Simón Bolívar estaba enfermo y muy débil, su imaginación no dejaba de estar atormentada con tantos y tan negros presentimientos sobre la suerte del Perú. En tal mal estado lo halló su amigo el Señor Joaquín Mosquera, quien sabedor del peligro en que se encontraba el hombre en quien estaban fincadas todas las esperanzas de la América del Sur, voló a asistirle y prestarle cuantos auxilios pudiera. Aquí es preciso leer al mismo señor Mosquera en carta a un amigo, donde Mosquera manifiesta el estado de salud en que halló al Libertador "Estaba sentado en una pobre silla de vaqueta recostado contra la pared de un corredor, atada su cabeza con un pañuelo blanco, vestía unos pantalones corto que dejaban ver sus dos rodillas puntiagudas y sus piernas enflaquecidas; su voz es hueca y débil y su semblante cadavérico". Este era el estado de salud del hombre a quien estaba encomendada la empresa de arrojar del Perú a un ejército de 20.000 hombres, y donde las fuerzas patriotas padecían constantes y considerables bajas debido a enfermedades y deserciones, sin estar seguro contar con los auxilios pedidos a Colombia.
Todas aquellas dificultades atormentaban al Libertador, ellas suficientes para quebrar el espíritu más fuerte de cualquier hombre. Mosquera, ya enterado de la situación militar tan problemática que enfrenta el Libertador y haberse además de comprobado personalmente del grave estado de salud en que se encuentra Bolívar; le pregunta el 7 de enero de 1824.
-"¿Señor, y qué piensa usted hacer ahora?"
-"Triunfar", responde aquel hombre desfallecido.
-"¿Y qué hará usted para triunfar?".
-"Tengo dadas las órdenes para levantar una fuerte caballería en el Departamento de Trujillo, he mandado fabricar herraduras en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo he ordenado que se tomen para el servicio militar, todos los caballos buenos que se puedan conseguir y ordenado se embargue todos los alfalfares para mantenerlos alimentados y sanos. Luego que recupere mis fuerzas me iré a Trujillo y si los españoles bajan de la cordillera a buscarme, infaliblemente los derroto con la caballería, si no bajan, en tres meses tendré una fuerza formidable y entonces subiré a la cordillera y derrotaré a los españoles que están en Jauja".
El Libertador dirige este mismo mes de enero un oficio al gobierno de Colombia y una representación al Congreso, en ellas participa su voluntad de renunciar a la Presidencia y a la pensión anual de 30.000 pesos que por un decreto acababan de asignarle. Pocos días antes Bolívar había recibido un documento en el cual los diputados de Quito le anunciaban haberse dirigido al Cabildo de esa ciudad pidiendo documentos para acusarlo ante el Congreso por abusos cometidos por él. Entre otras cosas decían los diputados a los ediles de Quito, que estuvieran seguros de que en el Congreso tenían representantes de tanto carácter que acusarían al mismo Presidente de la República si fuese necesario. Como las autoridades de Quito habían sido nombradas por el Libertador, con facultades extraordinarias, este petitorio hiere el alma de Bolívar; y se resiente aún más por el mal estado de salud en que se halla. Es por eso en la renuncia decía Bolívar, entre otras cosas: "Además, mientras que el reconocimiento de los pueblos ha compensado exuberantemente mi consagración al servicio militar, he podido soportar la carga de tan enorme peso; mas ahora que los frutos de la paz empiezan a embriagar a estos mismos pueblos, también es tiempo de alejarme del horrible peligro de las disensiones civiles y poner a salvo mi único tesoro: mi reputación. Yo, pues, renuncio por la última vez la Presidencia de Colombia; jamás la he ejercido, así, pues, no puedo hacer la menor falta. Si la patria necesita de un soldado, siempre me tendrá pronto para defender su causa"