Yo estuve preso por el caso de William Frank Niehous

Esta es la historia:

Yo vivía y trabaja en La Victoria estado Aragua. Era empleado de Maviplanca, una de las empresas del holding de la multinacional Owens Illuinois, cuya base de operaciones estaba en Toledo, Ohio, Estados Unidos. Además de Maviplanca, que fabricaba vidrios planos, estaba también la planta de Los Guayos, en el estado Carabobo que fabricaba botellas. El presidente de ambas empresas, era William Frank Niehous. Le conocí y hablé con él en varias oportunidades cuando iba a inspeccionar a Maviplanca. Yo era, para aquel entonces, supervisor del Departamento de Hornos y Materias primas.

El día 27 de febrero de 1976, una noticia conmocionó a los empleados y trabajadores de las empresas del holding. Un grupo de 7 hombres habían irrumpido en la Qta. Betchirro, en la calle isla larga de Prados del Este, y se habían llevado, en calidad de secuestrado, a Niehous. Eso tradujo en la comidilla de aquel día y los que seguirían, en adelante. Los secuestradores hicieron algunas exigencias a las empresas. Que yo recuerde: entregar a los trabajadores una bolsa de comida, y a los empleados 500 bolívares. Las empresas cumplieron. Así fue como tocó un bono de 500 bolívares, como una exigencia de los secuestradores.

Para ese entonces yo estudiaba en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela. Años y medio después de aquel suceso, aún sin aparecer el secuestrado. Me allanaron mi apartamento en el Qto. Piso de las Residencias INVICA, en la urbanización Las Mercedes de La Victoria. Sería la media noche, cuando regresé de mis estudios en Caracas. Entré. Me dispuse a tomar una ducha, cuando oí toques en la puerta. Extrañado por la hora acudí. Abrí. Y allí frente a mí estaba un sujeto trajeado, con lentes oscuros, que me dijo: "Tenemos una orden de allanamiento para esta vivienda". Le respondí que me la enseñara. "ya la traen, la están buscando", fue la respuesta.

Abrí la puerta de mi apartamento, y cinco hombres entraron en tropel. Me empujaron. Me obligaron a sentarme en un sillón que tenía en la sala. Y empezaron la fiesta: mis libros rodaron por el piso. Mi ropa también. Los afiches del Che y Fidel, los despedazaron. Cuando se cansaron de buscar. El jefe vino a donde yo estaba, y me soltó: "Tú estás detenido. Y nos llevamos esta máquina de escribir. Párate y ponte tu ropa". Me bajaron sin esposarme. Cuando llegamos a planta baja, había vecinos apostados de lado a lado. Ellos habían observado desde tempranas horas a la patrulla, dando vuelta por el estacionamiento. Me montaron en mi propio carro, un Dart GT, me sentaron en el asiento de atrás en el medio, y de lado a lado tenia a dos hombres con caras de perro, que me molestaban mis costillas con la boca de sendas ametralladoras. Abandonamos a las residencias, sin que me preguntarán nada.

Los vehículos se pararon en La Encrucijada. Allí se bajaron todos, menos un negrote, con cara de buldog, que me apuntaba. Mis dedos de mis manos estaban férreamente entrelazados, y entre mis piernas a nivel de las rodillas. Estaba tieso como un tronco. Sólo respiraba tan lento y tan suave que hasta una hormiga podía percibirlo. Muchas cosas, infinidades de cosas pasaban por mi mente. El silencio era aterrador. En una de esa vino uno de los hombres y por la ventanilla me preguntó si quería una arepa. Le respondí que no. Fue cuando se me ocurrió hablarle al negrote. Le dije: "Pana, tan sólo te pido que me digas adónde me llevan". El silencio fue más silencio. Volví: "En nombre de tu madre, que mucho debe de quererte, dime por favor, hacia dónde me llevan". No hubo respuesta. Ni siquiera podía vérsela completa. A la tercera le dije: "Coño, pana, tal vez somos del mismo barrio, del mismo lugar, y hasta habremos jugado juntos en uno de esos barrios pobres de este país. Yo soy como tú. Tú eres como yo… ¿Entontes, sólo te pido que me digas hacia dónde vamos". Por fin: "Vamos a la delegación de Maracay". Respiré.

Los carros se embalaron, una vez en Maracay, por la avenida que desemboca en el comienzo de la carretera hacia Ocumare de La Costa. Los pensamientos se me alborotaron. Yo conocía esa carretera, así como sus voladeros. Pensé muchas cosas. Pero de pronto los vehículos doblaron hacia la izquierda. Respiré de nuevo. A los dos minutos estábamos en la casa que servía de Delegación de la Policía Política del gobierno. Me bajaron y me metieron en un cuartico, donde no había ni una silla. De pronto oí: "Jefe, aquí tenemos al hombre. Pero debemos volver a ese apartamento, allí hay muchos libros que revisar".

El siguiente día, muy temprano, no tuvieron que despertarme. Había dormido sobre el piso. Nada entre mi cuerpo y el piso. "Prepárate, nos vamos para Caracas", me dijo el mismo hombre que jefatureado al grupo que había allanado mi apartamento. Dejaron mi carro en la Delegación. Sólo tres hombres me acompañaban. Siempre con mis manos libres. El auto se tragó el autopista hacia Caracas. Pensaron que podían quebrarme con la alta velocidad. 200 kilómetros por hora. Me dije: "Estos carajos están locos. Son unos suicidas. Menos mal que si esta chatarra ambulante se estrecha no voy a quedar vivo, pero ellos tampoco". En tiempo record estábamos en Los Chaguaramos. Me metieron en sótano, en una celda tan estrecha que casi no podía moverme. No pude dormir, a pesar del cansancio, con los gritos que rompían la quietud de la noche. Como soy un creyente. Me encomendé a Dios.

Días después, de haberme reseñado, me llevaron ante un inspector. Ante de entrar, le pregunté a uno de los detectives en dónde podía orinar. Me respondió: "Métete allí, pero no vayas a colgarte, y después paguemos por ti". Aguanté las ganas de orinar. El inspector me pregunto sobre mis estudios en la UCV, sobre mi trabajo en Maviplanca. Y, en especial, sobre mi estadía en la isla del Burro. En una de esas me soltó: "¿Eres comunista?" No soy comunista. "¿Qué eres, entonces?" Mi respuesta fue rápida: "Soy revolucionario". Lo demás versó sobre si conocía o no a Nihous, o si tenía idea de quienes lo habían secuestrado. Tres días pues me pusieron en libertad. Mi máquina la dejaron, y, como es lógico pensar, se perdió. Nunca más supe de ella. William Frank Niehous, fue rescatado vivo en junio de 1979, en una zona boscosa del estado Bolívar. Desde el mismo lugar de rescate, se lo llevaron a los Estados Unidos.


Agregado: hoy se realiza un acto de la Comisión de la verdad, en el teatro principal, con la asistencia del Presidente Maduro, dónde los integrantes de la Comisión rendirán cuenta sobre los resultados de los cuatro años de investigación que les ha llevado esta ardua labor en la búsqueda de la verdad, en torno: a los desaparecidos, torturados y asesinados por los organismos de seguridad del Estado entre 1958 y 1998. Fui invitado al acto, pero por razones de enfermedad no pude asistir. Allí estarán familiares y amigos de aquella época. Estoy con ellos.



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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