Ruperta, que así se llama, la elefanta del zoológico de Caricuao, se cayó de platanazo. Eso, me refiero a Caricuao, para quienes no lo sepan, queda en Caracas. Digo así o digo eso, porque Venezuela se nos está volviendo demasiado grande y hasta borrosa.
Hace tres días llame a una prima que vive en Mérida para saludarle por su cumpleaños y casi al final de la conversación me preguntó:
-"¿Primo, cuándo me visita?"
Por años, hasta no hace mucho tiempo, iba a Mérida entre agosto y septiembre. Era una vieja costumbre de cuando estaba activo en el trabajo docente y me iba hasta allá a visitar la familia, producto de un matrimonio entre un primo mío y una excelente amiga de allá de la ciudad reina de los páramos, de paso descansar y disfrutar de todo lo bello y agradable de ese espacio. Además, a Mérida, desde muy joven, me unen muchas cosas
Por aquella pregunta, hecha después de varios años sin ir por allá, respondí, creo que con resignación y nostalgia:
"¡Coño prima! Creo que más nunca. ¿Cómo puede un pobre maestro jubilado como yo, con un carro que está en la carraplana y lo costoso, viajar hasta allá tan lejos?"
Es que el país se nos ha vuelto demasiado grande y hasta se nos va a volver desconocido.
Ir a Caracas, aun tipo como yo, a quien falta le hace por razones muy obvias, se le ha vuelto un deseo difícil de satisfacer. O para decirlo como vengo haciéndolo desde el inicio de esta nota, Caracas se me fue demasiado lejos.
Por eso advierto que Ruperta, la elefanta está en un zoológico de un sitio que llaman Caricuao y en una ciudad lejana que día a día como si se me muda más allá y en el camino, no sólo como más largo y pesado, pudiera ser víctima de una banda de asaltantes.
Lo cierto es que Ruperta se cayó. Siendo elefanta pesa unos cuantos kilos más que uno y tiene cuatro patas y una trompa que hasta pudiera servirle de bastón. Quizás por esas ventajas frente a un viejo que sólo tiene dos patas o mejor extremidades inferiores para no herir lo susceptible y se niega a usar bastón, la caída de Ruperta creó conmoción y hasta alarma. Tanto que los medios registraron un hecho que tratándose de un hombre viejo nadie le pararía, por lo cotidiano y quizás por aquello que solían decir los periodistas de antes, lo noticioso no está en que "un perro muerda a un hombre", sino al contrario, que "un hombre muerda un perro".
Que un viejo se caiga no es noticia. Imagínense lo ridículo sería que una radio reviente y anuncie, acompañándose de fanfarrias, "¡Última hora!¡Última hora! ¡En una calle de Barcelona un viejo se cayó!". ¿A quién, que no sea familiar del viejo, lo que es un estrecho círculo, le va a importar esa menudencia? Además es como anunciar que los aviones vuelan o los perros corren tras los venados. Hasta quizás ocupar un titular diciendo que un viejo se ensució los pantalones.
Si lo es que se caiga un elefante o mejor paquidermo. Es como decir que se cayó un edificio. Pero el elefante más. Pues ¿cuántos de esos hay en Venezuela? No creo muchos.
Ruperta tiene, según la nota periodística, 46 años. Es vieja, dicen supuestos expertos, pues su expectativa de vida está entre los 60 ó 65 años. Pudo haberse caído por varias razones. Una de ellas es que ya las cuatro extremidades y la trompa que pudiera servirle de sostén, no están tan ágiles como antes.
Pero como en este país nada queda fuera de la contienda política y hasta del odio que por ella hemos venido acumulando, tanto que ya somos casi unos expertos o demasiado comedidos para hablar en cualquier parte para no ser objeto de agresión, inmediatamente saltó el hecho noticioso suplementario:
_"Ruperta, la elefanta de Caricuao, se cayó a causa de desnutrición".
¡Cónfiro! Un elefante desnutrido es una vaina peligrosa; como un edificio montado sobre cuatro palillos. El elefante, según he visto en películas, tiene el hábito de mover su trompa de un lado a otro, bamboleándose, estando firme en un sitio, no sé si por divertirse o alguna otra cosa y eso requiere tener las cuatro patas bien asentadas sobre el piso. Mover ese enorme cuerpo de por sí demanda un esfuerzo enorme y mucha gasolina y de esta en estos días también ha habido escasez. A Ruperta pues, alguna prensa la tomó para tirarle una piedra al gobierno todo. En esta lucha todo sirve de armamento.
Según he leído, los elefantes como Ruperta, que no es aquella muchacha trabajadora doméstica de la canción caraqueña del mismo nombre, la que me daba "mi caldito en botella", se alimenta con zanahoria, pepino, remolacha, calabacín y otros vegetales como esos, que cuestan ahorita un realero y, la agricultura urbana, por mucho que haga, no da para alimentar un elefante. Tanto es así, que el gobierno ya se olvidó de ella. Ya nadie, desde que destituyeron a la muchacha bonita, habla de agricultura urbana. Por eso, aparte del interés político, quienes difundieron la noticia se creyeron acertados y logrados sus fines.
Pero parece que no es verdad. Ruperta como que tiene más suerte que uno y eso lo celebro. Según los "expertos" que la cuidan, no sé si siempre sino atendiendo a la cultura nacional de acordarse de "Santa Bárbara cuando truena", ella no está desnutrida. Recibe sus tres papas, es decir sus tres raciones diarias de lo que come, porque tres papas poco serían. Yo que hago el mercado de mi casa, sé el precio de esas hortalizas e imaginando la enorme cantidad de alimento diario que requiere Ruperta, calculo que para una comida diaria no alcanzaría el salario mínimo. Pero claro, menos mal que Ruperta no depende de las cajas o bolsas del Clap, de esas que llegan un año por la cuaresma y hasta en casos de apuro, se come todo lo verde que a su alcance esté.
Por eso, sabiendo bien el país dónde vivo, la conducta nuestra de andar detrás siempre de lo que acontezca e ir haciendo como vaya viniendo y lo que ahora cuestan las vainas, no dudo que la propia Ruperta haya bajado de peso por lo menos. ¡Si eso lo hemos hecho todos! Y el sólo bajar de peso genera un desequilibrio. Entonces no por inocente o dado a creer todo cuanto digan, no creo que lo que dijeron al inicio, que Ruperta cayó al suelo desnutrida, pero tampoco lo que dicen quienes ahorita la cuidan y observan hasta que la crean a salvo. Y ellos dicen que está como una uva; pues la caída fue sólo un resbalón. Pero de resbalón en resbalón andamos todos y en cualquier momento pudiéramos, como Ruperta, caer todos, con ella, al suelo.
Ya mañana o pasado, nadie, la prensa y los cuidadores se acordarán de Ruperta, hasta que vuelva a caer. Porque a quienes dijeron que estaba desnutrida, para nada les interesa si vive, come o añora sus viejas querencias. Pues allí en Caricuao, esta desde los 7 años. Así somos, adoramos y, sin percatarnos de ello, siempre estamos a espera de una hecatombe.