En
verdad, todo preso, sea político o sea común, tiene el deber de
escaparse de la cárcel, bien sea en forma de fuga o de evasión, aunque
la una y la otra son un delito de acuerdo al Código Penal. Nuestro país
ha vivido evasiones y fugas espectaculares. Se recuerda las dos del
Cuartel San Carlos: la primera, que llevó a la libertad a Teodoro
Pekott, Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce; la segunda, más
meritoria aún por la forma en que se hizo el túnel desde el interior y
la participación de afuera para garantizar la seguridad de los
evadidos, donde obtuvieron su libertad 23 presos políticos,
destacándose entre ellos: Carlos Betancurt, Francisco Prada, Gabriel
Puerta, Pablo Parra y Morales Rossi. De la misma manera la fuga de la
cárcel de Trujillo, encabezada por Fabricio Ojeda y Luben Pekott.
Igualmente la fugas de Teodoro Pekott y Márquez Finol del Hospital
Militar, la de Rafael Tellechea del Hospital Vargas, la evasión de
Zamora de la cárcel de Trujillo, y la famosa evasión de la isla de
Tacarigua. Y paremos de contar. Evasiones y fugas en un tiempo difícil,
de mucha represión, de múltiples medidas de seguridad en las cárceles,
de varios medios de controles por las autoridades militares y civiles,
de muchísimas presiones a los familiares de los presos. En ninguna de
esas cárceles se vivían condiciones tan favorables para el preso como
ahora en Ramo Verde. Un proceso revolucionario se distingue, entre
tantas cosas, por su respeto a los derechos humanos y el mejoramiento
en las condiciones de vida de los presos, sea de la naturaleza que sea.
Ramo Verde es una prueba de eso.
Antes,
una fuga o una evasión de un preso político revolucionario, significaba
una oleada de medidas represivas contra zonas y barrios completos.
Muchos resultaban siendo detenidos, aunque nada tuvieran que ver con la
acción de los fugados o evadidos. Las primeras víctimas eran los
familiares de los fugados o evadidos y los presos políticos que
quedaban en las cárceles. Ahora, ninguna medida perjudica a los
familiares de los fugados o evadidos de Ramo Verde ni tampoco a los
presos que allí quedaron.
Los
grandes medios de comunicación se hicieron eco de la evasión para
premiarla. Nadie debe esperar lo contrario, porque se trata de evadidos
que pertenecen a la oposición. Tienen una algarabía pidiendo que se les
garantice la vida, y hasta que Dios los cuide, los proteja y los
resguarde de una nueva captura. Antes, durante la llamada cuarta
república, pedían la cabeza de los fugados o evadidos por representar
un peligro para la sociedad, la democracia burguesa y el orden público
burgués; solicitaban la inmediata investigación para determinar los
culpables, y que fueran sometidos a juicio ejemplar; clamaban por
medidas más drásticas sobre seguridad para evitar nuevas fugas o
evasiones de presos políticos. Ahora, de inmediato, desataron una
campaña para culpar al gobierno de estar aplicando medidas represivas
con los presos no evadidos por el simple hecho de haberse suspendido la
visita del domingo, pero nunca antes decían nada sobre las muchas
semanas que dejaban a los presos políticos de la cuarta incluso por
hechos de la calle que no tenían ninguna relación directa con la
prisión. Entrevistan a los familiares de los evadidos para que
justifiquen la evasión señalando que los tenían muy reprimidos en la
cárcel y que se trata de juicios amañados contra inocentes, como si
dirigir una huelga petrolera para derrocar un gobierno es un juego de
niños inocentes en una plaza haciendo unos el papel del ratón y otros
del queso. Antes, los medios, eran los primeros que solicitaban juicios
y largas condenas contra los presos políticos incluso por el ‘delito’
de tener en una biblioteca libros de marxismo o, simplemente, por ser
familiar de algún comunista.
Ciertamente
un Estado, sea revolucionario o contrarrevolucionario tiene el deber de
garantizar la reclusión de sus enemigos condenados en juicio, como los
reclusos tienen el deber de fugarse o evadirse si no están ganados para
pagar la condena. Esto es un principio universal de tanta validez para
el Estado como para el reo.
En
el caso de esta evasión, encabezada por Carlos Ortega, tiene que ser
investigada a fondo no por el peso específico de los evadidos, sino por
el entorno de complicidad que es donde está el peligro. No se trata de
uno, dos o tres subalternos militares o civiles que por su cuenta
decidieron hacerse de una suma importante de dinero para crear las
condiciones de la evasión y mejorar su situación familiar en lo
económico. En el fondo se refleja una complicidad política de
conspiración contra el gobierno, donde podrían estar implicadas
personas de alta responsabilidad en funciones de Estado. Esos son los
enemigos más peligrosos que el gobierno está en la obligación de
descubrir, capturar y hacerles el correspondiente juicio por su
actuación en la evasión de connotados adversarios del gobierno y de
probada participación para su derrocamiento por la vía violenta.
Con
la evasión de Carlos Ortega y los tres militares, los grandes medios
privado de la comunicación, buscando pescar en río revuelto, lanzan la
hipótesis de que ha podido ser una acción del gobierno para asesinar a
los evadidos en la calle. Ese cuento no lo cree ni Mandrake el mago.
Eso es tan ridículo como si los evadidos de alguna de las producidas
del San Carlos cuando gobernaba la cuarta república, hubiese sido
planificada por el gobierno de turno para inmediatamente asesinar a los
evadidos estando en libertad. Deberían hacer el esfuerzo de asirse de
otros argumentos que pudieran ser creíbles a los ojos de la ignorancia
política, y no seguir creyendo que el pueblo venezolano siga siendo un
tonto útil de cualquier mentira o maniobra pronunciada por sus enemigos.
Altos
personeros del Estado han dado su palabra en garantizar la vida a los
evadidos en su deber de recapturarlos. Eso debe ser así, por ser lo
correcto. Los regímenes de derecha, en cambio, no respetan ni siquiera
las leyes que ellos mismos promueven alegando ser defensores de los
derechos humanos. Para violarlas tienen, entre tantas instituciones, a
su disposición los grandes medios de la comunicación que se encargan de
vender la mentira por la verdad. Para recordarles algunas pruebas de
irrespeto a los derechos humanos de evadidos durante la democracia
representativa, tenemos lo siguiente: Márquez Finol (el Motilón) fue
masacrado sin voz de arresto, Argenis Betancourt fue masacrado, Quintín
Moya fue masacrado, Contreras Duque fue masacrado, Marcos Ludeña fue
tan salvajemente torturado que le alargaron el cuerpo unos centímetros.