revolución de la que se burla la derecha, a cada momento. Esa revolución permisiva que le falta el respeto hasta las mujercitas de los lacayos. Para no decir nada de los flamantes diputados de la derecha que viajan a todos lados, pidiendo que se intervenga a Venezuela. Que vengan los marines de Donald Trump, ya que a Obama le faltó tiempo… Como le falto a Uribe.
Mientras los apátridas van de un lado a otro, fuera del país, pidiendo que jodan, bien jodida, a Venezuela, aquí, en la patria de Bolívar y Chávez, lo que hacemos es hablar paja. Me refiero a los jefes. A las personas en cuyo lomo, para decirlo groseramente, descansa el legado del Comandante Supremo de la Revolución. Esta es una revolución sin bolas. Es chucuta, pues. No pueden sus leyes defenderla. Estos hijos de papá y mamá piden que aniquilen al chavismo, sea como sea. Sin importarles un pito lo demás. Estos granujas entran y salen del país, como perro por su casa. Nada los detiene. Ni una brisa. Van por el mundo pidiendo, rogando, implorando que hagan por ellos, lo que ellos no han podido, ni podrán. Pregunto: ¿Y dónde están las leyes? ¿O este es un país sin leyes?
Tenemos Fiscalía. Tenemos TSJ. Tenemos policías de todo tipo. Tenemos Contraloría. Tenemos ganas, muchas ganas, pero lo que no tenemos es bolas… Bolas para enfrentar esta crisis de otra manera. Bolas para meter en cintura a los delincuentes. Bolas para darle un parado a la corrupción. Bolas para enfrentar la guerra económica. Bolas para ponerles un parao a las panaderías. Bolas para frenar el burocratismo. Bolas para acabar con la ineficacia. Bolas para meter en chirola a estos vende patrias, traidores y desquiciados que andan como locos de una lado a otro, metiéndole la puya en los ojos a la revolución, tal vez hasta que quede completamente ciega… ¡Se cansa uno!
